La diversidad educativa

“Vidas encajonadas” Re ensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

Las aulas se han transformado radicalmente. Entre otros elementos, han cambiado los contenidos, los métodos, los docentes y también los estudiantes que ya no son los pequeños grupos de antaño. Estamos ahora en transición desde unos accesos de elites, al actual ingreso masivo y la democratización educativa con la llegada a las aulas de más estudiantes.  Pero no son los mismos. 

De cohortes de estudiantes homogéneos pasamos al ingreso de una amplia población con características, historias, intereses y trayectorias diferenciadas. Y sin duda también de distintas perspectivas de vida. No han llegado por casualidad sino como resultado de luchas de inclusión y esforzadas historias de familias y personas buscando alcanzar una vida mejor. Siempre hubo un mundo de personas diversas fuera de las aulas e incluso escondidas en sus casas o dentro de los roperos, en regiones distantes, en las fronteras sin papeles, barrios pobres o incluso en altillos escondidos de familias pudientes. Cientos de miles que no transitaban sobre estas carreteras de vida y que ni reclamaban sus lugares en la mesa. Su exclusión de los recintos educativos era múltiple. Carecían de transporte, derechos, cupos o reconocimientos, y además soportaban pesadas barreras físicas, económicas, académicas y sociales. Estaban detrás del vidrio, mirando y soñando cruzar la calle y salir de esos guetos donde la vida y la historia los habían recluido. Acceder a las aulas fue siempre su mayor deseo de otra vida. El título universitario era el sendero pero que cupos y distancias, horarios y costos, certificaciones previas o trabajos, les prohibieron sentarse en esas soñadas y distantes aulas. 

Han ido llegando de a poco y en oleadas sucesivas y crecientes, pero quedan muchas dificultades. Algunos por suerte ya están agarrándose a las puertas de esas aulas donde conviven con presos, personas con menores capacidades o discapacidades, también poblaciones indígenas o de color, madres solteras o solo mujeres, ciegos o en sillas de rueda. Y sin duda también personas mayores y trabajadores u otros miles de excluidos tradicionalmente del acceso, la permanencia o el egreso de la educación. Falta mucho por recorrer. Pero ahora la diversidad choca contra una educación presencial que se devela que es también la palanca de la exclusión. Desde que no hay baños suficientes para mujeres o personas con dificultades físicas, hasta que se carece de rampas, faltan libros en braille, o la complejidad del traslado de los presos a las aulas y la falta de guarderías para los niños. 

También niños mal formados junto a otros con dotaciones especiales. Todo en medio de aulas saturadas que apenas les permite ver desde la puerta abierta. La diversidad reclama oportunidades, pero las pedagogías, las aulas o los docentes no están en capacitados para atender y resolver esos problemas. La sociedad de masas es la sociedad de la diversidad, de la inclusión obligatoria, pero también es la sociedad de una ya obsoleta y única educación presencial homogénea y estandarizada, frente a la urgencia e diversidad de pedagogías para permitir la educación personalizada que todos reclaman. 

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