Para realizar un balance correctamente, hay que ponerse en contexto: Corría el mes de noviembre de 2023 cuando Ignacio Ruglio, presidente aurinegro, decidió darle fin a más de una década de espera y concretar la vuelta de quien era el mejor director técnico que había tenido el club en el siglo XXI: Diego Aguirre.
El entrenador venía de ser cesado del Santos de Brasil, y asumía el cargo en el medio de una situación turbulenta donde la institución se encontraba dirigencialmente dividida luego de las elecciones, y a punto de perder el Campeonato Uruguayo a manos de Liverpool, con quien seguramente deberían disputar las finales.
Y así fue, pero el mirasol cayó derrotado por su rival, consumando un año espantoso, y obligando a Aguirre a reestructurar el plantel para el siguiente torneo.
El plan resultó un éxito, Peñarol logró revertir la situación y tuvo un 2024 perfecto, donde se quedó con el título local sin tener que recurrir a una definición por primera vez en su historia, y en el cual se coló hasta semifinales de la Copa Libertadores, luego de 13 años sin pasar de fase de grupos.
Y nuevamente, era el mismo entrenador, quien lograba devolverle el prestigio perdido a un club que tanto lo necesitaba.
Luego de un verano repleto de festejos y con un mercado de pases donde se apostó por mantener a Leonardo Fernández, figura del equipo y rodearlo con la base de jugadores que ya se encontraban en el club y habían probado su rendimiento, el manya le daba inicio al año 2025.
Ya sin algunas individualidades que habían destacado como Leonardo Sequeira, Guzmán Rodríguez o Facundo Batista; tanto directiva como cuerpo técnico, decidieron incorporar a Diego García, Martín Campaña, Gastón Silva, Eric Remedi, Héctor Villalba, Alexander Machado y David Terans, quien retornaba después de haber tenido un exitoso pasaje en 2020.
Pero si bien la idea era engrosar el plantel y brindarle una nueva calidad, la gran mayoría de ellos no logró estar a tono físico ni futbolístico en los primeros meses, y el carbonero lo padeció, sin poder ganar en toda la pretemporada, y de paso, cayendo en ambos encuentros ante Nacional, incluyendo la Supercopa Uruguaya.
Se avizoraba por esos días, que el equipo no daba con la talla y que no sería suficiente para sortear el semestre de manera esperada, pero Aguirre apostó en el inicio del Torneo Apertura por una oncena compuesta prácticamente por los futbolistas del año pasado, con esporádicas apariciones de algunos refuerzos, los cuales nunca se terminaron de ganar ni la titularidad ni la plena confianza del entrenador.
Con rendimientos realmente pobres de quienes se esperaba más como el capitán Maximiliano Olivera, Jaime Báez, Javier Méndez, Rodrigo Pérez o el propio Leonardo Fernández, y la lesión ligamentaria de un pilar como Eduardo Darias, el aurinegro no hizo pie en las primeras fechas, y luego de ganar solo dos de los primeros 8 juegos (tres al hilo como local), se despidió prematuramente de la chance de campeonar.
Tras el accidentado comienzo, y con el arranque de la Copa Libertadores, en la cual el grupo lo favoreció, emparejandose con tres rivales accesibles, Peñarol inició una especie de remontada, encaminando una positiva racha tanto a nivel local como internacional.
Y es que, posteriormente a caer con Vélez Sarsfield en el primer cotejo de fase de grupos, y tras tocar fondo, algunas apariciones parecieron ayudar a encontrar el rumbo: Nahuel Herrera, Leandro Umpierrez e Ignacio Sosa, se consolidaron como bastiones en un equipo que por momentos se parecía actitudinal y futbolísiticamente al de 2024.
El manya desde ese momento hasta día de hoy, y aunque alternó altos y bajos, lleva más de dos meses sin conocer la derrota, consiguiendo 10 triunfos y 3 empates en los últimos 13 duelos que disputó.
Es cierto que indudablemente, los números han mejorado en comparación a los del desastroso inicio, pero con el primer semestre en vías de finalización, el saldo es más negativo que positivo.
Si se toma en cuenta que los objetivos más determinantes que se trazó la institución fueron los clásicos, avanzar en Copa y ganar el Apertura, solamente uno se cumplió y tomándolo entre pinzas.
Más allá del éxito que siempre resulta meterse entre los 16 mejores del continente, el grupo que se le presentó y los contextos que se dieron, daba paso a concretar la posibilidad de avanzar como primero, algo que el club no consigue desde 2002.
Pero finalmente, la falta de jerarquía, errores en los planteos y en la elección de futbolistas, la oportunidad se esfumó, y Peñarol deberá conformarse con integrar el bombo 2 y definir posiblemente la mayoría de las llaves en condición de visitante.
Con respecto al desempeño en el ámbito local y en los enfrentamientos ante Nacional, es inminente que el plantel y el propio entrenador quedaron en un enorme debe, el cual deberá solucionar de cara a la segunda mitad de año.
La cual comenzará con todo, ya que en el correr del mes de agosto, el carbonero prácticamente se jugará la temporada en cuestión de una semana, en la cual deberá afrontar el clásico (9/8), y la llave de octavos de final ante Racing Club de Argentina, tres y diez días después respectivamente.
El próximo semestre, tendrá dos desafíos durísimos de cara a diciembre como el de hacer un buen papel a nivel continental y tratar de imponerse en un Campeonato Uruguayo, que hoy lo tiene 6 puntos por debajo de su tradicional rival, y en el cuatro puesto de la tabla anual.
Aun así, no debe perder de vista estos partidos restantes del Torneo Intermedio, competencia que le suele costar caro a la entidad mirasol, y que en esta ocasión, lo colocó en un grupo dónde el nivel está siendo muy parejo, y se encuentran en juego puntos clave que pueden resultar fundamentales de cara a futuro.
Este es el balance del Peñarol de Diego Aguirre, en síntesis, un equipo donde muchos de sus integrantes tocaron su techo de nivel hace tiempo, traduciéndose en resultados excelentes, pero que actualmente, dan la sensación de haber cumplido un ciclo. Pero aun así, el técnico insiste con “sus hombres” y con estrategias que parecen haber quedado desvanecidas, dejándolo a la vista a través de lo que transmiten y lo que exponen las estadísticas.
Una dependencia total de lo que pueda realizar Leonardo Fernández, jugando y creando juego para los demás, es lo que pinta de cuerpo entero la actualidad aurinegra, que aunque tiene de vez en cuando algún chispazo de Javier Cabrera, Maximiliano Silvera y demás, evidencia que aún quedan retoques por hacer y que no se ha alcanzado la suficiencia.
El mercado de pases que se abrirá en julio, resultará determinante de cara a las aspiraciones y las exigencias de un club tan grande, que hasta el momento está haciendo un 2025 que no ha conformado a sus hinchas.
Apuntar bien en los perfiles de las incorporaciones, invertir si es necesario y cambiarle la cara a un plantel que parece achanchado, serán los principales objetivos para un entrenador que aunque tiene la espalda suficiente para revertirlo, el margen se achica cada vez más.