«INjusticia»
«Hoy llegó una carta del imperio. Hacía un año que no veíamos nuestra bandera flamea en el horizonte, venía en un barco con las velas henchidas y nos trajo recuerdos. Recuerdos de nuestra tierra natal, allá, en España. Cuando llegamos, desde lejos pudimos distinguir una gran playa y una vegetación frondosa.
Nos acercamos y al desembarcar todos nos hacíamos la misma pregunta:- ¿Qué habría detrás de ese espesor de raras plantas y extraños pájaros?
Era todo muy hermoso y a la vez, desconocido. Cuando partimos, no sabíamos hacia dónde nos dirigíamos. Con solo veinte años y curiosos por conocer si existía algo más tras la línea del horizonte, Rogelio y yo decidimos enrollarnos y partir. Desembarcamos sonrientes y curiosos, con sable en mano y carabina al hombro. De pronto, se anularon nuestras sonrisas. Pese a nuestra creencia religiosa ahora temíamos y mucho. Fue entonces que Rogelio un año mayor que yo, me dijo:-¡Vamos, Mario, no temas! Hemos llegado hasta aquí. Veamos pues qué hay del otro lado.
Nos adentramos en la vegetación exótica, exuberante, abigarrada de aromas y colores que nos eran totalmente desconocidos. De pronto, Miguel, nuestro capitán gritó:- ¡Alto! Todos enmudecidos. Saliendo de las malezas y confundiéndose con el paisaje, emergían hombres, mujeres y niños, con raras vestimentas -diríase casi desnudos. Por unos momentos dudamos: ¿corremos o atacamos? Quedamos estáticos, el sudor recorría nuestro cuerpo. Notamos que estas curiosas personas de tez oscura, solo contaban con lanzas y algunas armas rudimentarias hechas de piedra.
Pese a eso, aún temíamos. Fueron ellos los que tomaron la iniciativa. Se acercaron lentamente, nos olieron, nos tocaron, acariciaron nuestro pelo y palparon nuestras armaduras. Quedé paralizado con la actitud de Rogelio; levantando sus manos, se despojó de sus armas y tomó entre sus brazos a uno de los pequeños. El niño, curioso y asombrado, tocó su sombrero y el crucifijo que colgaba de su cuello y destellaba mil colores. Un año ha pasado desde entonces, hemos convivido y aprendido los unos de los otros, extrañamos nuestra tierra ¡sí!, pero la carta que llegó ese día nos lastimó en lo más profundo. Mandarían más veleros, más soldados, más armas, para conquistar estas nuevas tierras y eliminar todo lo que para ellos, era “peligroso”. Nuestro capitán, no tendría tiempo de contestar la carta, sabíamos positivamente que en unos meses, toda esa población amistosa, curiosa e ignorante, sería literalmente domesticada o lo que es peor aún, “exterminada”. Llegó el día de la cruenta batalla. Todo el pueblo estaba siendo aniquilado y muchos de ellos apresados. Desesperé, no pude hacer nada. Junto al resto de mis compañeros tratamos de proteger a los niños, pero no pudimos. Y en un acto de desesperación, Rogelio, dejó en su cuerpo un mensaje al Imperio. Aquel curioso soldado que peleó bajo el rojo y oro de su bandera natal, truncó su voz ese día. Vi como dejaba su carabina y el sable en la tierra y ponía como escudo su pecho, logrando así, proteger a uno de los tantos pequeños que soportaron el embate de la batalla. Mientras yo, absorto, no pude más que gritar: -¡Injusticia!»
Yanni Tugores (Uruguay). Escritora, prologuista y promotora cultural. Recibió innumerables premios dentro y fuera de fronteras por su obra y su gestión cultural, social y humanitaria. Participa en Cuenta Imagina y Crea desde hace varios años.
© Derechos reservados Editorial artesanal: Cuenta Imagina y Crea
Muy linfo aporte .
felicitaciones Yanni
Un orgullo conocer a esta escritora y promotora.. Gran ser humano. Abrazo!!!
Gracias x sus lindos comentarios. A Fernanda y a multimedios por permitirnos la difusión de nuestras letras