La escritora argentina Leila Sucari vuelve a sacudir el panorama literario con su nueva obra, ¿Se dice así?, un libro que se resiste a ser reducido a la categoría de “novela erótica” y que, en cambio, propone una indagación más amplia, más compleja y más desafiante: una exploración del deseo como forma de conocimiento, del lenguaje como territorio inestable y del cuerpo como una fuerza eléctrica que piensa, pulsa y escribe.
La autora —reciente ganadora del Premio María Elena Walsh–Sara Facio, entre más de sesenta proyectos presentados— plantea una obra en la que el erotismo funciona como puerta de entrada, pero nunca como límite. “Es un libro que usa el erotismo como punto de partida, no como destino”, afirma. En ese gesto inaugural se despliega una escritura que se atreve a mirar aquello que las palabras no alcanzan a nombrar: el misterio del impulso, la intimidad que resiste, la vibración física que antecede al significado.
Sucari no escribe desde lo anecdótico ni desde la trama clásica. Su apuesta es otra: una forma fragmentaria y luminosa, atenta al ritmo y al tono, donde la emoción se impone sobre el argumento. Con ecos de Roland Barthes y resonancias de Anne Carson, su narradora avanza siguiendo destellos, guiada por un lenguaje que se mueve entre la poesía, la reflexión y la pulsión. “Me interesa mirar con microscopio y pensar musicalmente. Las tramas ordenadas me aburren; prefiero ir al hueso, que siempre es errático”, señala.
La obra propone una lectura que desafía clichés, convencionalismos y mandatos de género. El jurado que distinguió al libro valoró precisamente ese gesto: un acercamiento directo, sin eufemismos ni complacencias, donde la protagonista ya no es objeto, sino impulso, fuerza que desobedece, que interroga y que nos recuerda que el erotismo también es un territorio político.
Sucari explica que para escribir erotismo sin caer en estereotipos ni en pudores innecesarios, su método fue simple y radical: escuchar al texto. “Barthes decía que donde hay cuerpo no hay estereotipo. Escribí desde las pulsiones de la narradora, sin pensar en quién me iba a leer. Todo género exige riesgo y entrega”, sostiene.
En tiempos culturales acelerados, donde la intimidad parece quedar relegada frente al ruido digital, ¿qué lugar puede ocupar una literatura que se detiene en lo sensible? Sucari no busca responder con certezas, pero sí apunta hacia lo que considera fundamental: las grietas de inutilidad, de pausa, de contemplación. “Me interesa lo que detiene la vorágine. La inutilidad que mira, toca, escucha. Ahí, donde todavía se puede imaginar algo distinto”.
La autora también advierte que el erotismo actual atraviesa un momento de empobrecimiento imaginativo, consecuencia de la hiperproductividad y la falta de ocio. Su propuesta es clara: para recuperar el deseo hay que perder el tiempo. Leer cosas viejas, mirar películas, caminar sin rumbo, entrar a la cama sin objetivos. “La imaginación necesita ensoñación”, afirma.
¿Se dice así? es, así, una obra que excede su propio género. Una pregunta antes que una historia. Un territorio sensorial antes que un argumento. Una invitación a leer —y a vivir— con más entrega y menos prisa.
Cuando se le pregunta qué espera que encuentre el lector más allá del erotismo, Sucari lo resume de un modo que funciona como manifiesto:
“Una pulsión vital: ganas de salir a vivir su única, salvaje y preciosa vida”.

