Los transeúntes también deben circular atentos a los baldes y bombas de agua arrojadas desde las casas, otra tradición pero que se remonta mucho más atrás en el tiempo.
El dramaturgo y escritor Milton Schinca documentó en su obra Boulevard Sarandí que la policía del S XIX debió emitir una edicto que prohibiera “arrojar inmundicias” dado lo extendido de las guerras de agua que al principios de ese siglo llegaban a durar hasta la primera semana de enero.