La cuenta seguirá pronto, pues Castillo tendrá que designar un ministro de Transporte en reemplazo de Geiner Alvarado, destituido el viernes por el Congreso por presunto involucramiento en corrupción.
En total, 63 personas han pasado por una de las 19 carteras.
En otros siete casos ha habido traslados. Alvarado es el quinto destituido por un Congreso que desde el comienzo ejerce férrea oposición. El politólogo Roger Santa Cruz dijo a Télam que en principio el asunto tuvo que ver con que Castillo no tuvo etapa de transición, ya que sectores de derecha se empeñaron en desconocer su triunfo, incluso mediante una denuncia sin pruebas de fraude electoral.
A ese hecho, que le quitó tiempo a Castillo para preparar sus primeras acciones, se sumaron después, en opinión de Santa Cruz, factores como «la falta de capacidad de convocatoria» del mandatario y la ausencia de canales para acercar a cuadros técnicos y políticos con el Gobierno.
La crisis empezó antes de que el Gobierno asumiera: la designación como jefe del gabinete del beligerante Guido Bellido, del partido marxista leninista Perú Libre (PL) -al que pertenecía entonces el nuevo jefe de Estado-, hizo que dos ministros anunciados, Pedro Francke y Aníbal Torres, se negaran a juramentar. Fueron necesarios contactos extras para que Francke y Torres asumieran en Economía y Justicia. Pero con Bellido y con la actitud intransigente de los tres partidos situados más a la derecha en el Legislativo -Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País-, la tensión fue permanente.
Apenas transcurrieron dos semanas antes del primer cambio:el canciller Héctor Béjar, exguerrillero de 85 años, renunció en medio de una ofensiva de la derecha, que le atribuía posiciones contra las Fuerzas Armadas.
Varios ministros quedaron en la mira de una oposición que, a través del congresista ultraconservador Jorge Montoya, prometió sacarlos «uno por uno». Castillo se vio obligado a relevar a varios funcionarios cuando era inminente su censura.
Carlos Gallardo, de Educación, se convirtió en el primero de cinco censurados, al quedar señalado como miembro de facciones de ultraizquierda. Fue la primera vez que Castillo dejó que la moción llegara hasta la fase de votos.
Luego cayeron Hernán Condori, en Salud, por promover productos médicos cuestionados; Betsy Chávez, en Trabajo, por autorizar una huelga aérea en Semana Santa, y Dimitri Senmache, en Interior, por supuesta negligencia para buscar a personas cercanas a Castillo y requeridas por la Justicia.
El Presidente ha sorprendido con nombramientos por los antecedentes de los escogidos. Un caso notorio fue cuando en febrero colocó como jefe del gabinete a Héctor Valer, congresista de derecha que cayó tras apenas una semana por su historial de violencia contra su esposa y su hija. Otra decisión que sorprendió fue cuando sacó de Salud a Hernando Cevallos, excongresista de izquierda cuyo trabajo recibía elogios de todos los sectores, para reemplazarlo por Condori, quien llegaba con muchos cuestionamientos éticos.
Una sorpresa similar terminó esta semana con la renuncia de Miguel Rodríguez, quien en un mes en la Cancillería -a donde llegó pese a que desde posiciones de derecha radical había sido duro crítico del Gobierno-, tomó medidas de política exterior discrepantes de las que defiende Castillo.
Rodríguez, cuya llegada causó además renuncias de calificados diplomáticos, fue reemplazado por su antecesor, César Landa, a quien habían relevado sin explicación cuando era uno de los pocos ministros bien vistos tanto por el oficialismo como por la oposición.
El otro cambio de esta semana refleja factor más que explica supuestamente la rotación de ministros: la impericia. El titular de Agricultura, Andrés Alencastre, salió al no poder concretar compras de urea, fertilizante clave para aliviar la crisis alimentaria que según expertos se avecina. Solo tres ministros acompañan a Castillo desde el comienzo: el de Comercio, Roberto Sánchez; la de Inclusión Social, Dina Boluarte, que además es vicepresidenta de la República, y el propio Torres, actual jefe de gabinete.