Aunque muchas personas aprovechan la siesta como un respiro necesario en medio del día, los especialistas coinciden en que no todas las formas de descansar son igual de beneficiosas. Dormir demasiado tiempo o en horarios inadecuados puede traer consecuencias negativas tanto para el cuerpo como para el sueño nocturno.
La doctora Irene Rubio Bollinger, experta en medicina del sueño, explicó que el momento clave para la siesta debe ubicarse antes de las 15 horas, ya que hacerlo más tarde puede interferir con el ciclo natural del sueño y generar dificultades para descansar por la noche.
En cuanto a la duración, la siesta perfecta dura entre 10 y 20 minutos. “Cuanto más tiempo duermas, más probable es que te sientas atontado al despertar”, señaló la especialista.
Esa sensación de desorientación o pesadez posterior puede afectar el rendimiento y el estado de ánimo durante el resto del día.
Si bien algunos adultos jóvenes podrían tolerar siestas más largas sin efectos adversos, lo ideal sigue siendo mantenerla breve y programada, especialmente en jornadas laborales.
En cambio, durante los fines de semana o días de descanso, el tiempo de la siesta puede ser más flexible, aunque siempre conviene evitar que se prolongue demasiado.
Tomar una siesta bien planificada puede ayudar a recuperar energía, mejorar la concentración y reducir el estrés, siempre y cuando se respeten sus tiempos y se evite alterar el descanso nocturno.