Aunque las letras del reconocido escritor uruguayo son universales e inmortales, por estos días hay que leer a Galeano, el pasado 13 cumplió 10 años sin habitar en esta tierra. Como un narrador de historias que pasean entre ambos lados de la línea ficción-realidad, Eduardo Galeano nos dejó para la posteridad textos que vale la pena leer y releer.
Cuba y sus habitantes guardan un cálido recuerdo del escritor, resultado de las entrañables relaciones entre personalidades nacionales, instituciones culturales y él. La «Casa de las Américas» publicó, hace unos años, una versión propia de «Las venas abiertas de América Latina» para Cuba, ante mi humilde opinión, el más trascendental de sus libros. Escrito en el año 1971, es una obra fundamental del pensamiento crítico latinoamericano. El libro denuncia cómo América Latina ha sido históricamente explotada por potencias extranjeras —primero por los imperios coloniales europeos, y luego por Estados Unidos—, a través del saqueo de sus recursos naturales y la opresión de sus pueblos. En divisiones necesarias, el autor cuenta estas transiciones: «La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra» — la forma en que los recursos naturales fueron extraídos por colonizadores y corporaciones extranjeras, dejando a los pueblos originarios y a los trabajadores en la miseria—. Y «El desarrollo de un viaje con más náufragos que navegantes» —cómo, después de la independencia formal de los países latinoamericanos, se perpetuaron las mismas estructuras de dependencia económica, solo que bajo nuevas formas como el imperialismo económico y el neoliberalismo—.
Entre los reconocimientos que exhibe el libro «Las venas abiertas de América Latina» se encuentra el Premio Casa de las Américas de Cuba, institución con la cual guardó una entrañable relación, por su identificación con las ideas matrices de unificación de toda la región. Galeano visitó Cuba en varias ocasiones, participando en eventos culturales y políticos que fortalecieron su vínculo con la isla. Su presencia en la Casa de las Américas, uno de los centros culturales más importantes de América Latina, es un ejemplo de su compromiso con la cultura y la literatura revolucionaria.
Producto de ese vínculo, son estas palabras del escritor: «Estoy muy contento de volver a la Casa y a Cuba. A la Casa de las Américas, que es mi casa, y a Cuba porque, aunque hace años que no vengo, siento como que vuelvo sin haberme ido. Cuba siguió siempre viva dentro de mí, en mis palabras, en mis actos y en mi memoria: todo lo que de aquí recibí, en una relación en la que yo jamás oculté ninguna de mis discrepancias o mis dudas; pero tampoco oculté mi admiración por esta Revolución que es un ejemplo de dignidad nacional, en un mundo donde el patriotismo es el obligado privilegio de los países ricos y poderosos, pero negado a los pequeños y pobres».
El pueblo cubano gusta de Galeano, desde sus «abrazos en cada letra», «los mitos de los indígenas», «el viento» y «las máscaras». Sus libros son citados en las aulas, y tener un impreso con su firma, es síntoma de orgullo. Esta simpatía fue mutua, evidente en el apoyo al proceso social cubano.
«No conocí en mi vida otro país tan solidario como este, ninguna Revolución tan ofrecida a los demás como ha sido y es la Revolución cubana. Todo el resto son espacios de debate, de dudas que están siendo en alguna medida respondidas por este proceso de cambios que la Revolución está viviendo ahora y a los cuales, quienes la queremos, damos la bienvenida».
Eduardo Galeano fue un escritor comprometido con su tiempo y su continente. El testimonio que legó a quienes seguimos su obra denota pasión por la justicia social y una solidaridad comprometida con la historia que nos trajo hasta este punto. Su relación con Cuba es un ejemplo de esta solidaridad, y su legado continúa siendo una fuente de inspiración para aquellos que luchan por un mundo más justo y equitativo.
La pluma afilada y el corazón comprometido son una huella imborrable en el arte de la historia de América Latina. La influencia de Galeano en la literatura y la política de este continente es innegable.