Socialismo, democracia y libertad

El documento que presentamos excede el tamaño habitual de un artículo periodístico. La redacción de Diario La R, ofreció gentilmente la posibilidad de subdividirlo y entendemos que es una sugerencia completamente atinada. Será presentado en varias entregas.

La primera hace referencia a la vigencia del socialismo como opción válida para la organización económica, social y política.

Pero el término socialismo da lugar a una variedad de experiencias históricas muy diversas, tanto a nivel global como en el ámbito latinoamericano. Por esa razón es necesario aportar algunas precisiones sobre elementos absolutamente fundamentales en lo que respecta a la calidad de vida que debe garantizarse a los ciudadanos en sociedades socialistas y democráticas.

El primero se relaciona con la justicia distributiva y apunta esencialmente a la necesidad que por intermedio de la acción pública, se intente asegurar la igualdad de oportunidades a todos en el punto de partida y que se desaliente una híper concentración de la riqueza en un sector reducido de la sociedad de una parte, y la incapacidad de satisfacer necesidades esenciales por parte de contingentes importantes, en el otro extremo.

El segundo elemento fundamental de la ecuación es que para asegurar la calidad de la democracia y la fortaleza institucional de las diversas estructuras políticas y civiles, debe velarse de manera irrestricta por la preservación de los principios de libertad individual y colectiva de los ciudadanos, esto es, la libertad de asociación, la libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de circulación, la pluralidad y el pleno respeto al disenso toda vez que se exprese y canalice en los marcos de las leyes y normas por las que se rige la república.

En la próxima entrega, se presentará subdivida en dos secciones, un repaso de algunas de las principales experiencias del nacionalismo popular que se han verificado en distintos países de América Latina.

En una primera instancia, se verá como el nacionalismo popular tuvo una gran importancia en la conformación sociopolítica de México y Brasil.

Estos antecedentes históricos, que surgieron como fuertes reacciones a los sistemas oligárquicos, conservadores tradicionales marcaron profundamente las sociedades que transitaron dichas experiencias.

En una segunda entrega también sobre los nacionalismos populares, tendremos ocasión de presentar las experiencias vividas por Colombia, Perú y Argentina.

De este modo se podrá poner de relieve cómo el nacionalismo popular constituye un antecedente fundamental en la historia política de nuestros pueblos.

En la siguiente entrega se presenta el impacto que tuvo en la región la revolución cubana y la reacción que provocó en el contexto de la guerra fría y cómo nuestros países fueron reducidos a la condición de piezas en ese tablero mundial, signado por la dicotomía entre la Rusia Soviética y los Estados Unidos de América.

Entre las formas derivadas de esa dura etapa, destaca la irrupción de los movimientos guerrilleros que dieron soporte a la teoría del foco de una parte, y la reacción digitada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos que tuvo como resultado un rosario de golpes militares en muchos de nuestros países y la imposición de doctrinas que en materia socio económica tendieron a hacer prevalecer los lineamientos de la Escuela de Chicago por intermedio de disciplinados alumnos en funciones ministeriales, que encontraron en el Chile de Pinochet su clímax paradigmático.

Una última entrega expresa el desagrado que nos generan algunas experiencias que al amparo de una nomenclatura socialista, intentan legitimar y justificar regímenes que conculcaron las libertades ciudadanas y degradaron la calidad institucional de las repúblicas donde se han asentado.

Se presentará un pequeño recuento de las democracias socialistas que buscan abrirse camino en un contexto tan complejo como el que domina la nueva disputa de nuestras riquezas por parte de los polos hegemónicos que buscan imponer su control sobre el planeta, como lo son un imperio que ha perdido los bríos que supo exhibir en un pasado no distante y la entrada en escena del nuevo imperio celestial, como potencia de primer orden internacional.

En ese complejo escenario, Brasil de Lula da Silva, Bolivia de Arce, Chile de Boric, Colombia de Petro, están desplegando sus esfuerzos por forjar experiencias social y políticamente exitosas. Y finalizamos con una expectativa, equidistante del corazón y la razón, que es el posible retorno del Frente Amplio al gobierno en Uruguay, con la firme esperanza que estos años en el llano hayan sido útiles para renovar estrategias para promover un socialismo democrático que ayude a mejorar la vida de nuestro pueblo oriental.

Primera Parte

Un socialismo deseable

El socialismo tiene como principio esencial la búsqueda de la justicia distributiva. Debe contemplar también nuevos desafíos como la defensa del medio ambiente y la efectiva igualdad de los derechos de género y el respeto a la diversidad.

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Una sociedad más igualitaria es una sociedad más cohesionada. Se trata de un proceso que nunca se alcanza plenamente y que tiene avances y retrocesos. Los cambios tecnológicos, las alternancias políticas, las crisis producto de la transición demográfica, circunstancias globales que afectan los sistemas productivos y distributivos a gran escala, provocan dinámicas cambiantes que impactan en las sociedades.

La desigualdad extrema provoca tensiones de diversa naturaleza, que van más allá de la pugna distributiva y comprometen la seguridad nacional y ciudadana.

La justicia social es deseable y se trata de un proceso de naturaleza continua. Y en los hechos debe confrontar con visiones diversas y a veces antagónicas, que constituyen desafíos en el diseño y gestión del desarrollo.

La búsqueda por lograr la justicia social, ha dado lugar a experiencias heterogéneas y diversas que son partes del derrotero que han transitado nuestras naciones.

El socialismo es una alternativa válida para la organización económica, social y política, especialmente si se logra el adecuado equilibrio entre justicia social y el efectivo respeto a las libertades individuales y colectivas.

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La Justicia distributiva significa la adecuada y oportuna remuneración al trabajo, pero también a la inversión y el reconocimiento asociado al riesgo. Es un proceso en el que las organizaciones de los trabajadores, además de tener un papel responsable en la representación de los intereses de sus representados, comprenden la importancia fundamental de contribuir a mejorar la productividad y promover la expansión de la riqueza. Y en forma correlativa, la importancia por parte de los inversores de observar una actitud responsable y de compromiso que se plasme en la reinversión de utilidades como opción deseable, frente a prácticas especulativas y cortoplacistas de carácter financiero.

La Justicia Social en el marco del Nacionalismo Popular

La búsqueda de la justicia distributiva tiene importantes antecedentes en los países de América Latina. Se trata de movimientos con marcados componentes nacionalistas pero con una clara vocación por la justicia social y la reivindicación de los grupos sociales postergados.

Muchos se plasmaron en un contexto global signado por el antagonismo entre Estados Unidos y la URSS.

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Los nacionalismos populares tuvieron la peculiaridad que se estructuraron en torno a un liderazgo de corte bonapartista y lograron calar profundamente en los sentimientos de sus pueblos.

El fenómeno no admite reducirse a una dimensión exclusivamente ideológica, pues penetra en el universo de los sentimientos, toda vez que se tejen lazos de identidad profundos entre grupos históricamente postergados y los gobiernos nacionales. La capacidad de entablar una interacción directa y potente entre el líder y las masas fue un rasgo distintivo fundamental. La defensa de los intereses populares en forma tangible acompañado de la introducción de reformas en la legislación laboral, en el reconocimiento de los derechos de la mujer, en el aliento y apoyo al ejercicio real del derecho de organización de los trabajadores y la instalación de una perspectiva de desarrollo donde prevalece el interés nacional, marca una profunda diferencia con los estilos tradicionales, ya sea de aquellos provenientes de vertientes caudillesco- oligárquicas de una parte o bien de los provenientes del liberalismo y el conservadurismo importado de Europa en sus más diversas variaciones.

Donde tuvieron lugar estos nacionalismos populares, la izquierda tradicional en su fase pre revolución cubana, se convirtió en testigo de cómo las masas dejan de ser una meta abstracta hacia la que debían proyectar una estrategia de penetración y se convirtieron en actores de sus propias organizaciones, imbuidos de una ideología nacionalista y popular.

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