Juan Blanco conversa con Axel Kicillof: “El peronismo volverá cuando vuelva a ser una promesa creíble para la gente común”
Por estos días, Axel Kicillof combina su rol de dirigente opositor con el de referente intelectual del peronismo, se mueve entre actos militantes y discusiones programáticas. En diálogo con Diario La R, analiza la coyuntura, evita triunfalismos y plantea qué debería hacer el peronismo si pretende volver a gobernar.

—Director de Diario La R, Juan Blanco:
Muchos hablan de un “ciclo de retorno” posible para el peronismo. ¿Lo ve cercano?
—Axel Kicillof:
Más que pensar en un ciclo automático, creo que la sociedad está revisando resultados. Cuando un modelo promete que el mercado resolverá todo y lo que aparece es desigualdad, precariedad y pérdida de derechos, la gente empieza a buscar alternativas. El peronismo puede ser una de ellas, pero solo si ofrece un proyecto serio, realizable y contemporáneo. No alcanza con la nostalgia.
—Blanco:
¿Dónde cree que el peronismo se desconectó de parte del electorado?
—Kicillof:
Cuando damos por sentado que la identidad alcanza por sí sola, nos equivocamos. Hubo sectores que sintieron que el Estado llegaba tarde, o mal, o que no escuchaba. El peronismo nació para resolver problemas concretos —trabajo, salario, vivienda, movilidad social—. Si no logra mejorar la vida cotidiana, pierde su razón de ser. Debemos volver a esa matriz, con políticas nuevas para una economía distinta.
—Blanco:
Algunos los acusan de “populismo” y de no cuidar las cuentas públicas. ¿Qué responde?
—Kicillof:
Es un rótulo útil para el debate mediático, pero no describe la realidad. Ningún país crece solo con ajuste. La clave es compatibilizar equilibrio macroeconómico con políticas productivas. Industrializar, agregar valor, cuidar el mercado interno y exportar más. Eso requiere Estado inteligente, no Estado gigante ni Estado ausente. Cuando el Estado se retira, se consolidan privilegios.
—Blanco:
¿El peronismo tiene liderazgo definido para encarar una vuelta al poder?
—Kicillof:
Tiene liderazgos, pluralidad y experiencia. Lo importante no es un nombre propio, sino la capacidad de construir un programa colectivo. El peronismo siempre fue una coalición social amplia: trabajadores, clase media, pymes, sectores populares. Si ese entramado se recompone alrededor de una propuesta clara, el liderazgo surge de manera natural y democrática.
—Blanco:
¿Qué debería cambiar el peronismo de puertas adentro?
—Kicillof:
Transparencia, debate real y participación. Hay que escuchar más a intendentes, sindicatos, movimientos sociales, mujeres y jóvenes. La dirigencia debe salir de los despachos y caminar. Y, sobre todo, admitir errores. La autocrítica no debilita: ordena. Sin autocrítica, cualquier proyecto de regreso es solo un eslogan.
—Blanco:
¿Ve condiciones sociales para un nuevo contrato entre Estado y ciudadanía?
—Kicillof:
Sí. La población está cansada de promesas que terminan en tarifas impagables, salarios que pierden contra la inflación y servicios públicos deteriorados. Pero eso no significa que vaya a elegir automáticamente al peronismo: exige certezas, datos, planificación. Si logramos explicar con claridad qué haremos el primer año, el primer mes y la primera semana, el apoyo aparece.
—Blanco:
¿Y qué haría ese primer año?
—Kicillof:
Un plan productivo con metas verificables: reactivar obra pública estratégica, crédito accesible a pymes, acuerdo de precios y salarios con horizonte de recuperación, y una política energética que abarate costos para producir. Todo acompañado de programas sociales que sean puente hacia el empleo, no un fin en sí mismos.
—Blanco:
¿El regreso del peronismo sería una vuelta al pasado?
—Kicillof:
De ninguna manera. Se trata de recuperar principios —justicia social, soberanía económica, comunidad organizada— y traducirlos al siglo XXI. Con economía digital, transición energética y nuevas formas de trabajo. Si el peronismo se queda en la liturgia, pierde. Si se anima a innovar con sus valores, gana.
—Blanco:
Para cerrar: ¿volverá el peronismo al gobierno?
—Kicillof:
Volverá cuando vuelva a ser una promesa creíble para la gente común. No es cuestión de fechas, sino de coherencia. Si demostramos que hay un camino posible, inclusivo y serio, la sociedad nos va a acompañar. El desafío es enorme, pero también lo es la necesidad.
La conversación termina sin consignas grandilocuentes. Kicillof insiste en que el peronismo no puede esperar un milagro electoral, sino construir paciencia, programa y confianza. El debate quedó abierto: ¿podrá ese peronismo renovado interpelar nuevamente a la mayoría? El tiempo —y la política— lo dirán.


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