La revolución de los transgénicos en el agro Uruguayo

La adopción de cultivos transgénicos ha sido un factor clave para el crecimiento y la competitividad.

En las últimas décadas, la agricultura mundial ha experimentado un cambio radical impulsado por la biotecnología  El uso de semillas genéticamente modificadas (GM) ha permitido al país consolidarse como uno de los principales exportadores de productos agrícolas a nivel global. Sin embargo, este avance no está exento de controversias y desafíos que siguen generando debates entre productores, científicos, ambientalistas y la sociedad en general. Uruguay comenzó a utilizar cultivos transgénicos en la década de 1990, siendo pionero en América Latina después de Brasil. Los cultivos más utilizados en el país son la soja, el maíz y el algodón. Estas variedades genéticamente modificadas están diseñadas para resistir plagas, enfermedades y condiciones climáticas adversas, así como para mejorar la eficiencia en el uso de insumos como pesticidas y fertilizantes. Según cifras del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), alrededor del 90% de la soja cultivada en Uruguay es transgénica, lo que posiciona al país como el segundo mayor productor de soja transgénica de América Latina, sólo detrás de Brasil.

Los beneficios de los cultivos transgénicos son evidentes en la productividad. Gracias a la resistencia a plagas como el picudo algodonero o la oruga del maíz, los agricultores uruguayos han logrado reducir significativamente el uso de agroquímicos.

A pesar de los beneficios productivos, la introducción de cultivos transgénicos en Uruguay ha generado preocupación entre algunos sectores de la sociedad. Uno de los temas más debatidos es el impacto ambiental de estos cultivos. Los críticos argumentan que el uso de semillas genéticamente modificadas puede provocar la aparición de malezas resistentes a herbicidas, lo que generaría un círculo vicioso de mayor dependencia de productos químicos. Además, existe el temor de que los transgénicos puedan afectar la biodiversidad y los ecosistemas locales.

En cuanto a la salud humana, los transgénicos han sido objeto de diversas investigaciones para determinar si su consumo representa un riesgo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades internacionales han asegurado que los cultivos transgénicos autorizados son seguros para el consumo humano y animal. No obstante, algunos grupos de consumidores prefieren alimentos no modificados genéticamente. A medida que la biotecnología avanza, Uruguay se enfrenta a nuevos retos y oportunidades en el campo de la agricultura transgénica. En el horizonte se vislumbran innovaciones como los cultivos con resistencia al cambio climático, como la sequía o el exceso de lluvias, que podrían ser clave para enfrentar los efectos del cambio climático en la producción agrícola.

No obstante, el futuro de los transgénicos en Uruguay dependerá de un equilibrio entre la innovación tecnológica y la sostenibilidad ambiental. La clave será garantizar que el uso de estas tecnologías se haga de manera responsable y consciente. En Uruguay, aunque los beneficios son innegables, los desafíos ambientales y de salud siguen siendo puntos clave en el debate. El futuro de los cultivos transgénicos dependerá de un enfoque integral que contemple tanto el progreso científico como la responsabilidad hacia el medio ambiente y las generaciones venideras.

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