La Revolución Mexicana y su legado, una perspectiva desde la República Oriental del Uruguay

La Revolución Mexicana es un movimiento social de muy amplios alcances, que modificó profundamente las formas de vida en el México de inicios del S XX.

Múltiples estudios se vienen realizando, incluso en pleno proceso, que caracterizan a la Revolución Mexicana como el primer y más profundo movimiento social del Siglo XX, no solo en las Américas sino en el Planeta Tierra.

La Revolución mexicana estalló en México el 20 de noviembre de 1910, como reacción popular ante la dictadura de. Porfirio Díaz, un general que combatió con éxito a los invasores franceses, colaborando con Benito Juárez pero perdió piso al ejercer el poder dictatorialmente (1876 hasta 1911), 35 años oprobiosos en los que que si bien logró un notable crecimiento económico y tuvo estabilidad política, lo realizó con altos costos sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz.

Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional. Cuando Díaz aseguró en entrevista al periodista Creelman que se retiraría al finalizar su mandato, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al Gobierno cobró relevancia ante la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.

El 20 de noviembre de 1910, resultado del descontento popular hacia la dictadura de Porfirio Díaz, derivó en una guerra civil que transformó a profundidad el país. Si bien se considera que el movimiento armado terminó con la promulgación de la Constitución de 1917, en realidad la estabilidad tardó en llegar muchos años más.

La historia comprueba que las grandes transformaciones no son acontecimientos con fechas prefijadas, si bien se graban en efemérides; al final son procesos políticos, económicos y sociales complejos que pueden continuar por muchos años, a veces de maneras no tan evidentes.

Para conmemorar este acontecimiento el Gobierno de México declaró el 2022 como “Año de Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución Mexicana”. Con ello se reconoce que hay personajes e ideas que preceden a la lucha armada, que se fueron acumulando para propiciar la huida de Díaz y el alumbramiento de una nueva etapa.

El legado de la revolución no se limita a los años de lucha, sino que incluye el proceso de construcción de un nuevo régimen una vez que se depusieron las armas.

La revolución mexicana involucró muchas facciones y caudillos, con ideas y propuestas distintas en sí, pero convergentes en la creación de una nación distinta. Algunos, como Francisco I. Madero, estaban enfocados en el cambio político, en acabar con la reelección. Otros, como Emiliano Zapata, planteaban nuevas condiciones para repartir la tierra y apoyar a los campesinos.

Dos factores fueron centrales para pasar de la fase armada a una más institucional. Por un lado, la promulgación de la Constitución de 1917, que, al incluir cambios políticos y derechos sociales, retomaba muchas de las razones de lucha de los distintos grupos revolucionarios. Por el otro, el llamado Grupo Sonora, integrado por personajes como Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, se hizo del poder en 1920 y sentó las bases de un nuevo régimen, en el que había una transferencia pacífica del poder. 

Algunos analistas consideran que el último presidente emanado de la Revolución fue Lázaro Cárdenas, quien gobernó de 1934 a 1940. Durante su gobierno, se avanzó considerablemente en el reparto agrario en favor de los campesinos y se realizó la expropiación de la industria petrolera, pilar del crecimiento posterior de la economía mexicana.En regímenes posteriores se llevó a cabo la expropiación de la industria eléctrica y otras reivindicaciones en política exterior.

El México actual es producto del legado de la Revolución que inició en 1910. La Constitución que emanó de ella, si bien es un documento vivo que continúa adaptándose a las necesidades del país, mantiene la base y la visión de quienes lucharon a principios del siglo XX por un México más igualitario y más plural.

En el plano político, el voto directo para la elección de presidente, diputados y senadores federales es otro legado de la Revolución. La transferencia pacífica del poder cada seis años, es otro aspecto fundamental del sistema político mexicano actual, que aporta estabilidad y permie tener continuidad, librándolo de asonadas militares o golpes de Estado. 

En lo social, destaca la mejora educativa. Al terminar la lucha armada José Vasconcelos creó la Secretaría de Educación Pública, e hizo presente al gobierno federal para que la instrucción púbica llegara a todos los rincones del país. A partir del denominado nacionalismo revolucionario, se impulsó la obra artística. Se utilizó la pintura mural para enseñar historia al pueblo. En ello fueron clave grandes pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros.

Los avances sociales no fueron pocos. Iniciaron las campañas de vacunación, se fueron conformando instituciones de seguridad social y mejoras en las condiciones laborales.

En las primeras décadas del siglo XX, Uruguay también vivió un periodo de transformación, si bien no tan dramático como el de México. El Batllismo fortaleció la presencia del Estado y su papel en los ámbitos del desarrollo económico al tener un papel rector en la promoción industrial; apoyó al movimiento obrero brindándole una legislación protectora; impulsó la reforma rural al reducir los latifundios para pasar a un país de pequeños propietarios; planteó un sistema fiscal más progresivo; propulsó la educación y buscó una participación política más directa.

Es posible ver varios paralelismos entre el México y el Uruguay de esa época. Destacan los impulsos para que el Estado brinde mejores oportunidades a los más desfavorecidos, por medio de una mejor educación, leyes laborales que defiendan a las y los trabajadores, así como un reparto agrario más equitativo.

Las transformaciones son complejas y difícilmente ocurren de un día para otro. En ocasiones son más dramáticas, como sucedió con la Revolución mexicana; a veces son menos evidentes, como cuando se trata de procesos reformistas. De cualquier manera, como en todo proceso social, siempre hay algo de inconcluso: la lucha por la justicia y la igualdad son perennes. De ahí la importancia de no olvidar a los luchadores sociales de antaño como los Serdán, Flores Magón, Madero, Villa, Zapata, Obregón y Cárdenas, entender sus legados, y a partir de ellos seguir trabajando por un futuro mejor. Ese es el impulso que la cuarta transformación liderada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, lleva a cabo desde hace 4 años con marcados resultados favorables en la atención a los más pobres y obras de infraestructura de alta envergadura. México sigue adelante en manos de un gobierno responsable y decidido.

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