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“Es difícil apostar al campo” dijo Graciela Pereyra integrante de Mujeres Rurales de Canelón Chico. Relata su pasión por la zona rural en donde vive, por el campo y por las mujeres de familias productoras que junto a los hombres elaboran los productos que son su sustento.

La mujer rural supo salir adelante con las manos en la tierra.

La mujer tiene la puerta abierta para demostrar su capacidad de mantener, sostener y continuar bajo su responsabilidad el sustento del hogar a la par del hombre. No solo se dedica a los quehaceres de su casa como era en tiempos anteriores, ya no sólo cocina, limpia, plancha y cuida a sus hijos. Ellas también salen a buscar sus propios sueños, elaboran sus pensamientos y consiguen su dinero a cambio del trabajo.

Canelón Chico, es una zona rural del departamento de Canelones, que comprende grandes hectáreas del territorio canario. La mujer de ésta zona se la identifica principalmente con el trabajo rural, la tierra y el trabajo que inicia al alba y termina al atardecer.

Graciela Pereyra, nació en San Antonio, una de las localidades que componen el conocido santoral del departamento de Canelones. Actualmente hace más de 40 años vive en la zona rural y productora de Canelón Chico en ruta 66 km 25.500 con su familia.

Según dijo a Diario La R, se ha dedicado a apostar por el campo, la chacra en una ruralidad que no es tan fácil “menos cuando somos pequeñísimos productores rurales”. “Siempre se lo digo a la muchachada y a las mujeres, que ni todos podemos ser doctores ni todos seriamos chacreros. Ahí a veces es el consuelo que tenemos de lo difícil que es apostar al campo”, puntualizó. Junto a su familia se dedican a la producción hortícola tanto en campo como en invernáculo.

Graciela agrega que como productores no tienen sindicato, no queman cubiertas, no hacen paro y lo único que saben es trabajar, cosechar y vender “mal o bien”, pero vender la producción porque es de lo que viven.

Ella es una mujer que siempre estuvo emparentada a grupo de mujeres con grupos de productores y juntar ambas partes para progresar o insinuar que juntos podían lograr más cosas que cada uno por su lado. “Nos teníamos que hacer fuertes de alguna manera”, sostiene.

Comenzó a visitar algún grupo incipiente de mujeres que querían unirse a sus ideales basados en sus años de trabajar en el campo y poder ayudarlas. La tecnología les ha permitido generar una mayor conectividad entre los grupos y así hoy componen a un sinfín de mujeres rurales en todo el país.

Integra desde el año 1995, el grupo Mujeres Rurales de Canelón Chico (Mucachi), donde colabora en las necesidades de los productores y de las mujeres de la zona y sus alrededores. Recuerda que los comienzos de la organización no fueron fáciles porque “uno está en los aciertos y los desaciertos pero todos vamos acumulando experiencia de lo que sirve y de lo que no sirve, de luchar por eso o dejarlo de costado que fue solo una experiencia más de la vida”. “Mucachi lo empezamos 3 o 4 y luego se fueron sumando y a Dios le doy gracias de poder haberlo hecho porque eso nos impulsó a seguir. Más que nada a ayudar a las familias, a nuestras familias pero a la familia de todo Canelón Chico y zonas aledañas”, añadió.

En el año 2000, Graciela fue presidenta de Mujeres Rurales del Uruguay. Cuenta que fue un enriquecimiento total pero que “no fue fácil convivir con tantos grupos de mujeres. Yo no las conocía, no sabía de su trabajo, de su familia y tuve que arrancar de cero”. “Una cosa es tener un grupo constituido otra es tener 40 grupos de mujeres distribuidos por todo el país”, puntualizó.

La entereza de ella, su amor por el trabajo rural y por la mujer generó una comunión entre los grupos de estas mujeres que se mantiene hasta estos días. En las políticas públicas de aquel momento (año 2000) sus decisiones eran tomadas en conjunto frente a diferentes actores empresariales. “La misión de aquel momento era facilitar que todas las mujeres desarrolláramos plenamente los potenciales que nosotras teníamos guardados y que no nos animábamos. No pensábamos en la riqueza que cada una tenía y tiene hoy mismo”, subrayó. Y agregó “siempre nos tuvieron como el grupo insignia, que quizás no fue ni es, ni será, pero éramos un grupo grande de productores familiares”.

Graciela Pereyra remarca que a veces es culpa de la sociedad “que una mujer tímidamente acompañe y no participe” de actividades rurales o de cualquier otra índole. Acota “a veces también es culpa de nosotras mismas porque no nos damos el valor que tenemos como mujeres, sea como mujer rural, o simplemente como mujer. Creo que somos en muchos casos bastante pasivas. No queremos acarrearnos el problema. Si tenemos la casa, tenemos los hijos, hacemos la cena, nos sentamos a mirar la comedia, todas tenemos los mismos derechos de hacer los que nos guste pero después es cuando vienen las complicaciones”.

Sostiene que siempre existió el machismo y va a existir, “pero ahora tenemos un montón de cosas a favor. Tenemos los derechos que quizás nunca supimos que teníamos o nos los queríamos ver”. Manifiesta que las mujeres tienen el derecho de liderar, de participar en política, entre otras cosas.

En su momento hace casi 30 años atrás, se agruparon para hacer cosas por ellas mismas. Eran mujeres que sabían que tenían oportunidades que podían utilizar por ellas y por sus familias, y lo supieron hacer.

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