El Estado y lo Público

Las modificaciones en las estructuras sociales, económicas y tecnológicas, deben llevar a nuevas consideraciones sobre la relación entre la sociedad, el estado, la globalización financiera y las democracias. Es importante a riesgo de hablar de cosas que no aparecen en ningún programa de chimentos ni que son tendencia en redes, hacer el esfuerzo de pensar hacia adelante.

Ya mencionamos (en un artículo aquí mismo hace unas semanas) que nos debemos un debate importante en tanto en cuanto no basta que el Estado sea el Escudo de los Débiles, sino que debería adquirir e incorporar un robustecimiento en su puntería, en la construcción de la soberanía (hablamos de Soberanía Nacional, no de Soberanía Estatal) y en su capacidad de dar respuestas a las urgencias, pero de evitar con acciones, que los débiles que hoy precisan escudo dejen de serlo.

En este sentido, también es necesario repensar aquello del Contrato Social, cuales son las necesidades actuales para salvar ya no solo la relación social sino la vida misma, del aniquilamiento al que la exponemos día a día con este modelo de producción y consumo. Es tarea también la de incorporar un nuevo contrato social.

Hay una lógica instalada de que el Estado tiene que estar en todos lados y haciendo todo. Esto si bien resguarda, con necesidad y claridad el embate brutal del afán privatizador del neoliberalismo por otro lado no logra evidenciar muchas manifestaciones de lo público que suceden por fuera de lo Estatal y que son buenas además de necesarias. En un extremo, el problema de evitar que las empresas se queden con el patrimonio y la soberanía. En el otro, la necesidad de evidenciar proyectos populares que acumulan en el sentido de un Estado que se proponga defender y consolidar la soberanía nacional, en el marco de la construcción necesaria de Poder Nacional, pero también (en estos tiempos) soberanía regional lo que implica no solo la integración de los Estados, sino de los pueblos, las organizaciones sociales y populares, las Universidades, las pequeñas empresas que son fundamentales en el proceso económico de nuestros países pero que aguantan constantemente el ataque y embate de las grandes empresas en su voracidad permanente.

Sumado al párrafo anterior, deberíamos preguntarnos si nuestro proyecto de sociedad del futuro es un Estado que esté dentro de todas nuestras decisiones. Es verdad que no queremos que el mercado se encargue de todo, pero eso no implica que la única opción para disputar eso sea que el Estado se encargue de todo.

Así como el Estado ha dado a ONG que se encarguen de ciertas políticas y proyectos, debemos contemplar que otras organizaciones sociales y populares lo hagan. Me dirán que hay una formalidad, aspectos jurídicos y muchas cosas más. Por eso debemos construir un nuevo contrato social y disputar también en el sentido del debate de ideas, las posibilidades.

Escucho a veces, por parte de actores técnicos o políticas, cierta lógica de que el vecino o la vecina en un barrio, está desesperado porque no llega el Estado. Sin embargo, hay un montón de organizaciones sociales y populares allí mismo que representan lo público, lo popular que perfectamente pueden llevar adelante y, de hecho, la llevan. Y esto no se evidencia, no se visibiliza, solo se acepta mientras son parches a la falta de propuestas del Estado, pero no se las habilita ni en la izquierda muchas veces, ni en la derecha a puedan ser actores jerarquizados.

Cierto es que, desde los organismos financieros internacionales, a fines de los 80´se lanzó una implacable predica privatizadora que en muchos casos se presentaba como descentralización, por eso tanto el Documento 6 del Frente Amplio en aquel tiempo se para firme, planteando la descentralización participativa que promueve el poder popular y otro tanto sucedió con el PT en Brasil, específicamente en Porto Alegre por colocar algunos ejemplos de aquellos tiempos.

Que el Estado se retire en función de que permita que aparezca lo público es algo a promover. Lo público que defienda los intereses nacionales sobre las constantes acciones por inmiscuirse en los asuntos de nuestros países que impulsan los organismos internacionales. Es fundamental diferenciar aquello que es público de lo Estatal. Asumir que lo público es también mucho más que las Organizaciones No Gubernamentales y entiendo también más que la sociedad civil en términos subjetivos. No es contradicción pedirle al Estado que tenga el control sobre intereses estratégicos que hacen la defensa y la consolidación de la soberanía, al mismo tiempo que le pedimos que dé pasos firmes en consolidar lo público, como algo distinto.

A veces las tentaciones desde lo Estatal son fuertes, confundimos ir a hacer cosas a un barrio con organizar a la gente desde el Estado. Estos pasos luego son muy difíciles de desarticular. Muchos promotores de esta llegada del Estado arrasando con todo lo organizados popularmente, con lo existente en los territorios nunca pudieron organizar ni un cumpleaños, es entendible pero no atendible.

Precisamos más organizaciones populares que asuman la gestión con participación de distintas áreas y que incluso desde esta gestión participativa dispute a las ofertas que brinda el mercado en esas áreas.

No es una discusión fácil, asumo incluso que unos cuantos ni la validarán como para darla. Pero desde nuestra humilde opinión, se hace necesario para comprender nuevos tiempos, para avanzar en la cuestión nacional y regional como partida fundamental de nuestra época.

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