«Temas propios» y «La uruguaya»: dos filmes nacionales en cartelera

Nuevos tiempos para la cinematografía nacional.

Comentar filmes uruguayos (en co-producción con Argentina, en este caso) se ha convertido en algo natural y cotidiano, por suerte. Ya se sabe que las películas han sido nominadas para representar a nuestro país en los premios Goya de España y a la categoría de Mejor Filme Extranjero para el Oscar de Hollywood. 

No menos importante es que dichos filmes han logrado amplia difusión en los medios y una proyección en diferentes salas a lo largo y ancho del país. (Algo que ahora parecerá natural pero tiempo atrás, lograr sala para exhibir una peli uruguaya, significaba una verdadera proeza y pasaba casi de largo por la cartelera). En este sentido los tiempos han cambiado y producciones como «Bosco», por ejemplo, han logrado una permanencia sobresaliente lo que -quizás- ha permitido, también, una bienvenida amplitud por parte de las distribuidoras. (Aunque, justicia es decirlo, el acceso a producciones nacionales se viene maximizando desde tiempo atrás).

Con respecto a «La uruguaya» cabe señalar, en principío, que se estructuró a través una ingeniosa propuesta cooperativa de producción donde, con el tiempo, logró solventar los gastos de rodaje y motivó la curiosidad de una probable audiencia. El filme está basado en la novela honónima del argentino Pedro Mairal y relata el pasaje de un escritor porteño (Lucas Pereyra) que recala por Montevideo para retirar unos dólares -adelanto de una editorial como parte del pago de una próxima obra a escribir- que le permitiría cierto desahogo económico frente a las penurias que está afrontando su familia. El argumento, trasladado al filme, dirigido por Ana García Blaya, supone el reencuentro con una joven (Magalí Guerra, a la que nombran «Maga» en probable homenaje a Cortázar) y lo que sucede con los personajes a través de un día agitado («A hard day´s night», si se quiere). Hay un cambio en la voz narrativa del texto al filme aunque, para la crítica cinematográfica en cuestión, este dato no sería relevante. (Como opinión personal, no resulta aconsejable comparar libro con largometraje y menos en este caso). Lo que sí podemos valorar es el excelente desempeño de la actriz Fiorella Bottaioli en el rol de esta joven que le remueve el piso al argentino y que, bien podría decirse, sostiene la película de principio a fin. Probablemente no pueda señalarse lo mismo del actor Sebastián Arzeno, selección que nos parece un error de casting porque no logra -digamos- «convencer» al auditorio de su carnalidad protagónica. Por el contrario, consideramos que su imagen queda algo desfasada en la dupla y no estaría generando la necesaria empatía para con el público. (Apenas parece rescatarse la imagen de un «pendeviejo» cuarentón fascinado por una desprejuiciada gurisa que juguetea con la posibilidad de un romance efímero. Y ahí se queda, sin mayor progresión dramática). La narrativa audiovisual se apoya en el devenir de esa relación, un intercambio oral que, muchas veces, sucumbe en diálogos intrascendentes que tienden a empantanar la historia en cuestión. Casi podría decirse que es una «historia sin historia» y ni siquiera valdría la pena establecer relación con la recordada «Antes del amanecer» de Richard Linklater. 

Reiteramos: Bottaioli sostiene y empuja el largometraje desde que aparece en escena por lo que casi podría adelantarse un Premio como Mejor Actriz en la próxima votación de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay. La directora Ana García Blaya había dado muestras de su valía en «Las buenas intenciones» donde también aparecía la presencia de un padre inmaduro pero simpático. (Una simpatía que, lamentablemente, no emana de Arzeno en la caracterización de un papel que lo muestra evadiendo responsabilidades de patria potestad y probablemente asfixiado por la rutina doméstica aunque, como decíamos, no progresa demasiado en su perfil). Aquí quizás la directora deba haberse sentido presionada por los multitudinarios productores que aportaron para la financiación del rodaje porque existe una distancia cualitativa, a juicio de quien suscribe, entre ambas realizaciones. De todas maneras, la película vale la pena. Cuenta con una excelente fotografía, el redescubrimiento de una ciudad pintoresca y cierta fauna especial junto al sustento de melodías entrañables de nuestra cultura musical. Casi un empate.

El padre inmaduro

Curiosamente «Temas propios» del cineasta Guillermo Rocamora tamién aborda -desde otro ángulo- la narrativa sobre padre inmaduro, recién separado que, en esta oportunidad, se junta con sus hijos para formar una banda musical. Una idea inssólita que, según las propias palabras del director, tiene su base en una historia familia verídica y aquílogra sustanciarse a través de un filme de gran nivel. Por cierto que Rocamora no es un recién llegado al quehacer cinematográfico local. Por el año 2008 ya había obtenido una Mención Especial por su corto «Buen viaje» en la quinta edici de «Piriapolis de película» y logrado el lauro de Mejor Producción Iberoamericana en Bilbao. Similares distinciones también había conquistado con el documental «Las flores de mi familia» y con el largometraje «Solo» que obtuvo un reconocimiento como Mejor Ópera Prima en Miami. Su último trabajo había abordado la experiencia de un ex-recluso de Guantánamo viviendo en Uruguay («La libertad es una palabra grande») pero bien podría decirse que, ahora, con «Temas propios» logra un verdadero punto alto de excelencia en lo que hace a su trayectoria artística. Con un elenco integrado por los jovencísimos Franco Rizzaro, Vicente Luan y Ángela Torres -junto a Diego Cremonesi y Valeria Lois- el filme adquiere un clima de transparente espontaneidad que contagia al público. Esta actuación pareja y desenvuelta podría considerarse el eje de una puesta en escena que Rocamora enfoca con precisión mientras la banda sonora acompaña con calidez junto del grupo «Niña Lobo» supervisado por un profesional de la categoría de Juan Campodónico. 

El resultado es un combo especial con grandes momentos de puro cine en medio de un relato que atiende conflictos generacionales hasta desembocar en un posible final abierto que, para algunos espectadores, puede resultar inesperado. Pero más allá de posibles vacilaciones guionísticas en algunos tramos finales, el balance absoluto de «Temas propios» es plenamente satisfactorio. Una conjunción equlibrada (y difícil de lograr) entre la música y la caligrafía cinematográfica, algunos momentos de diálogos brillantes y la especial fotografía de la ciudad de Montevideo, no ya pintoresca sino dotada de una solitaria belleza decadente, son varias perlas dignas de subrayar. Es un filme más que recomendable y merecedor de todas las distinciones que pueda obtener. Con películas así el público uruguayo continuará acercándose a su propia identidad cultural. Enhorabuena.

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