La reciente visita de representantes de 19 empresas turísticas de China y 5 de Corea del Sur a Azerbaiyán no fue simplemente un viaje de familiarización; es parte de una estrategia calculada de diplomacia turística y económica. La Oficina de Turismo, dependiente de la Agencia Estatal de Turismo, desplegó una agenda que combinó recorridos por Bakú y sus distritos vecinos —Shamakhi, Gabala, Sheki y Gakh— con encuentros B2B, diseñados para fortalecer vínculos comerciales y posicionar al país como un destino emergente para Asia oriental.
La lectura crítica es clara: Azerbaiyán busca diversificar su mercado turístico y reducir la dependencia de visitantes regionales o europeos, apostando por China y Corea del Sur, economías con capacidad de gasto creciente y una marcada cultura de viajes internacionales. Los números confirman la efectividad de esta apuesta: 49.000 turistas chinos llegaron al país en los primeros nueve meses de 2025, un incremento del 51 % respecto al año pasado, mientras que desde Corea del Sur arribaron más de 13.000 visitantes, con un 10 % de crecimiento.
Pero más allá de las cifras, lo relevante es la intención geopolítica implícita. El turismo no es solo un negocio: es un instrumento de proyección de imagen, influencia cultural y diplomacia blanda. Al invitar a operadores asiáticos a recorrer los principales destinos históricos y naturales del país, Azerbaiyán no solo promueve paquetes turísticos, sino que también construye narrativas sobre seguridad, modernidad y hospitalidad, elementos clave para atraer inversiones y consolidar su presencia en la región.
La estrategia, sin embargo, plantea desafíos. La promoción turística basada en mercados lejanos requiere infraestructura, conectividad aérea confiable y servicios de alto estándar; áreas donde el país todavía tiene margen de mejora. Además, existe el riesgo de sobreexplotación turística de ciertos destinos emergentes si la demanda crece más rápido que la capacidad de gestión local.
Aún así, Azerbaiyán demuestra una lectura estratégica de la globalización: entiende que los flujos turísticos son también flujos de influencia, que cada visitante asiático no solo gasta en hoteles y restaurantes, sino que lleva consigo una percepción del país que puede convertirse en relaciones comerciales, diplomáticas o culturales a largo plazo.
El programa de encuentros B2B y la atención a la experiencia directa de los operadores reflejan un enfoque profesionalizado, que no se limita a la promoción superficial. La política turística del país apunta a consolidarse como puerta de entrada al Cáucaso, ofreciendo diversidad de atractivos: desde el patrimonio histórico y la gastronomía, hasta turismo de naturaleza y experiencias culturales.
Azerbaiyán está jugando una partida que combina economía, diplomacia y cultura. Sus esfuerzos por atraer turistas asiáticos evidencian una visión de largo plazo, que entiende el turismo como herramienta de influencia internacional y desarrollo económico. La apuesta parece dar frutos: el incremento de visitantes y el interés mostrado por China y Corea del Sur indican que el país ha identificado correctamente las nuevas tendencias del mercado global.

