“Muerte de un viajante”, una joya teatral que arrasó en Montevideo

Imanol Arias brillando nuevamente sobre el escenario.

Con singular éxito en las dos funciones que presentó en el Auditorio Nacional del Sodre –las noches del miércoles 24 y jueves 25-, el actor español, Imanol Arias, pasó por Uruguay junto a sus compañeros de elenco, para presentar la obra “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller.

La expectativa se podía ver en los rostros de la gente que iba llegando al Sodre, para observar una obra que es un clásico, pero que además tenía como ingrediente la actuación de uno de los actores más reconocidos de España, pero a la vez de mayor trayectoria, ya que en su haber tiene importantes trabajos en distintos formatos.

La obra consagrada mundialmente nos acerca a las penosas vicisitudes de un viajante, que luego de 34 años de carrera, al borde de su jubilación –en los años ‘40-, continúa sin poder lograr llegar económicamente a fin de mes para satisfacer las necesidades de su familia -esposa y dos hijos-. El sueño Americano es cuestionado y desvestido por el dramaturgo, para mostrarnos sus más crueles mezquindades, la deshumanización de lo que conocemos como capitalismo, y un entorno laboral competitivo y despiadado, que deja a Willy Loman (Imanol Arias) en un estado de depresión y desasosiego que afecta a todas sus relaciones familiares.

El decorado es muy sencillo, unas paredes de ladrillos que profundizan la sensación de soledad y ahogo que sufre la familia protagonista. En lo alto del escenario una pantalla que cambia la imagen según sea el lugar donde se desarrolla la escena. La iluminación es potente y discreta, y no existe un gran despliegue escenográfico. El éxito de la obra cae sobre la interpretación de los personajes.

Durante las dos horas y media que dura la obra, los actores logran sumergir al espectador en esa permanente angustia que ellos sufren, donde se cruzan la ficción y la realidad con los más puros deseos, los errores del pasado y silencios compartidos, con los sueños y anhelos de un futuro auspicioso y feliz.

Es que en la familia de Willy no hablan de igual a igual, viven en una celosa red de mentiras fantasiosas sobre sus grandes capacidades chocando con una realidad que les es ajena, esquiva, donde ellos no logran realizarse con esa grandilocuencia que creen poseer, probablemente por miedo a enfrentarse a una realidad que los rodea.

Los diálogos de Padre e hijo (en escena y en la vida real) son una demostración sublime de esa irrealidad que vive en la familia. La madre, esa esposa sumisa y devota, logra en sus cortos monólogos un golpe al corazón del espectador.

En cuanto al elenco, el mismo puede ser calificado como potente, importante, y con gran calidad interpretativa. En tanto, se pudo ver a un Imanol Arias inmenso, con el aplomo de su trayectoria en las tablas y en la interpretación, sublime y versátil, que le permite moldear a su personaje tan hábilmente, que los cambios de tiempo, estado y actitud ocurren en cuestión de segundos, marcando claramente las distintas caras de Willy Loman.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Últimos artículos de Cultura