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Esta cifra, que supera los 376 millones de nuevos casos anuales por apenas cuatro infecciones bacterianas (clamidia, gonorrea, sífilis y tricomoniasis), señala una tendencia global al alza. Lejos de estar bajo control, las ITS representan un desafío persistente para los sistemas de salud pública. El aumento de casos, particularmente en ciertos grupos de población, obliga a un examen de las estrategias de prevención, diagnóstico y educación.
El panorama epidemiológico actual muestra realidades complejas. En muchas regiones, se observa un repunte de infecciones que se consideraban en retroceso, como la sífilis. Los casos de sífilis congénita, transmitida de madre a hijo durante el embarazo, han aumentado de manera significativa en países que habían logrado reducir su incidencia.

Esta situación conlleva riesgos graves, como abortos espontáneos, mortinatos o malformaciones en el recién nacido. Por otro lado, la gonorrea presenta un problema adicional: la creciente resistencia a los antibióticos. La Organización Mundial de la Salud alertó sobre la aparición de cepas de gonorrea intratables con los regímenes terapéuticos habituales, lo que sitúa a esta infección como una prioridad en la lucha contra la resistencia antimicrobiana.
Los factores detrás de este aumento son múltiples. Los expertos señalan una combinación de elementos. La reducción en el uso sistemático del preservativo, especialmente entre la población más joven, es un factor identificado. Este descenso se atribuye, en parte, a una menor percepción del riesgo frente al VIH, gracias a los avances en su tratamiento, y a una confianza excesiva en otros métodos anticonceptivos que no protegen contra las ITS.

La proliferación de aplicaciones para citas ha facilitado el contacto sexual esporádico, a menudo sin una comunicación clara sobre la salud sexual. Además, los recortes en financiación para programas de educación sexual integral y en servicios de salud pública dedicados a la salud sexual han limitado el acceso a la información y a la atención.
Uno de los obstáculos principales en el control de las ITS es su naturaleza, con frecuencia, asintomática. Infecciones como la clamidia o el VPH (virus del papiloma humano) pueden no presentar síntomas evidentes durante un tiempo prolongado. Esta falta de signos visibles genera una falsa sensación de seguridad y contribuye a la transmisión involuntaria. Una persona puede estar infectando a otras sin saberlo.
Cuando los síntomas aparecen, pueden incluir flujo vaginal o uretral anómalo, úlceras genitales, dolor al orinar o sangrado irregular. Las consecuencias de no tratar una ITS a tiempo pueden ser graves: enfermedad inflamatoria pélvica, embarazo ectópico, infertilidad, aumento del riesgo de adquirir el VIH y ciertos tipos de cáncer, como el de cuello uterino vinculado al VPH.

El estigma social asociado a las ITS sigue siendo un poderoso disuasorio para buscar atención médica. Muchas personas sienten vergüenza o temor a ser juzgadas, lo que retrasa la consulta. A nivel de sistemas, no todos los centros de salud ofrecen pruebas gratuitas, confidenciales y rápidas para un espectro amplio de infecciones.
El preservativo masculino y femenino sigue siendo el método de barrera más eficaz para reducir la transmisión. La vacunación es una herramienta poderosa contra ciertas ITS; la vacuna contra el VPH, incluida en los calendarios de muchos países para niños y niñas, previene infecciones que causan cáncer.
Las campañas de información deben ir más allá del miedo y proporcionar conocimientos prácticos: cómo usar correctamente un preservativo, la importancia de los chequeos regulares, la negociación del uso de protección y el consentimiento informado. La educación sexual integral, debe abordar no solo los aspectos biológicos, sino también la comunicación, el respeto y la toma de decisiones responsables.

