Gracias al Exilio conocí a San Romero de América

Acaba de hacer 43 años que Monseñor Romero fue asesinado en El Salvador. Hoy es San Romero de América. A fines del 77, la Universidad de Georgetown decide otorgarle un doctorado honoris causa al Arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero. Yo era corresponsal en Washington de Canal 13 de México.

Diego Achard, Gerente de noticias y amigo de la vida, me avisa que mandará cámaras para que le hiciera una nota. En plena Guerra Civil en Centro América, Romero se había vuelto, la voz de los silenciados. No existía conexión satelital. Diariamente me comunicaba por audio.

Romero acepta el doctorado pero no viajaría. Enviaría un representante. ¡Qué desilusión! Pero la Universidad resuelve enviar su claustro y hacer allí la ceremonia. Diego me dice que me enviará el pasaje. Así, el 14 de febrero del 78, en el salón de actos de la Catedral salvadoreña le conocí. 

Finalizada la ceremonia tras un modesto brindis, la gente se iba yendo. Me acerque a despedirme y agradecerle la nota. “Espera un poco”, me dijo ”tengo algo para hablar contigo. Me han hecho reír tus cuentos, pero estás muy triste.” Apretó un botón mágico. Hice una catarsis verborrágica de casi una hora contándole todo lo que había vivido el último año y medio. Y rematé “además no se llorar de dolor”. 

No lloré a Zelmar y Toba, no lloré cuando mi padre sollozaba abrazado de mi en la Embajada de Austria . No lloré cuando asesinaron a Letelier. El con sanadora calma dijo: “Creo que te entiendo. A mi me pasa lo mismo. Voy solo, al huerto”. 

Yo no tenía ni idea de cuanto iba a influir en mi vida. Se había hecho tarde. Ofrece llevarme. Aún no me había registrado en ningún hotel. “Te puedes quedar en casa”. Ahí advertí que no vivía en el Palacio Episcopal. Condujo su camioneta marroncita. Su casa era modesta y cálida, construida para un jardinero, en fondos de un hospital para niños con cáncer.

Al otro día me llevó al aeropuerto. Me costó despedirme. “Casi lloro” dije, porque no “es tristeza” respondió. En voz serena pero firme dijo “Prueba sólo en tu huerto.” Todavía sigo buscando nuevas interpretaciones a su frase.

De regreso, no olvidé aquel encuentro. Menos de un mes después, el 12 de marzo, asesinan a su amigo, secretario y confesor, el Padre Rutilio Grande. No se cómo hice, pero fui a verlo. Muy sereno… con la mirada triste. El papa Paulo VI, le había llamado. Tomaba su foto de la mesa de luz mientras contaba. “Fui al huerto” me dijo. Yo en vez sentí: “lloré”. Cuando regresé, una vez más, me llevó en su camioneta. “Creo que no te traeré más en ella”. Me disculpé: “Monseñor, las dos veces que vine me trajo, yo puedo..” me interrumpió para aclarar: “si no te traigo más es por no ponerte en peligro”. Volví cada vez que pude. Le acompañaba a sus visitas a poblaciones campesinas. “Monseñor” en él, no sonaba a “distancia”. Así le llamaba su pueblo en cercanía. 

En esa agendas donde anotaba todo, el 24 de marzo del 80, está rallado con rabia MATARON A ROMERO. Corrí desde la oficina, hasta Tabor House, una comunidad de base cristiana que le tenía como referente. El Padre Peter Hinde celebró una Misa muy informal. Estaba la hermana Betty Campbell y un laico “Spike”, de quien nunca supe más que su nombre y la inmensidad de su alma. 

Siendo Embajador hablaba mucho de él con Monseñor Bergoglio. Siendo Papa me invitó a la beatificación (foto), el 23 de mayo del 2015. Subieron como reliquia: su camisa ensangrentada. Pasó a menos de un metro del palco donde estaba. He pasado horas junto a su tumba. La foto de Paulo VI sigue allí, en lo fue su hogar vuelto museo.

Joy Olson, amiga en EEUU, me regaló una carta que envió el 4 de octubre del 79 a la Conferencia Episcopal de EEUU pidiendo apoyo al trabajo de WOLA. La tengo en la cabecera de mi dormitorio.

La Parroquia de la Cruz en Montevideo tomó su nombre. Voy todos los domingos. No solo al templo. Es lejos de casa, pero es mi gente, mi comunidad. Vivo en el Centro pero aquel es mi barrio. Los curas Fernando y Miguel, hacen que Romero, tras 43 años siga golpeando mi puerta.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.