Las reticencias de Argentina y Brasil a liberalizar más sus economías parecen dejar a Uruguay en un callejón sin salida

Uruguay mantiene un prolongado forcejeo con el seno de Mercosur para establecer acuerdos de libre comercio con países como China y Corea del Sur.

La orientación más proteccionista de Brasil y Argentina, los mayores socios de Mercosur, dificulta el grado de apertura comercial que desea Uruguay, que se ve atado de manos por las cláusulas internas de un proyecto de integración que se ha quedado lejos de sus ambiciones iniciales. Mercosur parece encontrarse en un cierto callejón sin salida.

Uruguay defiende que un proyecto de integración económica como el del Mercado Común del Sur (Mercosur) no solo tiene como objetivo aumentar los intercambios dentro del propio bloque comercial, que en realidad queda muy por detrás de otros bloques más compactos, como es el caso de la Unión Europea, sino también incrementar la interacción con el resto del mundo, para que los países puedan insertarse en cadenas tanto regionales como globales.

Desde su elección en 2020, el presidente Luis Lacalle Pou ha insistido en el seno de Mercosur en que a Uruguay se le permita avanzar en negociaciones de libre comercio de modo unilateral, dado que sus otros socios son remisos a esa mayor apertura (sobre todo Argentina y Brasil; menos problemático es Paraguay), dejando la puerta abierta a que en un estadio final, desbrozado ya gran parte del acuerdo, este pueda ser extensible a los otros tres países, con las salvaguardas nacionales convenientes. Pero sus vecinos replican que, según las cláusulas internas, cualquier negociación de nuevos acuerdos debe ser llevada a cabo por todos a la vez. Ven como riesgo que Uruguay acabe yendo por su cuenta y eso suponga el resquebrajamiento de Mercosur.

Uruguay plantea un mecanismo de flexibilización que permita a los socios de Mercosur llevar a cabo individualmente negociaciones con terceros países o agrupaciones de países, y ha defendido su postura con vehemencia en las últimas cumbres del bloque. Al asumir en julio de 2022 la presidencia pro témpore de la organización, Lacalle advirtió que Uruguay “no se va a amputar” la posibilidad de acuerdos comerciales si los otros socios insisten en no acompañarle. “Uruguay quiere avanzar con el Mercosur”, pues así “tenemos más fuerza, más dimensión y más poder negociador con el mundo”. Añadió, no obstante, que si Mercosur no acompaña en las negociaciones con terceros países, Uruguay está dispuesto a seguir solo. En la cumbre de diciembre de 2022, celebrada en Montevideo y en la que Lacalle actuó de anfitrión, el choque fue manifiesto y el ambiente de enfrentamiento impidió la publicación de un comunicado conjunto. Sus tres socios acusan a Uruguay de “juego sucio” y de “tácticas antideportivas”, y advierten que se reservan el derecho a represalias económicas si Uruguay negocia acuerdos bilaterales sin la autorización del bloque.

En la agenda uruguaya están las conversaciones con Turquía, Corea del Sur y China, con la cual ha llevado a cabo un gran acercamiento, pero no puede avanzar en ellas por la disputa interna de Mercosur. También ha pedido adherirse al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido como TPP, al que presentó la solicitud el 1 de diciembre de 2022.

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Por otra parte, la visita de Lacalle a la Casa Blanca en junio de 2023 se produjo en medio de la tramitación de una iniciativa de partenariado entre Estados Unidos y Uruguay, si bien de rango y alcance inferior al tratado de libre comercio que en 2007 tuvieron oportunidad de cerrar y que de entrada no avanzó por las reticencias del Frente Amplio hacia la Administración Bush.

Uruguay experimenta una gran necesidad exportadora derivada de la alta capacidad productiva de su agricultura y de su ganadería, facilitadas por las excelentes condiciones naturales del país, y de su poca población: produce alimentos para unos 40 millones de personas y solo cuenta con 3 millones de habitantes. Su exportación a los grandes mercados de Brasil y Argentina se ve limitada porque esos dos vecinos, así como Paraguay, son igualmente importantes productores de alimentos, lo que obliga a buscar otros destinos más allá de Mercosur.

Siguiendo esos intereses contrapuestos, Buenos Aires prefiere establecer acuerdos sectoriales con mercados específicos, mientras que Brasil promueve una apertura lenta que permita acompañar una liberalización sin riesgos de su economía. Paraguay comparte el deseo uruguayo de acceso a nuevos mercados, si bien en la diplomacia institucional dentro de Mercosur evita formar una alianza con Montevideo.

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Uruguay se queja de que Mercosur no ha firmado ningún acuerdo de libre comercio con ninguna de las diez mayores potencias económicas del mundo. El acuerdo alcanzado con la Unión Europea en junio 2019 no ha podido avanzar al negarse varios países europeos a su ratificación por considerar que lesiona sus propios sectores productivos; tampoco el peronismo argentino ha visto con buenos ojos su impulso en su momento.

El regreso de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en 2022 no ha supuesto ningún impulso para una mayor efectividad de Mercosur, algo que tampoco modificaría un posible cambio de orientación ideológica en la Casa Rosada a finales de 2023, aunque eso rebajará los tics estatalistas argentinos.

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La presión de Uruguay puede obligar a algunos retoques institucionales, de manera que finalmente Mercosur flexibilice las negociaciones con terceros países, pero el problema de fondo no es de procedimiento, sino de filosofía: la apertura al libre comercio de los uruguayos casa muy mal con el proteccionismo de que hace gala Argentina y, más moderadamente, Brasil.

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