En el contexto de la próxima elección entre Delgado u Orsi, hemos sido testigos de cómo la desinformación puede socavar los cimientos de este sistema. En un mundo donde las redes sociales y los medios digitales predominan, la propagación de noticias falsas y manipuladas se ha convertido en una estrategia común utilizada por algunos comandos de campaña, poniendo en jaque la integridad del proceso electoral.
La información es poder. Cuando se distorsiona o se presenta de manera engañosa, se manipula la percepción pública y se altera la realidad. En el caso de Delgado u Orsi, algunos comandos de campaña han recurrido a tácticas que no solo son éticamente cuestionables, sino que también son peligrosas para la salud democrática del país. La difusión de rumores, datos incorrectos y ataques personales no solo afecta la imagen de los candidatos, sino que desdibuja el debate político, convirtiendo la elección en un espectáculo de descalificaciones en lugar de un espacio para la discusión de ideas y propuestas.
Este fenómeno de desinformación no es nuevo, pero su proliferación ha alcanzado niveles alarmantes. Las campañas políticas, en lugar de centrarse en propuestas sustantivas y en el diálogo constructivo, han optado por el camino fácil de la difamación y la manipulación. Las redes sociales, con su capacidad de viralización instantánea, se han convertido en el campo de batalla donde la verdad pierde valor frente a la inmediatez y la sensacionalidad. Esto genera un clima de desconfianza, donde los votantes se ven bombardeados por mensajes contradictorios y confusos, lo que dificulta su capacidad para tomar decisiones informadas.
La responsabilidad recae no solo en los comandos de campaña, sino también en los medios de comunicación y en los ciudadanos. Los medios deben adoptar un enfoque riguroso en la verificación de hechos y en la presentación de información veraz. Desafortunadamente, en ocasiones, la búsqueda de clics y audiencias ha llevado a algunos medios a difundir información sin el debido contexto o análisis, alimentando así el ciclo de desinformación.
La respuesta ante esta crisis no puede ser la indiferencia. Es fundamental que los ciudadanos se conviertan en consumidores críticos de información. La educación mediática es clave para empoderar a la población y permitirles discernir entre la verdad y la manipulación. En un entorno donde las emociones son explotadas y las verdades son retorcidas, la capacidad de cuestionar y analizar la información que recibimos se vuelve vital.
Además, es necesario que las instituciones garantes de la democracia, como la Corte Electoral, implementen medidas que combatan la desinformación y promuevan la transparencia. Esto implica no sólo supervisar el proceso electoral, sino también fomentar campañas de educación cívica que informen a los ciudadanos sobre sus derechos y la importancia de un voto informado.
La elección de Delgado u Orsi debería ser un momento de reflexión sobre el estado de nuestra democracia. Si permitimos que la desinformación prevalezca, corremos el riesgo de deslegitimar el proceso electoral y de alienar a los votantes. La política debe ser un espacio para el diálogo y el respeto, no para la manipulación y la confrontación.
En conclusión, la democracia en Uruguay se encuentra en un momento coyuntural. La desinformación y las tácticas engañosas de algunos comandos de campaña no solo debilitan la confianza en el proceso electoral, sino que también amenazan el futuro de nuestra sociedad. Es hora de que todos asumamos la responsabilidad de defender la verdad, promover el debate informado y trabajar juntos por una democracia más fuerte y resiliente. La elección de Delgado u Orsi no es solo un evento político; es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con la verdad y la transparencia, valores fundamentales que no deben ser sacrificados en el altar de la ambición política.
Los medios privados en su mayoría son correligionarios militantes de los partidos tradicionales. Que van a tirar siempre contra el FA. De ahí que salen a mentir y enchastrar armando programas anti FA. No se puede hablar de transparencia con medios que son imparciales. Como la ex jueza Fossati, de la que se esperaba imparcialidad y terminó encubriendo al gnomo de Luis. La «democracia» se termina cuando les toca intereses a los poderosos.
Y quien puede pensar que el regalo de la fibra óptica a la TV no fué condicionada? A la vista está.
Algunos de los medios privados,ya sabemos, son voceros de lo que dice el gobierno y no lo contradicen cuando reciben millones por sus servicios. Pero tampoco la justicia actúa rápido cuando hay evidentes actos de corrupción. Se deja pasar el tiempo y ciertas noticias quedan en el aire sin tener solución, sin saber si son ciertas o noticias falsas. El gobierno tampoco ayuda cuando quienes cometen actos no éticos se los «premia» cambiándolos y dándole destinos mayores que los anteriores. La gente, entonces, quienes estamos lejos de la cocina, podemos imaginarnos verdades conociendo los actores y teniendo memoria, pero no que noticias es verdad y cual no.
La corrupción actúa en silencio y por tal motivo es difícil de probar, para iniciar cualquier acción hay que tener elementos que la apoyen, de otra forma son solo chismes.