Para hablar de los orígenes de la pasta, no tenemos que remontarnos a Italia como uno podría pensar en primer lugar, nos tenemos que remontar al continente asiatico más precisamente a China, donde los primeros ancestros de los fideos aparecieron hace más de 3000 años. Hacían una masa con harina de arroz y agua, formaban unos fideos largos y delgados que se freían o se cocian al vapor y se servían con vegetales y salsa de soja.
No fue hasta finales del siglo XIII, que Marco Polo tras un viaje al Lejano Oriente, más precisamente a China en el año 1271, introdujo la pasta a Italia donde comienza a popularizarse de manera masiva luego de que se adapte la receta a los ingredientes de la región. Se cambió la harina de arroz o de mijo que utilizaban los chinos por harina de trigo. A medida que se popularizaba, la gente comenzaba también a experimentar agregando ingredientes como verduras o queso a la masa. A principios del siglo XX los inmigrantes Italianos tanto como los turistas que visitaban Italia y quedaban enamorados de su gastronomía, comenzaron a llevar la receta de la pasta a diferentes regiones del mundo.
La inmigración Italiana hacia América Latina que se dio en gran parte por la segunda guerra mundial, trajo consigo la costumbre de hacer y comer pasta lo que hizo que se popularizara de manera casi instantánea. Sumando eso con su versatilidad la pasta tomó un lugar predilecto en cualquier comida. Tanto siendo un plato principal como tallarines con tuco o ravioles con queso. Siendo guarnición de una carne o una milanesa. Y hasta siendo solo un ingrediente como en una ensalada o una tortilla. En momentos difíciles siempre fue una opción asequible para mantener a una familia numerosa.
Pasó el tiempo y la pasta tomó un rol y un protagonismo tan grande en Uruguay y América Latina, que incluso tenemos un día al mes para un tipo de pasta en específico: el famoso 29 de ñoquis. Lo que no quiere decir que uno no pueda disfrutar de un plato de ñoquis en cualquier día, pero los 29 podemos ver en mayor cantidad tanto las filas en las fábricas de pastas como la cartelería de los restaurantes ofreciéndolos como plato del día.
La masa básica de pasta para una persona se hace con 1 huevo y 100 gramos de harina, eso se amasa bien hasta formar un bollo y se deja reposar media hora. Luego se estira y se procede a cortar de la forma que se prefiera y mejor se ajuste a la receta que se tiene en mente.
Pero sirve tanto como para tallarines como para moñas o ravioles. Se estila que las pastas cortas y con pliegues se usen en una salsa más líquida para que así se impregnen mejor con la misma, mientras que los fideos largos con salsas más espesas. Las pastas rellenas van bien con cualquier tipo de salsa.
Estoy seguro que casi todos los Uruguayos tenemos un recuerdo reconfortante ligado a la pasta, ya sea comiendo ravioles con tuco un domingo en familia y cuando no quedaba nada limpiar el plato con el pan. O haciendo los ñoquis del 29 con la abuela, primero quemándome las manos con la masa caliente y después pasando las bolitas de masa por el tenedor para darle las canaletas y la forma.
Bien podría estar describiendo recuerdos míos, o los de cualquiera de cientos de miles de uruguayos a través de los años. Esto es una demostración de cómo la pasta evolucionó durante el tiempo pero manteniendo su esencia y dejando así una huella marcada en nuestra cultura.