Todos los años, el calendario social uruguayo incluye un capítulo que no cambia, que no sorprende, que no mejora: miles de jubilados terminan diciembre más endeudados que en enero, atrapados en un ciclo que combina inflación, haberes bajos, créditos fáciles y una presión emocional que ningún balance financiero contempla: el deseo —o la obligación— de sostener la mesa familiar de fin de año.
Es una postal repetida, pero profundamente silenciosa. A fines de noviembre y comienzos de diciembre, los pasillos de las financieras, los locales de crédito al consumo y las cooperativas se llenan de adultos mayores que, con paciencia y resignación, vuelven a firmar un préstamo que pagarán durante los próximos doce meses. “Es un poquito para las fiestas”, dicen muchos. Pero ese “poquito” se transforma en cuotas que arrastran hasta el siguiente diciembre, cuando el ciclo vuelve a empezar.
La mecánica es conocida y está normalizada. Pero normal no quiere decir justa.

Pensiones que no alcanzan, precios que no perdonan
Psicólogos, economistas sociales y organizaciones de jubilados repiten el diagnóstico: la canasta del adulto mayor supera ampliamente la jubilación mínima, y el ajuste anual no compensa la suba constante de medicamentos, transporte, alquileres y alimentos.
En diciembre, además, los precios estacionales empujan hacia arriba productos que se vuelven casi obligatorios para quien quiere poner una mesa digna: carne, panificados, frutas secas, bebidas, regalos para los nietos, algún cambio de ropa “para verse bien”.
La brecha entre ingresos y expectativas se convierte en deuda.
Un dirigente de una asociación de pasivos lo resume con crudeza:
“Los jubilados no se endeudan para viajar: se endeudan para no quedar mal con la familia.”
Créditos que se ofrecen como caramelos
Las financieras conocen esa necesidad emocional y la explotan sin pudor. En diciembre, las promociones para jubilados se multiplican: “crédito en el momento”, “sin recibo”, “tasas bonificadas”, “primera cuota en febrero”. Lo que no dice la letra grande es lo que aparece en la letra chica: tasas que duplican o triplican las bancarias, renovaciones forzadas y descuentos directos sobre la pasividad mediante el sistema de retenciones.
Para muchos, es el único acceso posible al crédito. Para el sistema, son cifras seguras: los jubilados nunca dejan de cobrar su pensión.
El problema es que casi ningún jubilado comprende realmente cuánto pagará al final del préstamo. Y cuando lo comprende, ya no tiene margen para decidir otra cosa.
La presión emocional: que nada falte en la mesa
Más allá de la economía, el componente emocional es decisivo. En Uruguay, la mesa de fin de año es un ritual: un espacio donde los abuelos suelen ocupar un lugar central, casi simbólico. Son ellos quienes “ponen la mesa”, quienes “guardan las tradiciones”, quienes resuelven con esfuerzo lo que el resto de la familia imagina que surge naturalmente.
Muchos jubilados sienten culpa o vergüenza de no poder sostener esa expectativa. Prefieren endeudarse antes que admitir que no pueden comprar un pan dulce o un cordero para Nochebuena.
La deuda se vuelve una forma de amor, aunque ese amor signifique arrancarse un pedazo del futuro.
Un círculo que no se rompe: deuda sobre deuda
El resultado es un círculo vicioso:
- Diciembre: se pide un crédito para las fiestas.
- Enero–noviembre: se pagan cuotas que ajustan el presupuesto diario.
- Llegado el nuevo diciembre, la plata no alcanza.
- Se pide un nuevo crédito que incluye refinanciación del anterior.
Lo que empezó como un préstamo de emergencia se convierte en una estructura permanente de endeudamiento. Y lo más grave: el jubilado paga siempre más de lo que recibe.
Política pública: el debate que nunca llega
Aunque la problemática es conocida, las soluciones brillan por su ausencia. No hay una política nacional de educación financiera para adultos mayores, ni un tope claro a las tasas de interés destinadas a jubilados, ni un sistema de protección ante endeudamiento compulsivo.
El Estado mira para otro lado y los gobiernos —todos— repiten cada año la misma promesa: “cuidar a los más vulnerables”. Pero en la práctica, quienes viven de una pasividad mínima son también quienes sostienen gran parte del negocio del crédito informal.
Uruguay discute macroeconomía, crecimiento o déficit fiscal, pero rara vez discute la pobreza silenciosa de los adultos mayores, una pobreza sin pancartas, sin protestas masivas y sin espacio en la agenda política.
“Lo hago por mis nietos”: un país que se sostiene sobre el sacrificio de sus mayores
La frase se repite en cada entrevista:
“Lo hago por mis nietos.”
Detrás de esa frase hay alegría, sí. Pero también sacrificio, angustia y renuncias. Los jubilados financian la mesa de diciembre con el año que aún no empezó, hipotecan el futuro por un momento de unión familiar, pagan tasas abusivas para sostener una tradición que nadie cuestiona.
Endeudamiento general
- 7 de cada 10 jubilados declaran haber solicitado al menos un préstamo en el último año para cubrir gastos corrientes.
- El endeudamiento promedio de un adulto mayor supera los $38.000, según estimaciones de organizaciones de consumidores.
- El 67% de quienes piden créditos lo hacen a través de empresas financieras privadas, donde las tasas efectivas pueden duplicar las del sistema bancario.
Préstamos de fin de año
- Durante noviembre y diciembre, los créditos solicitados por personas mayores aumentan entre 25% y 35%, según series históricas del mercado.
- Un jubilado destina, en promedio, 3 cuotas por cada compra navideña realizada mediante crédito.
- El consumo de fin de año representa casi el 20% del endeudamiento total anual en este grupo etario.
Ingresos y brecha económica
- El 82% de los jubilados vive con ingresos menores a $29.000, lo que implica que cualquier préstamo compromete entre 20% y 40% de su ingreso mensual.
- Los hogares liderados por adultos mayores destinan más del 35% de sus ingresos a gastos fijos (salud, medicamentos, alimentación), reduciendo su capacidad de ahorro.
Impacto en la economía doméstica
- Entre quienes se endeudan en diciembre, el 54% continúa pagando ese crédito hasta septiembre del año siguiente.
- El 39% reconoce haber dejado de comprar medicamentos o haber reducido controles médicos para poder pagar cuotas.
- Más del 60% afirma sentir “ansiedad o estrés financiero” asociado al endeudamiento.
La pregunta es cuánto tiempo más podrá sostenerse un país que se apoya en el endeudamiento de quienes ya hicieron su parte. Y, sobre todo, cuánto tiempo más será tolerable que la dignidad de los mayores dependa de un préstamo que solo beneficia a quienes lucran con la necesidad.
Diciembre pasa. Los brindis también.
La deuda, en cambio, queda.

