Yanni Mara Tugores Tajada, nace en Montevideo el 8 de mayo de 1957. Escritora, prologuista y promotora cultural. Vive en La Paz-Canelones, donde dirige su propio espacio cultural. Multipremiada dentro y fuera de fronteras. Participó en múltiples antologías. Sus poemas y cuentos son publicados en diarios y revistas en Uruguay y en el exterior, traducidos al portugués, italiano y rumano y varios de ellos musicalizados.
Es jurado en concursos nacionales e internacionales. Participa con notas en radios uruguayas y argentinas. Realiza concursos literarios trilingües a nivel internacional. Tiene publicados 13 libros. Yanni, participa junto a Cuenta Imagina y Crea en actividades fomentando la lectura y escritura.
El inquilino
Me encontraba en la cocina de casa de mamá, pensando en las cosas que me había contado y no entendí, pero no solo no comprendí sino que me asusté.
Fui la última de mis hermanos en irme de la casa, y desde entonces, tanto ellos como yo, habíamos tratado de convencer a mamá, de dejar ese enorme caserón y mudarse a uno más pequeño, pero su tozudez la habían mantenido firme, y había convertido el caserón, en una pensión familiar.
Aquella casa tan enorme con seis habitaciones y tres baños era ideal para eso, y de esa forma mantenía la misma y su propio sustento, sin necesidad de venderla.
Lo que mi madre me había contado, era sobre un inquilino que la tenía preocupada: no tenía modales, era tosco, huraño y la ponía muy nerviosa y eso me asustó.
Mientras pensaba en lo que me contó, revolvía una humeante y deliciosa buseca que ofrecería a sus comensales y comenzaba a llamarlos para almorzar.
En ese instante ocurrieron muchas cosas, la primera fue qué, el famoso inquilino irrumpió abruptamente en la cocina. En ese momento, me encontraba detrás de ella sacando los platos y literalmente me dio contra la pared. Y aun cuando este señor no había terminado de pedirme disculpas, mientras yo nerviosamente le contestaba él, levantó su mirada y recorrió con ella todo mi cuerpo fijando sus ojos en los míos.
Yo quedé paralizada, era tal como mamá lo había descrito, solo que omitió decirme, que pese a sus malas cualidades y carácter, aquel inquilino era extremadamente hermoso.
Vestía impecablemente, de tez morena, alto y de ojos almendrados, con su voz susurrante y grave me preguntó;
-¿Y tú, quién eres?
Yo no podía gesticular palabra, y respondí temblorosa:
-Me llamo Aurora y soy la hija menor de doña Agripina.
No sé qué, me cautivó tanto de aquel hombre. Solo sé, que mientras brutalmente cortaba un trozo de pan y lo sumergía vigorosamente en el deliciosa olla de mamá, por las comisuras de sus labios chorreaba el néctar de su jugo, he inexplicablemente arrastró junto a sus labios misteriosos, mis besos.
Vejez en soledad
Cuando las sienes blanquean
y los años son nostalgias,
entramos en el ocaso
ya nada nos hace falta.
Y cuando la soledad
nos invade en nuestra casa,
recordamos el pasado
de familia atiborrada.
Cuando las sienes blanquean
ya nada nos hace falta.
Y LUEGO, TE BESO
Me pongo en la boca:
el azul del cielo,
El verde del mar
color de caracolas.
Me pongo en la boca:
la flor de los campos,
el olor de los azahares,
la melodía más hermosa.
Me pongo en la boca:
Algo dónde azúcar,
las alhucemas del pelo,
los jazmines de la mesa,
la lavanda de la abuela.
Me pongo en la boca:
las lágrimas del pan,
campanadas de sol,
semillasde amor
y trigales nuevos.
Me pongo todo eso…
Y luego, te beso.
© Derechos reservados Editorial artesanal: Cuenta Imagina y Crea
Gracias x difundir mis letras y el arte en general