Iguazú: donde el alma se humedece

Un paraíso al alcance de todos.

No sé si fue el rugido del agua, fundiéndose en la quietud, o el silencio de la selva, rasgado por el canto penetrante de los pájaros, lo que primero quebró la costra de lo habitual. Lo cierto es que este viaje a Misiones se transfiguró en una experiencia de honda densidad, donde se me reveló la urgencia de una ética espiritual del cuidado y la reparación.

Las Cataratas del Iguazú no se contemplan: se interrogan. Son un latido primordial de la tierra, un estallido de belleza que no solicita permiso para interpelar al que llega. Al aproximarnos a la Garganta del Diablo, el vapor nos envolvió como un abrazo ancestral. Y en ese instante de disolución, en la frontera misma entre el cuerpo y la bruma, comprendí que no estábamos ante un paisaje, sino en estado de comunión con la tierra.

El agua como memoria

Cada salto, cada bruma, cada arcoíris efímero parecía articular una verdad más profunda: “Esto es lo que somos”. No individuos aislados, ni siquiera naciones o fronteras, sino parte constitutiva de un único hogar. Nuestra casa. Como enseña el Papa Francisco, “todo está conectado”. Y allí, en la tensión entre el estruendo atronador y una ternura sobrecogedora, esa conexión dejó de ser concepto para convertirse en evidencia del cuerpo.

Pero en ese mismo acto de revelación, surgió el dolor. Porque esa selva que nos circunda, esa catedral viva donde el yaguareté —un fantasma heráldico— aún resiste, es apenas un vestigio, un eco de una plenitud perdida. Saber que solo persiste el 7% de su superficie original es constatar una amputación. Lo demás fue devorado por la codicia, ese pecado moderno alimentado por la indiferencia y el olvido.

 

La tormenta como advertencia

En la madrugada del domingo, una tormenta eléctrica desgarró el cielo sobre la selva. Los relámpagos iluminaban los árboles, revelándolos como columnas de un templo infinito. El trueno no retumbó como amenaza, sino como advertencia solemne. Era la naturaleza clamando, con una voz que venía del fondo de los tiempos, que aprendamos a ser, por fin, responsables y respetuosos.

Sentí, en cada fibra, que el cielo nos hablaba. Que esa fuerza descomunal no era caos, sino mensaje cifrado en la potencia misma de la creación. Que la belleza, en su esencia, conlleva una severidad necesaria. Que nuestra casa común ya no tolera la arrogancia de la indiferencia.

La selva como promesa

Conversamos sobre los monos, los tucanes, la variedad de árboles que se alzaban como búsquedas del cielo. Y en algún momento, la reflexión se vuelve inexorable: ¿qué relato de nosotros mismos vamos a legar? ¿Qué identidad construiremos si permitimos que este milagro de vida se degrade hasta convertirse en un suspiro en los libros de historia?. La Selva Paranaense es un pulmón que aún respira a pesar nuestro. Es el escenario sagrado donde la posibilidad de una reconciliación aún es tangible: con lo que fuimos, con lo que somos y con lo que anhelamos ser.

Hacia una doctrina del cuidado

No me cabe duda: Iguazú está llamado a ser más que un destino turístico. Debe erigirse en símbolo, en eje narrativo de un nuevo imaginario. Un altar donde la belleza y la responsabilidad se encuentren y se confundan.

Porque sanar las heridas de una nación no se reduce a recomponer sus instituciones o a tejer una sociedad más integrada. Es, de modo fundamental, restablecer un vínculo roto: el que nos une a la tierra, a la memoria colectiva, al alma misma del lugar.

Y esa selva, esos saltos de agua que cantan la fuerza del origen, esa tormenta que nos interpeló, son a la vez realidad viviente y advertencia profética. Nuestra casa común nos habla en un lenguaje anterior a las palabras.

Es tiempo de fundar, con plena conciencia, una doctrina del cuidado:

donde el esfuerzo colectivo se traduzca en protección activa, en legado concreto, en una reconciliación radical con todo lo vivo.

Comparte esta nota:

5 Comentarios

  1. Maravilloso ❤️ Relato De Nuestros Recursos Naturales Hermosos e Increíbles y Con La Paz y Convivencia Que se Vive En Esos Lugares Maravillosos De Gran Disfrute Que Genera Paz , Armonía y Descanso,Es Posible Vivir Todos Juntos Y Disfrutar También,Que Disfrutes Mucho Tu Estadía, Saludos Cordiales Alejandro CAMBLOR y Familia

  2. El autor de la nota es, para muchos, alguien que enseña un poco de todo: cultura, política, economía.
    Y creo que todos estamos de acuerdo en eso.
    Pero a diferencia del resto, yo tengo la suerte de cruzármelo en casa y decirle: “Papá, me encantó tu nota.”
    Gracias por un increíble viaje donde el alma se nos humedece a los 4, juntos.

  3. Me encantó tanta profundidad. Que contraste con la mediocridad de lo cotidiano. Encontrar un sentido profundo es propio de la brillantez de espíritu. Abrazo

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Últimos artículos de Eco Uruguay