El empleado y el patrón: radiografía de dos mundos

La incómoda realidad que hace a la división innegable de las clases sociales

Fue la película que clausuró el 40° Festival de Cinemateca y un encuentro con el mejor cine nacional. El último filme de Manuel Nieto toma nota de la incómoda realidad que hace a la división innegable de las clases sociales, en este caso, en el marco del Uruguay Rural. Todo parte de la necesidad práctica de un estanciero y criador de caballos de raza por conseguir un tractorista para su cosecha de soja. 

El hijo de este terrateniente se contacta con un muchacho, padre de familia, y lo contrata para hacer el trabajo. En principio ambos jóvenes protagonistas, a pesar de sus diferencias, tienen cosas en común, como la preocupación por la salud de los hijos, aunque las distancias de corte económico/cultural marcan una barrera infranqueable que Nieto registra de manera impecable. Mucho más que un ensayo sobre la desigualdad, las imágenes y situaciones que desfilan por pantalla dan cuenta de mundos divididos donde sólo se cruzan intereses y la explotación se exhibe en forma desnuda sin que haya necesidad de discursos altisonantes o panfletos estrepitosos.

La vida misma transcurre en “El empleado y el patrón” mostrando una realidad quizás bastante ajena para buena parte del país -sobre todo para los que moramos en ciudades alejadas del campo- y nos remite a ese otro “Uruguay natural” fronterizo donde el trabajo de los peones y su modo de vida se parece bastante a una forma de esclavitud domesticada. Es un vistazo profundo, intenso y conmovedor de una forma de existencia que, sin promover una lectura demagógica, nos sitúa en la verdad histórica tal cual es. Un accidente trágico y un raid donde el empleado utiliza un caballo del patrón para ganar la carrera serán los detonantes que reformularán el encuentro entre ambos personajes, generando una tensión que no decae a lo largo de la proyección hasta un desenlace que puede dejar cierto retrogusto amargo en el espectador.

Con “La perrera”, donde un joven protagonista debía edificar su casita en un balneario por mandato de su padre, Nieto ya había trazado una visión metafórica de un país que, aparentemente, no termina nunca por construirse. Aquí la metáfora casi desaparece a través de una radiografía que vuelve a contextualizar el panorama que nos rodea. Este mismo territorio donde suceden cosas que no queremos ver o que pretendemos ignorar como presunta salvaguarda de nuestra salud mental. 

Las diferencias que se marcan en el título del largometraje no son simple enunciados sino la constancia plena de un abismo no tan sutil que separa la gente en diferentes grados y realidades. El director se encarga de que las cosas queden bien claras por si alguno tenía dudas. Vale.

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