La apuesta de Gustavo Petro para la paz con el ELN: un gobierno de izquierda en el poder y Cuba como sede

El diálogo con la única guerrilla activa de Colombia se reanuda con una contraparte hasta ahora desconocida para el grupo rebelde.

Por primera vez el Ejército de Liberación Nacional (ELN) tiene como contraparte a un gobierno de izquierda. La última guerrilla activa de Colombia volverá a una negociación de paz, pero en un escenario completamente diferente. Con Gustavo Petro, exguerrillero del M-19 como presidente, y su apuesta por resolver el conflicto armado a través de acuerdos, el ambiente es favorable para que se superen los obstáculos que en el pasado han hecho que cualquier intento para lograr la paz con este grupo armado fracase.

La llegada al poder de Petro ha dado muestras muy rápidas de sus intenciones para contener la violencia en Colombia. El paso más importante lo dio a cuatro días de su posesión con una delegación que envió a La Habana para reactivar el proceso con el ELN, que quedó suspendido en 2019 por decisión del presidente de ese momento, Iván Duque, como respuesta a un atentado contra una escuela de policías en Bogotá, que dejó una veintena de muertos y varios heridos. Han pasado cuatro años y ni la guerrilla es la misma ni tampoco lo es el negociador con quien buscarán, una vez más, llegar a un acuerdo.

“Ambas partes coincidimos en la necesidad de reiniciar un proceso de diálogo con hechos que demuestren a la sociedad colombiana y al mundo que esta voluntad es real”, decía el viernes el alto comisionado para la Paz, Danilo Rueda, desde Cuba. Minutos después, la guerrilla mandaba una señal en el mismo sentido: nueve personas que permanecían secuestradas fueron liberadas en una zona rural de Tame, Arauca, una de las regiones que más han sufrido la violencia de esta guerrilla. La reanudación de los diálogos ha empezado bien, pero llegar al fin del conflicto no será fácil. El ELN es más fuerte hoy que hace cuatro años, con un ejército de al menos 2.500 hombres y con presencia en territorio venezolano, por lo que la negociación no se prevé sencilla, ni rápida. A su favor, sin embargo, hay varios elementos que podrían hacer pensar que esta es la oportunidad definitiva.

Luis Eduardo Celis, asesor de la Fundación Paz y Reconciliación, y conocedor y experto en la historia del ELN, asegura que el contexto para dialogar con esta guerrilla tiene las condiciones necesarias para que esta vez funcione. “Ya no hay otros actores armados que opaquen este proceso. Ya no están las FARC y ya no están los paramilitares, organizaciones que de manera diferenciada fueron prioridad en el pasado”, dice. Pero, sobre todo ahora, apunta Celis, hay un gobierno que busca una transformación con sentido social y que cree en la participación ciudadana, que es justamente el primer punto de la agenda firmada en 2016 por el Estado colombiano y la guerrilla. Participación de la sociedad en la construcción de la paz es el primer paso, según el documento, para avanzar hasta llegar al punto final, la implementación de acuerdo. “Este gobierno tiene la oportunidad de articular al proceso con la guerrilla sus apuestas programáticas, que buscan una sociedad que supere las exclusiones y las inequidades, que es justo lo que está en la base del alzamiento armado del que ha participado el ELN por más de medio siglo”, dice Celis.

Socorro Ramírez, exnegociadora del Gobierno de Juan Manuel Santos con el ELN, cuenta que tanto la mesa en Quito, donde se instaló inicialmente el proceso en 2017, como en La Habana, a donde se trasladó en 2018 cuando el presidente ecuatoriano Lenín Moreno anunció que su país dejaba de ser garante, tuvo avances en el primer punto que podrían servir ahora, que el nuevo gobierno ha decidido retomar las conversaciones. “No solo se logró una agenda, sino que se alcanzó a poner en marcha y avanzar en la principal exigencia del ELN, la participación de la sociedad”, cuenta por teléfono. En noviembre de 2017, tras nueve meses de diálogos, se realizaron varias audiencias en las que participaron 208 representantes y 123 organizaciones sociales como cumplimiento al diseño del primer punto de la agenda, que buscaba la participación de la ciudadanía para nutrir la negociación en los puntos dos, tres y cuatro, que hablan de democracia, transformaciones sociales y víctimas.

“Construimos una propuesta interesante, fruto de esas consultas que tenían una fase territorial, oyendo a las comunidades, y otra sectorial, que permitía enfocar las preocupaciones de diversos sectores en torno a temas específicos”, recuerda Ramírez. “Ahora hay una coincidencia entre lo que siempre ha pedido el ELN [que la ciudadanía tenga voz en el proceso] y el diálogo regional que propone el nuevo gobierno”, dice la exnegociadora, cuyas facultades en las conversaciones de paz, así como las de los demás delegados por Santos fueron revocadas por Duque a inicios de su mandato.

El proceso no arranca de cero, pero la negociación todavía no empezaba cuando los diálogos se rompieron, lo que supone un desafío para el Gobierno de Gustavo Petro que se sentará a dialogar con un ejército fortalecido, que cooptó algunas zonas que dejó las FARC tras su desarme y que opera de manera binacional. Petro necesitará pies de plomo y una estrategia clara para lograr que esta vez sí se consiga la paz con el ELN.

El general en retiro Eduardo Herrera Berbel, que también fue parte de la mesa de negociación, cree, por su experiencia, que el país no verá tan pronto una nueva mesa instalada. “La paz necesita tranquilidad, no se puede conseguir con afanes. Un proceso como este toma tiempo”, dice. Señala que ni Colombia ni el ELN son iguales a como eran en 2018. Nicolás Rodríguez, alias Gabino, ya no es el máximo jefe de la guerrilla [renunció en 2021 por motivos de salud] y el distanciamiento entre la cúpula que permanecía en Colombia y los delegados que han estado este tiempo en La Habana obliga a que se reencuentren para poder iniciar nuevamente un diálogo.

Antes de poner la mesa, Colombia deberá revocar las órdenes de captura contra los líderes guerrilleros que están en la isla para que puedan salir de allí y entrar en un periodo de consulta con la cúpula que está en territorio colombiano, también deberá nombrar a la nueva delegación y construir y pactar un mecanismo que permita el cese bilateral al fuego. El proceso hasta ahora empieza, pero ya tiene una parte adelantada. El corazón de los diálogos de paz con el ELN es la participación de la sociedad y el Gobierno de Gustavo Petro llega con una política en la que los territorios y las organizaciones sociales tienen voz.

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