En los suburbios occidentales de Beijing, a 12 kilómetros del centro de la capital, se encuentra uno de los lugares históricos y turísticos más emblemáticos de China: el Palacio de Verano. Se trata de un extenso complejo imperial de jardines, lagos y palacios, construido originalmente en 1750 durante la dinastía Qing como residencia de descanso para la familia imperial.
El recinto fue diseñado como un refugio veraniego para los emperadores, donde podían escapar del calor de la Ciudad Prohibida. Su nombre, “Yíhéyuán”, significa “Jardín de la Armonía y la Paz”. Posteriormente, sufrió graves daños durante la Guerra del Opio (1860) y fue restaurado por la emperatriz Cixi, quien lo utilizó como su residencia principal durante los últimos años de la dinastía Qing.
Gracias a ello, hoy el Palacio de Verano tiene un valor cultural incalculable para el país, pues es considerado una obra maestra del paisajismo clásico chino, que combina armoniosamente arquitectura, naturaleza y simbolismo. Además, desde 1998 forma parte de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Al entrar, lo primero que sorprende es la inmensidad de sus 290 hectáreas, de las cuales cerca de tres cuartas partes corresponden al Lago Kunming, un lago artificial inspirado en el Lago del Oeste de Hangzhou y por donde puedes navegar con los botes turísticos. Su parte más famosa es la vertiginosa Colina de la Longevidad, rodeada de árboles y empinadas escaleras, coronada por el Pabellón de la Fragancia del Buda, cuyo ascenso se recompensa con la vista más alta del lugar.
También destacan el Corredor Largo, un pasillo cubierto de más de 700 metros decorado con miles de pinturas, que lo convierte en la Gran Galería, formada por vigas de madera con más de 14.000 pinturas que muestran escenas de la historia y la mitología china; el Puente de los Diecisiete Arcos, que conecta con la Isla Nanhu; y el imponente Barco de Mármol, anclado a la orilla del Lago Kunming. Según los locales, representa la estabilidad y la solidez del imperio, bajo la idea de que un “barco de piedra nunca puede hundirse”. Hoy es uno de los puntos más fotografiados del Palacio de Verano, por su mezcla entre arte, historia y simbolismo.
El lugar se divide en diversos jardines con conceptos simbólicos, como el Jardín de la Virtud y de la Armonía, un edificio de tres plantas utilizado como teatro; y el Jardín del Gusto Armonioso, otra de las preciosas edificaciones que se reflejan en el agua mientras están rodeadas por la naturaleza. Después aparece la Calle Suzhou, una recreación de una calle comercial construida bajo las órdenes del emperador Quianlong, formada por pequeñas tiendas que ofrecen productos tradicionales y souvenirs.
Importancia simbólica
Más allá de su belleza arquitectónica, el Palacio de Verano encierra un profundo simbolismo. Su diseño responde a los principios del feng shui, la antigua filosofía china que busca el equilibrio entre los elementos naturales. Cada espacio armoniza el agua, la montaña y la vegetación, reflejando la unión entre el ser humano y la naturaleza.
Los pabellones, templos y puentes no fueron ubicados al azar: su disposición sigue un eje que conecta la tierra con el cielo. Cada detalle, desde las esculturas hasta los colores, transmite mensajes sobre prosperidad, longevidad y sabiduría. Esta combinación de arquitectura y naturaleza expresa la aspiración de los antiguos emperadores de gobernar con equilibrio y armonía, valores que se reflejan en la estética y el espíritu del lugar.
En la actualidad, el Palacio de Verano sigue siendo un símbolo de identidad cultural para China. Millones de visitantes lo recorren cada año, atraídos no solo por su historia, sino también por su serenidad y belleza atemporal. Durante las cuatro estaciones, el paisaje cambia de forma: en primavera florecen los cerezos, en verano el lago se cubre de lotos, en otoño el follaje se tiñe de dorado y en invierno el hielo transforma el entorno en una postal de calma y silencio.
El sitio también es objeto de programas permanentes de restauración y conservación, que buscan preservar los frescos, esculturas y estructuras originales. En los últimos años se han implementado tecnologías digitales para proteger las pinturas del Corredor Largo y mejorar la experiencia de los visitantes. Así, el Palacio de Verano no solo es testimonio del esplendor imperial, sino también un ejemplo de cómo China combina tradición y modernidad para mantener viva su herencia cultural.
Por estas razones y muchas otras, el recinto es uno de los más especiales de la capital y conviene reservar varias horas para su visita. Las preciosas edificaciones del palacio se mezclan con la naturaleza para ofrecer a sus visitantes un tranquilo refugio como el que disfrutaron en el pasado varias familias imperiales. La entrada cuesta alrededor de 30 yuanes (4,21 dólares), con algunos descuentos para estudiantes y niños.





