Relaciones Uruguay-China: una República Oriental cada vez más cerca de Oriente

Escribe Pablo V. Rovetta Dubinsky

Incluso para un país joven como Uruguay, 35 años es un período muy corto de tiempo. A pesar de ello, sin embargo, el desarrollo alcanzado en las relaciones con la República Popular China en este breve lapso puede ser considerado como de espectacular.

Sólo con recordar que desde hace ya justo una década China es el principal socio comercial del Uruguay y lleva desde hace años como cliente número uno de nuestras exportaciones, bastaría para demostrar esa afirmación.

Las excelentes relaciones bilaterales existentes a nivel de los gobiernos centrales se repiten en intendencias y municipios del país y abarcan, aparte de la economía y el comercio, sectores como la tecnología, la cultura e incluso el deporte.

Además, ese proceso que comenzó un 3 de febrero de 1988, cuando ambos países decidieron establecer relaciones diplomáticas, ha sido positivo independientemente del color político de los diferentes gobiernos que ha tenido Uruguay en estos 35 años.

Un largo recorrido hasta 1988

El que la República Popular China se ganara el reconocimiento internacional, tras su fundación el 1 de octubre de 1949, fue una dura y larga batalla de su gobierno que tuvo una de sus mayores victorias en 1971 cuando, tras un amplio apoyo, recuperó su puesto en las Naciones Unidas como el gobierno legítimo de China.

De entre Asia, África, Europa y América Latina, ésta última fue la región del mundo donde más tarde se establecieron relaciones diplomáticas con la República Popular y donde más largo y complejo fue ese proceso. De hecho, Uruguay fue el país de América del Sur que más tarde las estableció. Sin embargo, como veremos más adelante, podemos decir que pudo recuperar con creces el tiempo perdido.

Eso, sin embargo, no quiere decir que desde 1949 no hubiera habido iniciativas gubernamentales y populares para impulsar las relaciones bilaterales.

Por ejemplo, a finales de 1955, el cónsul uruguayo en Hong Kong, Mauricio Nayberg viajó en misión especial a Beijing y fue recibido por el primer ministro Zhou Enlai, con quien trató sobre las posibilidades de establecer relaciones comerciales y diplomáticas entre los dos países. El cónsul uruguayo es, en este sentido, reconocido como el primer diplomático latinoamericano que visitó oficialmente la joven República Popular.

Un año más tarde, China realizó una compra de lana por valor de 3,6 millones de dólares y en 1957 una delegación del Banco de China encabezada por Chen Ming, director del Departamento encargado de los temas de América Latina en el Ministerio de Comercio Exterior visitó Montevideo y mantuvo contactos con organismos oficiales uruguayos.

Un hito muy importante en las relaciones bilaterales oficiosas fue la constitución en 1959 del Instituto Cultural Uruguay-China (ICUCh), con la participación de destacadas personalidades del mundo de la política y la cultura, y presidido por Sarandy Cabrera, perteneciente al grupo de escritores uruguayos conocidos como la Generación del 45. Éste ya había estado de visita en China más de una vez en los años cincuenta, y luego llegó a residir en Beijing en la década de los años sesenta. La de Sarandy Cabrera fue, en este sentido, la primera familia uruguaya que residió en el país que entonces ya se acercaba a los 700 millones de habitantes.

Entre otras tantas actividades, el ICUCh jugó un papel muy importante en la visita que en octubre de 1959 una delegación de parlamentarios uruguayos, encabezada por el entonces presidente de la Cámara de Representantes, diputado Rodríguez Camusso, realizó a la República Popular, acompañado por Zelmar Michelini, Enrique Martínez Moreno, Juan Rodríguez Correa, Angel María Gianola y Francisco Mario Ubillos.

El ICUCh y poco más tarde la librería Nativa Libros se convirtieron, hasta principios de los años 70 del siglo pasado, en importantes ventanas para la difusión en Uruguay de diferentes aspectos relacionados con China y para promover el acercamiento entre los dos países.

Las relaciones tras el retorno de la democracia

Tras los años de la dictadura, con la asunción a la presidencia del Dr. Julio María Sanguinetti el 1 de marzo de 1985, el tema del establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China se convirtió durante casi tres años en un tema de debate interno en Uruguay. En este aspecto podemos decir que el canciller Enrique Iglesias jugó un papel fundamental para que finalmente se llegase a un acuerdo en marzo de 1988.

Sin embargo, ya antes de esa fecha, en Montevideo ya se había establecido la Cámara de Comercio Uruguay-China, y delegaciones gubernamentales, parlamentarias o comerciales uruguayas comenzaron a viajar a Beijing.  El 20 de noviembre de 1985 el ministro de Agricultura y Pesca, Roberto Vazquez Platero, al frente de una delegación industrial, fue el primer ministro del gobierno del Dr. Sanguinetti en realizar una visita oficial a China. Entonces tuve la oportunidad, desde la Agencia EFE, de cubrir esta y otras visitas. En las declaraciones del ministro se destacaba que en 1984 Uruguay había vendido a China productos por valor de 38 millones de dólares, principalmente lana y cueros, lo cual -indicó entonces- “hacía a China uno de los compradores importantes de Uruguay”, quien también estaba interesado en vender al país asiático productos lácteos, de cuero o harina de pescado.

Semanas antes, una delegación parlamentaria uruguaya, con representantes de los tres principales partidos políticos del país y encabezada por el diputado Juan Raúl Ferreira, también viajó oficialmente a la República Popular.

En todo caso, hubo que esperar hasta el 3 de marzo de 1988, fecha que recordamos hoy, 35 años más tarde, para que se materializasen de forma oficial las relaciones entre ambos países.

Cuando el embajador Guillermo Valles, primer representante oficial de Uruguay en China, izó por primera vez la bandera uruguaya en el país más poblado del mundo, se encontró en una ciudad donde nuestros dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, así como Australia -el más importante competidor para la lana uruguaya, principal rubro de nuestras ventas a China en ese entonces- desde principios de la década de los años 70 ya tenían establecidas embajadas y fuertes lazos políticos y comerciales; contaban con contactos, experiencia, y eran países conocidos en los círculos comerciales locales.

Uruguay tuvo prácticamente que “empezar de cero”, a conocer y, quizás más importante, a darse a conocer en China. En este sentido la misión del embajador Guillermo Valles no pudo ser más exitosa desde el punto de vista diplomático ya que durante sus años al frente de la embajada los jefes de Estado de ambos países intercambiaron visitas oficiales. En efecto, el Dr. Julio María Sanguinetti viajó a China en noviembre de 1988, y el presidente Yang Shangkun realizó una visita oficial a Uruguay en mayo de 1990.

Estas visitas fueron muy importantes para dar un fuerte impulso a unas relaciones que recién comenzaban a materializarse y fueron seguidas por una muy intensa actividad diplomática y comercial durante toda la década de los 90, y a partir de la segunda década del s XXI cuando primero con la soja, y más tarde con la carne las ventas uruguayas comenzaron a alcanzar niveles cada vez más considerables.

El año del establecimiento de la embajada en Beijing, el intercambio comercial bilateral alcanzó la cifra de 125 millones de dólares, un 130 % más que en 1987, siendo en su mayor parte exportaciones uruguayas.

Aquí podemos volver a mencionar lo espectacular que ha sido el desarrollo de las relaciones bilaterales ya que, si en 1988 hablábamos de un poco más de cien millones de dólares de ventas de bienes uruguayos, para el 2022 ya se llegó a la cifra de 3.675 millones, según datos de Uruguay XXI.

A los pocos meses del establecimiento de las relaciones diplomáticas el país asiático se preparaba para celebrar el décimo aniversario de la famosa III Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista de China que, en diciembre de 1978, había decidido dar un cambio de rumbo en las políticas internas y externas del país y comenzar el llamado proceso de reformas internas y apertura al exterior.

Fue el desarrollo de China lo que creó las condiciones para el éxito de las exportaciones uruguayas

De alguna manera podemos decir que el proceso de desarrollo de las relaciones entre Uruguay y China, en especial, pero no solo, en el terreno comercial, ha sido paralelo al experimentado en lo económico y social por el gigante asiático en las últimas tres décadas.

Fue el desarrollo económico, y en especial social, de China lo que creó las condiciones para que el país se convirtiera en el principal mercado para las exportaciones uruguayas. Por decirlo de forma sencilla: sin ese desarrollo social de China, ¿estaríamos ahora – y desde hace ya años- viendo como algo normal tener carne uruguaya o productos de CONAPROLE en un supermercado chino?

El desarrollo social chino creó las condiciones, y fue el trabajo permanente, profesional y eficiente de los organismos oficiales y de los exportadores uruguayos, junto a la labor desarrollada por la embajada de Uruguay en Beijing, los que posibilitaron esas exportaciones a un mercado tan estricto, con consumidores tan exigentes y con una fuerte competencia internacional como el de China. Todo esto, además, también fue posible gracias al grado de colaboración y entendimiento alcanzado con la embajada de la República Popular China en Montevideo.

Es bueno recordar que las dimensiones geográficas y demográficas del país asiático son un factor que no siempre se tiene en cuenta cuando se ve el mercado chino desde afuera. En muchos casos, hacer un viaje de Beijing a una provincia para promocionar la carne y otros productos uruguayos, equivale en horas y kilómetros a lo que sería un viaje de España al centro o norte de Europa, y el hacerlo ante un mercado equivalente, en muchos casos, al de varios países del viejo continente.

A todo esto hay que agregar la fuerte competencia a la que Uruguay tiene que hacer frente de países que, como ya indicamos, entraron a China muchos años antes, con mayores facilidades logísticas, y en casos como los de Australia y Nueva Zelanda con menores distancias geográficas y con beneficios arancelarios.

La labor realizada por la Embajada de Uruguay en China, dirigida por el embajador Fernando Lugris y un excelente grupo de colaboradores, fue fundamental en estos últimos años de pandemia, cuando en la práctica se paralizaron los viajes de negocio. Un uso activo de las redes sociales chinas, las actividades de sus consulados en Shanghai, Guangzhou (Cantón) y Chongqing, un excelente trabajo de relaciones públicas y con los medios de comunicación, la participación destacada en todo tipo de ferias y/o seminarios, de forma presencial o virtual, las visitas institucionales a diferentes lugares del país, fueron factores determinantes para que Uruguay, sus productos, su cultura, tengan en China en estos momentos una visibilidad muy por encima de su tamaño y de la distancia que lo separa de la República Popular.

A veces las cifras son algo frío que no reflejan necesariamente la importancia de algunos hechos. Ya hemos dicho que China ha sido una vez más, en el 2022, el principal destino de las exportaciones uruguayas. Para darnos cuenta de la dimensión de esto, podemos recordar que el porcentaje de lo exportado a China (28 %) supera a todos los bienes exportados por Uruguay a Brasil y Argentina juntos (14 % y 9% respectivamente), y a toda la Unión Europea (15 %).

Pero aparte de la carne, podemos resaltar que Uruguay es el segundo suministrador mundial de leche en polvo entera a China, sólo por detrás de Nueva Zelanda pero por delante de Australia; o que el 25 % de la celulosa que importa el país asiático viene de nuestro país.

El desarrollo económico y social de China, el incremento en la calidad de vida de sus habitantes, han sido, son y seguirán siendo factores muy favorables para que Uruguay pueda seguir ofreciendo al país asiático productos tradicionales de alta calidad y diversificar su cartera de exportaciones.

En este sentido podríamos mencionar el vino, alimentos lácteos o frutas, entre otros.

Al mismo tiempo, la apertura de las fronteras chinas es una oportunidad ideal para atraer a Uruguay a turistas chinos con un alto nivel adquisitivo, para lo cual el país debe estar preparado, y cuanto antes lo haga, mejor. Lo más lógico parecería ser tomar iniciativas conjuntas con nuestros vecinos, con mejores conexiones aéreas que Montevideo, para que el turista chino pueda pasar por Uruguay en sus viajes a la región. De todos modos, el que Mercosur no cuente, como gran parte de la Unión Europea, de un visado para todos sus países, y no haya una política de fronteras abiertas, puede ser una traba importante para fomentar el turismo en la región.

Gracias a lo que algunos dirigentes políticos definen como “nuestras mejores tradiciones”, Uruguay ha podido -y esperemos que siga siendo así- mantener una línea de continuidad en sus relaciones con la República Popular China, independientemente del sector político que esté en el gobierno. Podría y puede, en este sentido, ser un ejemplo para el mundo de cómo mantener buenas relaciones con países de diferente signo político, y diferencias demográficas, geográficas, históricas y culturales tan grandes como es el caso de Uruguay y China.

También son una muestra de que, trabajando duro, con profesionalidad, seriedad y sentido común, las distancias geográficas, idiomáticas, culturales, políticas y un largo etc., no deberían ser una barrera que impida entrar y “conquistar” nuevos mercados.

Personalmente tuve la oportunidad de ser testigo directo del desarrollo de China desde el año 1975 hasta el establecimiento de las relaciones diplomáticas, y posteriormente de estos 35 años. Como ya he indicado, a veces las cifras son frías y no hay como estar en el país, caminar por sus calles, ver a su gente y hablar con ellos, entrar a las tiendas y restaurantes y viajar lo máximo posible para darse cuenta de cómo ha evolucionado el gigante asiático económica y socialmente, lo rápido que lo ha hecho y cómo la presencia y el conocimiento de nuestro país es cada vez mayor.

Mucho es, pues, lo que se ha avanzado en estos 35 años y mucho puede ser, si se sigue trabajando de forma intensa y profesional, lo que se haya alcanzado cuando en el 2028 festejemos los 40 años de relaciones.

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(*) Pablo V. Rovetta Dubinsky es analista e investigador de temas relacionados con China. Lleva casi medio siglo relacionado con el país asiático y es autor del libro “Los años setenta en China-Reflexiones de un Oriental en Oriente”. @PabloRovetta

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