Desde fines de los noventa, la UNESCO ha iniciado la realización de Conferencias Mundiales de Educación Superior (CMES), como un espacio de reflexión internacional de la educación superior para identificar situaciones, tendencias y políticas, y con ello servir de ámbito global para establecer consensos y metas que ayuden a los países y actores universitarios al mejoramiento de sus sistemas de educación superior. La mayor importancia de la educación superior y la conformación muy acelerada de un sistema global de la educación superior llevo a los Estados nacionales reunidos en la UNESCO a impulsar este ámbito de análisis, seguimiento, reflexión y establecimiento de lineamientos globales. La CMES se estableció como una Conferencia asesora, no resolutiva, y con participación más amplia que solamente la de los Estados en la Conferencias de la UNESCO, al integrar multiplicidad de actores sociales, económicos y educativos. En este escenario sus conclusiones no constituyen documentos oficiales de los Estados miembros, pero si expresiones de encuentro de consensos, de análisis y de metas de largo plazo. La CMES no impone compromisos a los Estados miembros sino directrices y orientaciones generales no vinculantes. A la fecha se han realizado tres CMES: en 1998, 2009 y 2022, en mayo de este año en Barcelona.
El objetivo en un nivel más general, ha sido la búsqueda de articulaciones globales entre los diversos sistemas nacionales, con miras a acelerar la movilidad, el reconocimiento y el acceso al conocimiento. En tal sentido, la CMES se orientó a la identificación de áreas de articulación, convergencia y estandarización en términos de información, sistemas, estructuras, políticas y mecanismos de colaboración. El eje es la armonización de las formas de producción de enseñanza y de reconocimiento de las certificaciones obtenidas. Esta convergencia global de los sistemas de educación ha sido impulsada por la propia UNESCO en diversos ámbitos, convenciones y políticas, con miras a contribuir a la educación internacional y reducir las asimetrías entre los sistemas nacionales. En esta línea, destacan diversos instrumentos específicos complementarios, tales como el establecimiento de la Clasificación Internacional Normativa de Educación (CINE) diseñada en los años de 1970 como instrumento para reunir, compilar y presentar indicadores y estadísticas comparables de educación, tanto dentro de los países como a nivel internacional, y para ordenar un esquema comparable y común de ordenamiento de los sistemas educativos para facilitar la movilidad académica y el reconocimiento de las certificaciones. Su primera versión fue la CINE-76, luego CINE-97 revisada, y una nueva clasificación CINE 2011, actualmente en revisión. Otro de los instrumentos ha sido la Convención Mundial de Reconocimiento de las Cualificaciones de Educación Superior, cuya versión final coincidió en este año con la realización de la CMES del 2022, y actualmente está en proceso de aprobación por los diversos países para constituirse en una Convención para todos los países signatarios.
La arquitectura organizativa de las CMES se encaró sobre la realización previa de Conferencias Regionales de Educación Superior (CRES), con participación de gobiernos, universidades y sociedad civil, como espacios de estructuración de consensos regionales. Igualmente, tales encuentros regionales se estructuraron asociados a la discusión y legitimación de las Convenciones Regionales de Reconocimientos de Títulos que la UNESCO impulso desde los años 70 del siglo pasado, buscando facilitar la movilidad de profesionales, estudiantes, docentes, instituciones y certificaciones. Las Conferencias Regionales vienen mostrando enormes diferencias entre los continentes en sus sistemas de educación en relación a la cobertura, la equidad, la participación privada, la feminización, el financiamiento, la regulación, el grado de autonomía de las Universidades, los niveles de calidad, la existencia de sistemas de aseguramiento de la calidad o el grado de internacionalización. Ello no sólo ha limitado establecer estándares globales, sino incluso avanzar hacia convergencias regionales, tales como se está produciendo en Europa con su Espacio Común de la Educación Superior. Las CRES en la región (La Habana, Cuba (1996); Cartagena, Colombia (2007) y Córdoba, Argentina (2018), mostraron una amplia diferencia de miradas e intereses, que han derivado en que el sueño de un espacio común de la educación superior se ha ido diluyendo e incluso desapareciendo de la agenda política. La primera CRES en América Latina se centró en la evaluación y la calidad centrada en la pertinencia que revalorizo la acreditación y vinculó los criterios de calidad a la pertinencia, Más allá de que también la CRES-96 impulsó el cambio de la estructura institucional de la UNESCO y facilitó la creación del IESALC (Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe), en el cual tuve el honor de ser su primer director entre el 2000 y el 2005 como resultado de un concurso internacional en su momento, dio el impulso a la creación de agencias de evaluación y acreditación. La segunda CRES (2009) se centró en un enfoque contra la mercantilización acorde al avance de la educación privada que derivó en una centralidad de la educación como un bien público, revalorizó la regulación y una internacionalización limitada e impulso una mirada dicotómica público- privado. Allí se concibió la calidad como una derivación de la regulación, especialmente para el sector privado, y que en todas partes también ha ido limitando una concepción de la autonomía universitaria como autarquía y un funcionamiento como un estado independiente. Por su parte, la 3ª CRES y la CMES del 2022, buscaron remodelar las ideas y prácticas en la educación superior para garantizar el desarrollo sostenible. Ello se produjo en el contexto del creciente alineamiento de la estrategia mundial de los organismos internacionales a los Objetivos de Desarrollo Sustentables 2030 de las NNUU. En lo atinente a la Educación Superior, la CMES se centró en el contexto de la Revolución digital, de nuevos enfoques interdisciplinarios, de la transformación de los mercados laborales, la globalización económica y la necesidad de una sostenibilidad planetaria. En este escenario se ha ido abandonando el concepto de un solo modelo planetario educativo para revalorizar la diversidad de formas y concepciones para alcanzar la cobertura, la equidad y la calidad, la diversidad de tipologías universitarias, el multicurrículo y las multipedagogías, más allá de la existencia de un mínimo de estándares básicos públicos. Ahora es tiempo de bajar a la política práctica, el concepto de la diversidad educativa e ir superando la idea de modelos rígidos de la educación superior en todos sus concepciones.
(El presente artículo deriva de la conferencia que dictara en días pasados en el programa doctoral de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia).