A los pies del monte Songshan, en la ciudad de Dengfeng, dentro de la provincia de Henan, se encuentra el Templo Shaolin, un lugar donde la espiritualidad y las artes marciales se entrelazan desde hace más de 1500 años.
En el viaje realizado por el Centro Internacional de Comunicación de Prensa China, donde participaron más de 40 periodistas de diferentes partes de América Latina y el Caribe junto al grupo de colegas y directivos de CGTN (China Global Television Network); Diario La R tuvo la oportunidad de profundizar en la historia del Templo Shaolin y el nacimiento del Kung Fu en el corazón de China, la provincia de Henan.
El Templo Shaolin, fue fundado en el año 495 d.C. bajo el reinado del emperador Xiaowen de la dinastía Wei del Norte. Este templo no solo es la cuna del budismo Chan (también conocido como budismo zen) sino también el epicentro del kung fu chino.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y catalogado como un sitio de protección cultural de primer nivel por el Gobierno de la República Popular de China, el Templo Shaolin es mucho más que un destino turístico, ya que logró convertirse en un símbolo de la resistencia cultural y espiritual de un pueblo que convive con la era modera y mantiene a las nuevas generaciones involucradas en la cultura.
Por otra parte, a pocos metros del templo se encuentra el Bosque de Pagodas, un cementerio sagrado donde se pueden observar 248 estupas funerarias construidas entre las dinastías Tang y Qing, las cuales honran a los monjes más ilustres de su historia. Juntos, el Templo Shaolin y el Bosque de Pagodas, forman un legado que fusiona arte, religión e historia.
Shaolin, donde nació el zen y el Kung Fu
La historia del Shaolin está indisolublemente ligada a Bodhidharma (Daruma en japonés), el monje indio que llegó a China en el siglo VI trayendo las enseñanzas del Chan. Según los registros, Bodhidharma pasó nueve años meditando frente a un muro en la cueva de Wuru Peak, a pocos kilómetros del templo, lo que hizo que se sombra quedara grabada en una piedra, hoy conocida como la “Piedra de la Sombra”, siendo este, un testimonio de su disciplina extrema. A su vez, se dice que en un acto de determinación, cortó sus parpados para mantenerse despierto y donde cayeron estos, crecieron las primeras plantas de té, posteriormente utilizadas por los monjes para hacer infusiones y mantenerse alertas.
Hoy, los visitantes pueden recorrer la Cueva del Dharma, de 7 metros de profundidad, donde aún se conservan las estatuas de Bodhidharma y sus discípulos, así como las marcas de su meditación.
Según los historiadores, Bodhidharma no solo trajo el zen a China, también introdujo ejercicios para fortalecer el cuerpo y la mente, aquí es donde nace el kung fu Shaolin donde los monjes combinaron estas prácticas con técnicas de defensa para proteger el templo de diferentes invasiones. Hoy en día, es considerado el estilo más influyente del kung fu tradicional chino.
Dentro del templo, se practican más de 700 rutinas marciales, desde el boxeo y el manejo del bastón, hasta el uso de espadas, lanzas, cuchillos y armas poco comunes como látigos y tenedores. Las técnicas incluyen movimientos con nombres poéticos como “el tigre negro roba el corazón” o “el dragón volador”. También hay prácticas internas como el Qigong, que combina respiración y energía para el equilibrio físico y mental.
El kung-fu Shaolin ha influido profundamente en la cultura popular, apareciendo en incontables películas, series y escuelas de artes marciales alrededor del mundo; pero para los monjes, su verdadero propósito sigue siendo la autodisciplina, la iluminación y el fortalecimiento del espíritu.

El Bosque de Pagodas: un cementerio de sabiduría
A solo 300 metros del templo, se encuentra el Bosque de Pagodas, también llamado Tallin. Este lugar sagrado es el cementerio de los grandes monjes del Templo Shaolin. Con más de 250 pagodas construidas desde la dinastía Tang, forma el mayor conjunto de estupas funerarias de toda China. Con alturas que van desde 1 a 15 metros, cada torre es diferente, siendo su tamaño y forma lo que refleja la importancia del monje que se encuentra enterrado en ella.
Algunas se encuentran decoradas con inscripciones que relatan la vida, sus enseñanzas o incluso anécdotas de su paso por el templo; entre las más valiosas, se puede observar la Pagoda del Maestro Ju’an, construida en 1339 con una inscripción escrita por un monje japonés. Este maestro, fue un destacado monje zen de la dinastía Yuan que sirvió como superior del Templo Shaolin y dejó un legado histórico único gracias a su conexión con un monje japonés, reflejando los tempranos intercambios culturales entre China y Japón en el budismo Chan.
Para poder diferenciarlas y saber a qué dinastía pertenecen, existen ciertas diferencias arquitectónicas claves. En el caso de las que son cuadradas y más austeras, se refieren a la dinastía Tang (618-907); mientras que las de la dinastía Yuan (1271-1368), tienen una influencia mongol, con inscripciones bilingües.
Entre las 256 pagodas conservadas, algunas guardan reliquias únicas, como la Pagoda Yugong (Yuan), con tallas que revelan técnicas de construcción perdidas. O aquellas con inscripciones en sánscrito y chino, las cuales comprueban el diálogo entre el budismo indio y el chino.
Durante siglos, las pagodas han resistido tormentas, guerras y terremotos, algunas de ellas también han sido restauradas o reconstruidas debido al paso del tiempo. En conjunto, el Bosque de Pagodas fue considerado en 2010 por la Asociación de Récords Mundiales como el complejo de pagodas antiguas más grande del mundo.
El Legado que perdura
El Templo Shaolin recibe visitantes de personas de todas partes del mundo que buscan conocer la cultura china, experimentar el budismo zen o aprender artes marciales. Con espectáculos diarios, escuelas asociadas y programas de intercambio, su influencia se extiende desde las montañas de Henan hasta los rincones más alejados del planeta.
Shaolin se ha convertido en un lugar que dictamina una forma de vida, un equilibrio entre cuerpo y mente, tradición y modernidad, lucha y paz. Y aunque han pasado más de 1500 años desde su fundación, su espíritu sigue tan presente como el primer día, regalándole a quien lo visita, un momento único.