La formación política en los gobiernos progresistas

Hace un tiempo insistimos en la necesidad de procesos de formación que cuenten con un amalgamiento de los saberes de nuestras sociedades, que incluyan los saberes de nuestro pueblo a partir de sus luchas, que involucre los saberes académicos y que, sobre todo, tengan sentido en tanto acción política para transformar nuestras sociedades.

Para quienes nos formamos y venimos de la educación popular, es una constante la necesidad de pensar las prácticas políticas, sociales, educativas, culturales, etc, como procesos que presiden y preceden nuestras reflexiones, que son siempre instancias para volver a la práctica transformados y a transformar.
La participación es un elemento central en nuestras sociedades, mas aún en democracias que fueron omitiendo al sujeto popular, al pueblo y lo colocaron como un simple decisor a quien hablarle cada 4 años o bien a quien hablarle para intermediar su acción dentro de 4 años.
Por otro lado, a participar se aprende participando, generando espacios, equivocándose, cayendo y levantándose. Pero para construir una sociedad integrada y participativa es preferible errarle entre muchos que acertarle solo, porque en definitiva los cambios, los grandes cambios los hacen los pueblos cuando son conscientes de su fuerza y destino, y no las masas cuando son empujadas por megáfonos.
A modo de colocar un ejemplo, hay temas neurálgicos para el futuro de nuestros países en los que no se escuchan, salvo excepciones, a quienes hablen en un idioma común para la gente de a pie y de abajo. El de la integración regional es uno de esos, donde hemos metido mucha integración de hotel y de almuerzos, pero poca integración con quienes viven en nuestros barrios y pueblos, por tanto, termina siendo un discurso vacío.
Son pocas la ocasiones donde se intentó la participación protagónica y activa de la población en la construcción de las políticas de gobierno, en su monitoreo y en su evaluación. Menos aún, fueron las instancias donde se intentó generar desde esas políticas de gobierno, procesos de construcción de sujetos populares. De hecho, una constante que apareció en la autocrítica que hicimos, fue la desvinculación de la fuerza social en general.
Hay experiencias, no son muchas, pero nos servirían para tomar de allí notas de modo que, para futuras posibilidades, podamos alentar la construcción de estos procesos, la interpelación necesaria que dé pie y de cuenta de porque, luego de casi 200 años de república no hemos podido acabar en un país como el nuestros con la pobreza por poner un ejemplo recurrente en lo que escribo.
La formación política, implica asumir la reflexión desde nuestras prácticas y para volver a ellas, haciendo atravesar esa reflexión por elementos éticos, políticos y pedagógicos, que nos alejen de liso y llano esquema de lucha por la parcela de poder, que nos aleje de ese activismo donde nos hacemos creer que el país está divididos en dos (gobierno y oposición) cuando en realidad en los barrios y pueblos las diferencias que aparecen son otras signadas por quienes acceden a cierto confort y quiénes no.
Ese trabajo de base y político, precisa de mucha pedagogía y de mucha horizontalidad, precisa de mucha humildad también, precisa de aceptar en el rostro aseveraciones que hacen a lo que no hicimos o a lo que hicimos mal.
Sumado a esto, unas de las diferencias que tienen que tener nuestros gobiernos con respecto a lo de las derechas, es involucrar al pueblo en la tarea de gobernar, no para culpar sino para demostrar que la gestión no es una maquinita tecnocrática, sino un aspecto de la política que precisa claridad en el proyecto de transformación en búsqueda de la publica felicidad.
Podemos mencionar varias experiencias, como decíamos. En el Mides y en el Plan Juntos lo intentamos, con claros oscuros, con inexactitudes, pero intentamos generar procesos de participación e involucramiento social y popular constante, cotidiano y de cercanía. Lo hemos escrito, está ahí para agregar, quitar o romper, pero está ahí, pues lo hicimos con esa puntería. Hay otros también que alguno/as compañero/as hicieron incluso más, hay varios hoy, ahora que algunas compañeras están desarrollando.
Precisamos que nuestras prácticas militantes se tornen prácticas pedagógicas donde tenemos mucho para aprender, asumiendo que en última instancia la democracia empieza por la oreja.

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