Cuando hablamos de diáspora, nos referimos a la comunidad de migrantes o descendientes de migrantes cuya identidad y sentimiento de pertenencia, sean reales o simbólicos, proceden de su experiencia y sus antecedentes migratorios. En el caso de Uruguay, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el 2022 más de un 15% de la población uruguaya se encuentra distribuida en distintos países, siendo Argentina, España, Estados Unidos y Brasil los principales destinos de las uruguayas y uruguayos en el exterior.
Pero estos no son los únicos lugares donde yacen nuestros connacionales; por ejemplo, al norte del planeta, se encuentra la isla más grande del mundo cubierta por hielo, llamada Groenlandia. En el último censo, se registró que este territorio autónomo tiene más de 56 mil habitantes, pero lo curioso es que su capital, Nuuk, es una de las menos pobladas del mundo con 16 mil habitantes y es una ciudad situada en la parte oeste, frente a Canadá.
Dentro de esos 16 mil habitantes, se encuentra Aldo Solari, un uruguayo de más de 60 años que nació en Montevideo, pero a los 16 años se fue de su país de origen para buscar refugio en otro territorio debido al régimen cívico-militar y nunca más pudo volver. Aldo es un científico senior en oceanografía y pesca; trabajó como asesor en 14 países para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejor conocida como la FAO. Además, es un matemático especialista en ecología marina y es doctor retirado de las universidades de Lund (Suecia) y Las Palmas (España). “Nací en Montevideo, a dos cuadras del Club Bohemios. Al igual que mis padres, María Teresa y Amilcar Solari, fui a la escuela Noruega y vivíamos en Francisco Llambí, entre Miguel Barreiro y Manuel Ahedo. Pero cuando tenía 16 años, debido al trabajo de mis padres y mi abuelo, que fueron gráficos sindicalistas, debimos irnos a Gotemburgo en Suecia en la década de los 70, para nunca más volver”, explicó Solari. Pero a pesar de que no regresó, afirma que trabajó para el país durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, siendo asesor de pesca de un grupo de parlamentarios.
El especialista en ecología recordó su faceta de jugador de basquetbol en el Club de Bohemios y en Peñarol en la época de Julio Cuzzi y Lindo Ruiz, respectivamente. Afirma que luego del golpe de estado de 1973, donde fue desterrado, siguió adelante con su vida e hizo valer la educación que recibió en Uruguay.
En la actualidad, vive con su esposa Silvia desde hace 34 años. Ella la conoció durante su estancia en la residencia de la Universidad de Las Palmas y es especialista en matemáticas. “Trabajamos juntos en el Instituto Español de Oceanografía y vinimos a Groenlandia cuando ‘explotaron las guerrillas’ en Mauritania y Senegal. Ahí me ofrecieron un cargo de científico senior, mientras que Silvia estuvo varios años en ‘estadísticas de Groenlandia’ y sigue trabajando para el gobierno. Juntos realizamos muchos proyectos en África y España”, explicó.
Aldo asegura que, a pesar de las condiciones que lo llevaron a salir de Uruguay y su edad, está muy agradecido por el país que lo recibió. “En Suecia me recibieron de la mejor forma, era la época de Olof Palme”, subrayó. “Dentro de las cosas que más extraño de Uruguay, están la familia y los amigos del liceo y de la escuela; extraño los inviernos en la Floresta, la pesca y caza con mi abuelo Isaías y los guisos de mi abuela. Extraño el “batllismo” de Batlle y Ordóñez, el «trampolín» al Uruguay culto y buen amigo de aquel primer mundo”, mencionó con profunda nostalgia.
Pero resalta que, tras 14 años en Groenlandia, hay muchas cosas que les gustan, como las ballenas; los icebergs “incluso el ruido estruendoso cuando se parte”; el silencio absoluto; los colores distintos del ambiente gracias a la pureza del aire; “además, los inuits tienen una benevolencia primordial. todos los países cuentan con gente buena y honesta y aspectos que debemos salvaguardar”.
Para el uruguayo residenciado en Nuuk, explica que entre las cosas que le gustaría que fueran diferentes es que “los inuits convendría poder educarse mejor para poder resolver los problemas del mundo actual”. Entre los beneficios menciona que se sienten como dos más: “Nos sentimos privilegiados porque nos dan un trato justo”, mencionó. Por otra parte, ante el anuncio del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de su clara intención de comprar Groenlandia, recordemos que este territorio es autónomo y forma parte del Reino de Dinamarca. Aldo Solari entiende que Trump vea la situación como un “negocio inmobiliario”, pero en Groenlandia, “la mayoría no lo apoya; del 85 al 90% de la población no está de acuerdo y dudo que pueda cambiar eso. Pero de lograrlo, nos vamos a Dinamarca en el primer vuelo”.
Solari explica que la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, y los políticos escandinavos están en contra de la “venta”, pero desde su óptica, en todo caso, todo queda en manos de las fuerzas armadas norteamericanas.