Salud articular: el “aceite del motor” de nuestras rodillas

Las rodillas son una de las articulaciones más complejas y a la vez más castigadas del cuerpo humano.

Soportan el peso del cuerpo, nos permiten caminar, correr, agacharnos y realizar casi todos los movimientos cotidianos. Sin embargo, rara vez les prestamos atención hasta que empiezan a doler. Según la cirujana ortopédica Alexis Colvin, del hospital Monte Sinaí de Nueva York, el secreto para mantenerlas saludables está en algo que ella compara con el “aceite del motor” del cuerpo: el fluido sinovial.

Este líquido transparente, producido naturalmente por el organismo, cumple una función esencial: lubrica las articulaciones, reduce la fricción entre los cartílagos y actúa como amortiguador durante el movimiento. “Cuando el fluido sinovial está en buenas condiciones, las rodillas se mueven con suavidad, como un motor bien aceitado”, explica Colvin. Pero cuando esa lubricación disminuye —por inactividad, lesiones o envejecimiento—, aparece el dolor, la rigidez y el desgaste articular.

El movimiento, por tanto, no solo fortalece los músculos que sostienen la rodilla, sino que estimula la producción y circulación del fluido sinovial. “El ejercicio es la forma más natural y efectiva de mantener activas las articulaciones”, asegura la especialista. Actividades de bajo impacto como caminar, nadar, andar en bicicleta o practicar yoga son ideales para mantener la movilidad sin sobrecargar la articulación. Incluso estiramientos suaves diarios ayudan a conservar la flexibilidad y evitar la rigidez.

El sedentarismo, en cambio, es un enemigo silencioso. Pasar largas horas sentado o inactivo hace que el fluido sinovial se vuelva más espeso y circule con menor eficacia. Con el tiempo, esto puede acelerar el desgaste del cartílago y favorecer el desarrollo de artrosis, una de las principales causas de dolor articular en adultos mayores. “El cuerpo está diseñado para moverse. Cuanto más tiempo pasamos sin hacerlo, más sufrirá el sistema articular”, advierte Colvin.

Además del ejercicio, la especialista subraya la importancia de una alimentación equilibrada y una adecuada hidratación. El agua y los ácidos grasos saludables (como los del pescado, el aceite de oliva y los frutos secos) contribuyen al buen estado del líquido sinovial y del cartílago. Mantener un peso corporal adecuado también es fundamental: cada kilo de más se multiplica por tres o cuatro en presión sobre las rodillas al caminar.

En algunos casos, cuando el desgaste es avanzado o el dolor persistente, los tratamientos incluyen infiltraciones de ácido hialurónico, que buscan imitar la función lubricante del fluido sinovial. Sin embargo, Colvin enfatiza que la prevención sigue siendo la mejor medicina. “No hay inyección que sustituya al movimiento cotidiano. Las rodillas se mantienen sanas cuando se usan con inteligencia”, resume.

El mensaje es claro: cuidar las rodillas no significa dejarlas descansar todo el tiempo, sino mantenerlas en acción con prudencia y constancia. Así como un motor necesita aceite para funcionar sin fricción, nuestras articulaciones necesitan movimiento para mantenerse vivas. Y en esa simple rutina —caminar, moverse, estirarse— reside gran parte de la salud articular y del bienestar general.

Comparte esta nota:

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Últimos artículos de Salud