Leibniz saltando a la cuerda: una obra de Pascale única y pensada para el Museo Nacional de Artes Visuales

“Como un recuerdo de Leibniz saltando la cuerda, porque él también fue niño y cuando vos saltas la cuerda, haces 360 grados de catenaria”.

Una nueva exposición individual se suma a la carrera de Ricardo Pascale de la mano de Leibniz saltando a la cuerda, compuesta por nueve módulos todos iguales, con 11 cuerdas cada uno que cuelgan del techo. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de ir a visitar la obra junto con el artista donde nos explicó que cada cuerda cae vertical hacia el piso “formando una de las funciones más bellas de las matemáticas: la catenaria”.

La composición se expone en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) hasta el 24 de marzo de 2024, en la sala 5, acompañada por una banda sonora compuesta por Sylvia Meyer, quien también realizó piezas únicas para la ocasión.

Antes de continuar con la entrevista, hagamos un breve repaso por su vida, Pascale inició sus estudios en artes visuales a los trece años, aprendiendo sus primeras técnicas de la profesora Elsa Carafí, a continuación descubre la pintura con óleo y acuarela. Se graduó como Contador Público en la Universidad de la República, impulsado por el interés de comprender el declive económico que había sufrido Uruguay, pero sin dejar atrás su vocación por las artes visuales y su atracción por la arquitectura. Pasó más de un tercio de su vida adulta fuera del país, teniendo la oportunidad de conocer más de cerca a los grandes maestros y generar contacto directo con las artes visuales en los centros más importantes de arte de Estados Unidos, Europa y América Latina.

En 1985, con el retorno de la democracia ocupó el cargo de presidente del Banco Central del Uruguay y bajo esta presidencia se crea el Premio Pedro Figari en Artes Visuales y comienza la creación de una pinacoteca. Concreta también la adquisición de una vieja casona en la Ciudad Vieja de Montevideo, donde hoy tiene su sede el Museo Figari.

En 1999 lo invitan a concurrir a la Bienal de Venecia representando a Uruguay; dos años más tarde participó en la de Cuenca y desde entonces sus obras participaron de muestras individuales y colectivas en el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay; en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile; en el Museo de la Nación de Lima, Perú; en el Museo del Hombre y Fundación Guayasamín en Quito, Ecuador; en el Museo de Arte Moderno de México DF; en el Museo del Barro en Asunción, Paraguay; en el Centro de Exposiciones Joan Miró de Madrid; y en la Fundación Batuz, Alemania. Así como también realiza muestras individuales en galerías y centros de arte de ciudades como Nueva York, Washington, Miami, Roma, Milán, Madrid, Barcelona, Valencia y Berlín.En la entrevista Pascale explica que el director del Museo, Enrique Aguerre, lo invitó a exponer, con la característica de que la obra tenía que tener en cuenta las composiciones espaciales del edificio a la hora de presentar su propuesta final y durante próximamente dos años se vio envuelto en ese objetivo, crear en una sala vacía de más de 500m2.

“Ya desde hace muchos años que fui dejando la pintura y el dibujo y otras técnicas y me fui hacia el espacio, entonces antes lo que hago es mirar el espacio, ver en qué consiste y cómo se compone” explicó y agregó que “en este caso es un prisma rectangular con sus caras iguales, pero con diferencias en el piso, que es de madera y en el techo, que es cuadriculado”. Ante esto notó que el techo tenía una importancia muy grande desde el punto de vista estético y formal, de las formas, “ahí di muchas vueltas porque mi exposición tenía que hacerla al techo”, entonces lo replicó como si fuera una hoja de papel cuadriculada y “a partir de ahí hice muchos dibujos y me pareció que las cuerdas náuticas eran el material adecuado por su ligera desnudez, no quería hacer una cosa muy artificial, sino que tuvieron una cierta naturalidad y me quedé con 9 módulos y con una de las formas de matemáticas más linda y particular que tenemos, la catenaria”.

Catenaria: una curva que adopta un material flexible, dócil, pero de densidad uniforme sujeto por sus dos extremos y sometida únicamente a la fuerza de la gravedad. En el siglo 17 aún estaba la incógnita de la curva que describe un cable que está fijo por sus dos extremos y no está sometido a otras fuerzas distintas que su propio peso y confundiéndose al principio con la parábola, hasta que el problema lo resolvieron los hermanos Bernoulli simultáneamente con Leibniz y Huygens.

Siendo ese el orígen del nombre de la obra, “como un recuerdo de Leibniz saltando la cuerda, porque él también fue niño y cuando vos saltas la cuerda, estás haciendo una catenaria, haces 360 grados de catenaria”.

Finalizando destacó que “pude ocupar el espacio como yo quería y no cargarlo, sino que fluyera y que la gente hiciera la interpretación que quisiera, porque los artistas no tienen que decir la interpretación, para mí la gente debe terminar la obra” y en lo personal la satisfacción fue muy grande, “imagínate que expongo en nada menos que la sala más importante del Museo y eso me emocionó, cuando fui armando todo casi lloro, porque logré expresar paz en este mundo tan convulsionado y me gustó mucho”.

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