Morosoli: el hombre que retrató el vivir en el campo uruguayo

Carlos Onetti dijo sobre él,  “sus títulos son una declaración de fe".

Juan José Morosoli nació en Minas, el 19 de enero de 1899. Sus padres fueron Giovanni Morosoli Cuadri, proveniente de Ticino (Suiza), y María Porrini.

A los ocho años comenzó sus estudios en la escuela “Artigas” de su ciudad natal; abandonó la escuela un año más tarde para trabajar como mandadero, y después como vendedor, en la librería de su tío, y así colaborar con el sustento de su familia.

Los comienzos literarios de Morosoli, en la década del veinte, fueron en la poesía. Sus primeros versos se publicaron en la prensa local. Unos años más tarde, en 1925 publicó en Bajo la misma sombra, un conjunto de poemas titulados “Balbuceos”, junto a un grupo de amigos: Valeriano Magri, Julio Casas Araújo, y José María Cajarville.

El periodismo fue una actividad constante a lo largo de su vida: Comenzó colaborando para el periódico minuano El Departamento, bajo el seudónimo Pepe. Colaboró también para el diario El Día, de Montevideo, en la Revista Nacional, en Mundo Uruguayo, en el semanario Marcha, y posteriormente, en el suplemento sabatino del diario bonaerense Crítica.

Hacia 1920, junto con unos amigos, estableció el Café Suizo, que funcionaba como centro cultural. Allí se exhibía cine mudo y se realizaban espectáculos musicales. En 1923, con algunos socios, instaló un almacén y  una barraca en la que trabajó hasta su muerte. Cinco años más tarde, en 1929, contrajo enlace con Luisa Lupi con quien tuvo dos hijas: Ana María y Mari-Luz. Recibió tres veces el premio del Ministerio de Instrucción Pública, por Hombres , Los albañiles de los Tapes y Hombres y mujeres, y por Muchachos.

Falleció en su ciudad natal, el 29 de diciembre de 1957. En 1959, en forma póstuma, se le otorgó el Premio Nacional de Literatura. Morosoli incursionó en la poesía, el teatro y la narrativa pero fue en esta última donde halló su medio de expresión más cabal.

Formó parte de un movimiento literario preocupado por rescatar y valorizar en la cultura nacional a los paisajes y a los hombres del interior: el proletariado rural desplazado hacia los cinturones suburbanos. Su intención era mostrar lo verdadero, lo auténtico de esta realidad, con afán de denuncia social.

Lo que más le importó en su literatura fueron los seres humanos. La misión del narrador, para el autor, debía ser la de “entrar en el hombre”.  Tal como afirmó Juan Carlos Onetti: “Sus títulos son una declaración de fe: Hombres, Hombres y mujeres, Muchachos, Vivientes. En las pocas líneas de sus cuentos los vivientes vienen y se van, nos dejan su miseria y su candor, a veces su amistad.”

[…] Se sabe aquí que no soy literato —de lo cual Dios me libre y guarde— sino simplemente un escribe papeles y que pongo en ellos un poco del drama de cada hombre humilde de los que voy encontrando en la huella para consuelo de mi sentimiento de fraternidad y porque sé muy bien que esos hombres que intentó revelar —por un fatalismo que sin duda terminará cuando ellos tengan conciencia de su rol— nos muestran por sí mismos las dimensiones de su espíritu. Trabajo pues con la segura tranquilidad de que no soy un artista sino un hombre que anda entre los demás buscando entenderlos para entenderse a sí mismo y al tiempo en que vive.” Nada puede expresar con mayor claridad que estas palabras del propio escritor minuano, la visión que este tenía sobre la literatura.

Profundo conocedor de su tierra y de sus hombres, creía fervientemente en el condicionamiento que impone lo telúrico a los seres humanos y a la creación artística: “No puedo en ninguna ocasión en que hablo de la tierra desprenderme de la idea del hombre que la habita. Para mí tierra y hombre son inseparables, y buscando definir aquella me encuentro siempre buscando definir este.”

Sus creaciones fueron más allá del trazado de una simple semblanza pintoresquista; supo expresar la esencia de su tierra y de sus gentes; fue, además, un”escritor social;” quien concibió a su literatura como una forma de denunciar a las injustas estructuras sociales y políticas que marginan a los habitantes rurales.

Santiago Dosetti, quien fuera un gran amigo de Morosoli, sintetizó en estas palabras el compromiso de Morosoli con los hombres, con su tierra y con su tiempo: “Morosoli no fue […] un obrero del campo, baquiano, tallado en oficios duros, abras, tormentas y estelares. Ni las heladas ni las resolanas quemaron su nuca en la melga, el tropeo o la montada. Fue testigo —testigo sanguíneo y veraz— pero no protagonista. […] Supo ver. Puso el oído contra su tierra y la sintió vivir caliente, documental.”

1 Comment

  1. Muy emocionante leer sobre la vida de nuestro querido » tío Pepe».
    Así lo llamó siempre, con inmenso amor y cariño mi mamá, su sobrina.
    Gracias! Desde Buenos Aires, Ana Noguerol Morosoli

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