Donald Trump ha vuelto a colocarse en el centro del escenario político internacional con una estrategia tan predecible como efectiva: presentarse como el “paladín de la paz” frente a un mundo que, según él, se desmorona por culpa de los otros. Desde los conflictos en Europa del Este hasta las tensiones en Medio Oriente, el expresidente estadounidense busca construir su narrativa de redentor global, un líder que —a diferencia de los “burócratas débiles de Washington”— puede imponer orden y detener las guerras. Pero detrás de ese discurso se esconde un cálculo político, una simplificación peligrosa y una evidente contradicción con su propio historial.
Trump no habla de diplomacia, habla de poder. Su concepto de paz no surge del diálogo, la cooperación o el multilateralismo, sino del dominio y la intimidación. En su visión, los acuerdos internacionales no se negocian: se imponen. Su estilo transaccional reduce los conflictos geopolíticos a meros negocios entre “ganadores y perdedores”. Ese enfoque puede seducir a una parte del electorado estadounidense cansado de las guerras interminables, pero ignora las complejidades de la política global y las consecuencias humanas de sus propias decisiones.
Durante su presidencia, Trump se jactó de no haber iniciado nuevas guerras, lo cual es cierto en términos formales. Sin embargo, su gestión estuvo lejos de representar una era de estabilidad. Promovió la venta masiva de armas a países involucrados en conflictos, se retiró de acuerdos clave como el pacto nuclear con Irán —lo que reavivó tensiones en toda la región— y debilitó la relación con los aliados europeos al atacar sistemáticamente la OTAN. Su “paz” se sostuvo sobre una montaña de sanciones económicas, amenazas militares y discursos incendiarios.
En Medio Oriente, su política exterior fue una mezcla de gestos mediáticos y alianzas estratégicas con regímenes autoritarios. Los llamados “Acuerdos de Abraham”, que normalizan relaciones entre Israel y varios países árabes, fueron presentados como una prueba de su genio negociador. Sin embargo, omitieron el núcleo del conflicto: la situación del pueblo palestino, cada vez más marginado y reprimido. Fue una paz parcial, funcional a intereses geopolíticos, pero sin justicia ni equilibrio.
Ahora, en plena carrera política, Trump recicla esa imagen de negociador supremo. Se muestra como el único capaz de detener la guerra en Ucrania “en 24 horas”, un argumento tan espectacular como vacío. No explica cómo, ni a qué precio, ni qué concesiones estaría dispuesto a hacer. Lo esencial, como siempre, no es la realidad, sino la construcción del personaje: el hombre fuerte, el outsider que promete resolver con un tuit lo que la diplomacia no logra en años.
La retórica de Trump encuentra eco en un mundo saturado de crisis y desconfianza hacia las élites tradicionales. Pero su discurso de “paz por imposición” encierra un peligro: transforma la política internacional en un espectáculo de fuerza y simplifica dramas humanos en slogans de campaña. Al final, su supuesta paz no es más que otra versión del mismo conflicto, maquillada con promesas de grandeza nacional.
El verdadero paladín de la paz no es quien se proclama como tal, sino quien entiende que la paz es frágil, compleja y colectiva. Trump, en cambio, la reduce a una transacción personal, un trofeo más en su carrera de autopromoción. Y si algo ha demostrado la historia, es que los líderes que confunden el poder con la razón suelen dejar tras de sí no la paz, sino el ruido de nuevas tormentas.


Paz en medio oriente porque se le estaba yendo el control del petróleo con la escalada de al guerra de las manos. Provocación de guerra en Centroamérica porque no controla el petróleo Venezolano y necesita cambiar el régimen por un títere cipayo de los que abundan por Latinoamérica que les de ese control. Narcisista y egocéntrico con toques de síndrome de emperador.
A qué extremos se ha llegado para que un desequilibrado gobierne al país más poderoso del mundo. Y no importa quién estéé en el sillón presidencial de EEUU,siempre habrá gente que sin leer u oír sus palabras, aplaude sus decisiones. ACá en el paisito tenemos unos cuantos…
Esperamos que USA use el poder que tiene Nadie lo puede negar Para que consiga la paz en Ucrania A caballo regalado no se le mira el pelo
Si consigue esto no importa quien lo consiga