El contexto político y social de México es complejo y multifacético, especialmente en la actual administración de Claudia Sheinbaum. La crítica hacia el legado de los gobiernos anteriores y la presión externa, particularmente de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump, han puesto al país frente a un espejo que revela las profundas crisis que enfrenta.
La metáfora del espejo es poderosa; refleja no solo las deficiencias y fallas de la clase política mexicana, que han eludido enfrentar problemas estructurales como la dependencia económica del comercio regional, la violencia del crimen organizado y la corrupción endémica, sino también la realidad ineludible que ahora debe confrontar Sheinbaum. Estos problemas, que han sido exacerbados por decisiones pasadas, colocan al gobierno actual en una posición crítica y desafiante.
La dependencia económica de México en el comercio regional, en gran parte impulsada por tratados como el T-MEC (tratado entre México, Canadá y Estados Unidos), debería haber sido una oportunidad para fortalecer la economía y promover el desarrollo sostenible. Sin embargo, en lugar de aprovechar esta plataforma para construir infraestructura y fomentar el crecimiento, las administraciones anteriores optaron por una gestión a corto plazo, buscando soluciones inmediatas que no abordaron las necesidades fundamentales del país. La glorificación de las remesas como un pilar de la economía es un claro indicativo de esta falta de visión a largo plazo.
En cuanto a la criminalidad, la falta de una respuesta efectiva y coherente ha permitido que el crimen organizado se infiltre en las estructuras del poder político, debilitando la democracia y la soberanía del Estado. La relación entre la política y el crimen ha sido tolerada, y en algunos casos, se ha convertido en un negocio lucrativo para ciertos actores, lo que ha llevado a una erosión de la confianza pública en las instituciones.
La corrupción, por su parte, se ha institucionalizado y se ha convertido en un pacto de impunidad que protege a quienes están en el poder, mientras que la justicia parece ser un bien escaso. La creación de instituciones que buscan combatir la corrupción, como el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, puede ser vista como un intento de manejar la percepción pública sin abordar la raíz del problema.
En este escenario, la presidenta Sheinbaum enfrenta la difícil tarea de abordar estos tres grandes problemas de manera simultánea, mientras navega las presiones externas y las expectativas internas. La diplomacia de la extorsión que emplea Trump, al tratar de forzar a México a aceptar condiciones desfavorables, añade una capa adicional de complejidad a la ya difícil situación.
Es fundamental que el gobierno actual no solo reconozca la gravedad de la situación, sino que también actúe con urgencia y determinación. La apertura al diálogo, la construcción de acuerdos y la implementación de políticas efectivas son esenciales para enfrentar los desafíos que asedian al país. La falta de cohesión en el gobierno y las fisuras dentro del movimiento de apoyo a Sheinbaum pueden ser utilizadas como armas por actores externos, lo que requiere una respuesta unificada y estratégica.
La realidad que enfrenta México es alarmante y demanda atención inmediata. El tiempo apremia, y el país se encuentra en una cuenta regresiva donde las decisiones que se tomen hoy impactarán directamente en su futuro. La responsabilidad de los líderes es reconocer la crisis, actuar con pragmatismo y trabajar hacia un cambio significativo que no solo aborde los síntomas, sino que ataque las causas profundas de los problemas que han llevado a México a esta encrucijada.