En un mundo cada vez más marcado por tensiones geopolíticas y presiones económicas, Uruguay enfrenta el desafío de definirse como un Estado verdaderamente independiente, internacionalista y antiimperialista. No se trata de una consigna ideológica, sino de reafirmar un lugar soberano en un escenario global donde la neutralidad tibia ya no garantiza respeto ni autonomía.
Durante décadas, el país fue reconocido por su diplomacia prudente y mediadora. Ese perfil le otorgó prestigio, pero hoy el equilibrio entre los grandes bloques no se logra con silencios, sino con convicciones y principios. Posicionarse como un Estado internacionalista significa defender el derecho internacional, el multilateralismo y la cooperación entre iguales; fortalecer la integración latinoamericana y actuar junto a las naciones que buscan un mundo más justo y multipolar.
El antiimperialismo, por su parte, no implica confrontación permanente, sino dignidad y autodeterminación. Es rechazar toda forma de dominación económica, política o cultural, venga de donde venga. Es denunciar las sanciones, las injerencias disfrazadas de ayuda y los acuerdos que perpetúan la dependencia. Ser antiimperialista es afirmar que ningún poder extranjero debe condicionar las decisiones soberanas de un país libre.
Uruguay tiene una tradición que respalda esta postura. Desde las advertencias de José Enrique Rodó contra la dominación cultural hasta las políticas de no alineamiento, el país supo alzar su voz por la justicia internacional y la autodeterminación de los pueblos. Esa herencia debe actualizarse en un presente donde las potencias buscan rehacer sus zonas de influencia y donde los Estados pequeños son vistos como piezas de un tablero global.
El verdadero internacionalismo uruguayo se mide por la coherencia entre el discurso y la acción: por defender la paz, la soberanía y la cooperación solidaria. Reafirmar una política exterior antiimperialista no significa aislarse, sino construir vínculos sobre la base del respeto mutuo y la igualdad. Significa sostener, sin miedo, que nuestros recursos, nuestras leyes y nuestras decisiones pertenecen al pueblo uruguayo, no a los intereses de las potencias.
Uruguay debe recuperar una voz clara en la región y en el mundo. Un país pequeño puede ser grande cuando defiende su independencia y se planta con principios ante la presión de los poderosos. Ser antiimperialista hoy no es mirar hacia el pasado, sino apostar al futuro: a la dignidad nacional, a la justicia global y al derecho de cada nación a decidir su propio destino.


Excelente editorial
Siento bajar de la nube de un hondaso al que escribió la nota, pero primero, yo te aseguro que si a un uruguayo de las la opción de renacer en un pais «imperialista» como Estados Unidos, Rusia u otro, abraza a EE.UU o Rusia y a Uruguay ya sabes por donde se lo pasa.
Segundo, el aire pesa mas que Uruguay, absolutamente A NADIE le importa lo que Uruguay tenga para decir porque no tiene peso alguno, el uruguayo se ha hecho en los ultimos años una falsa visión de que al mundo le importa lo que tengamos que decir, la triste realidad es que en el mapa mas grande del mundo somos un puntito, la única razón por la cual aun no nos barrieron del mapa es porque el agua dulce aun no es un recurso escaso, pero cuando comience a serlo, EE.UU va a bajar y de dos petardos nos borra del mapa, despierten, a nadie le importa tres carajos lo que Uruguay tenga que decir, y si creen que esto es incorrecto, imaginense, si ni EE.UU, ni Rusia, ni India (siendo el pozo de mi*rda de país que es) le importa tres cominos lo que diga un organismo «poderoso» como la ONU, imagínense lo que les importará que nos quejemos de algo, les guste o no, no tenemos ningún peso, y al primer «pio» que esbozemos, cuando EE.UU nos mire mal vamos a agachar la cabeza.