Opinión

El abuso público del Dalai Lama: Más sobre la pedofilia

Recorrió el mundo la noticia que Tensin Gyatso, nombre verdadero del Dalai Lama, en una ceremonia que se llevó a cabo en febrero de este año, besó en la boca a un niño y acto seguido sacó la lengua y le pidió que se la chupara. El episodio tuvo lugar en Dharamshala, una ciudad del norte de la India, donde reside el Dalai Lama. A la ceremonia concurrieron alrededor de 100 jóvenes estudiantes recién graduados de la Fundación M3M de la India.

Ante airadas manifestaciones de repudio que provocó la circulación viral del video en las principales redes, este 10 de abril, el Dalai Lama pidió disculpas públicas al niño y su familia.

Sacar la lengua en el Tibet es un gesto común. A diferencia de occidente, que constituye una burla, en el Tibet sacar la lengua es un saludo a través del cual se demuestra respeto y se indica que no se desea el mal al otro. Ello se debe a que durante el siglo IX de nuestra era, bajo el imperio de un monarca tibetano llamado Langdarma, que era un seguidor del culto de Bön, antigua religión tibetana que precedió al budismo con una marcada tradición chamánica y animista, se llevaron a cabo intensas persecuciones a los budistas. Cuenta la tradición que Langdarma tenía la lengua negra y desde entonces mostrar la lengua es un signo de respeto y una forma de dejar en claro que quien lo hace no es una reencarnación de aquel temido soberano.

Pero los hechos sucedieron en la India y no en el Tibet.

En la India, el beso en la boca es un acto con fuerte censura social cuando ocurre en forma pública, e inclusive en la prolífica producción cinematográfica de Bollywood, besarse es una práctica casi inexistente. Inclusive hay un código de buena conducta que se le hace conocer a los visitantes extranjeros, en donde se aclara que besarse en público es un acto fuertemente rechazado por la sociedad india. Por lo tanto, el acto que protagoniza el Dalai Lama no se condice en absoluto con el marco cultural del país en el cual reside desde hace más de 60 años.

Pero la solicitud que le hace al niño para que chupe su lengua, constituye un manifiesto despropósito en el que se verifica la asimetría abismal entre el sumo pontífice de una religión con millones de seguidores de una parte, y un niño completamente sobrepasado por las circunstancias. El comportamiento del Dalai Lama le ha costado un repudio generalizado y es bueno que así sea. Hay principios esenciales con los que no se juega y uno de ellos debe ser el respeto irrestricto a la integridad física y moral de los niños y niñas.

Nuevamente episodios protagonizados por personajes de gran visibilidad pública, sirven de excusa para poner sobre el tapete un fenómeno que transcurre en el día a día y que por falta de un marco institucional adecuado es tácitamente soportado por nuestras sociedades, por el hecho cómodo de mirar hacia el costado.

El problema es que el hecho existe. Que el 20 por ciento de los niños y niñas del mundo antes que cumplan 17 años han tenido que soportar agresiones sexuales explicitas por parte de adultos, que ejerciendo su poder físico y moral, provocan el sometimiento de los chicos en forma física y psicológica. Esto debe frenarse de manera drástica. Y es posible hacerlo. Pero para ello se requiere convertir a la defensa de la integridad de los menores contra el abuso sexual por parte de los pedófilos, en una política explícita con su adecuado marco institucional y protocolos eficaces de intervención. El fenómeno tiene magnitud más que sobrada para que así sea. Y para ello es necesario disponer de un marco institucional en el que profesionales de la salud, del campo de la asistencia social, de la seguridad y la justicia y otros con capacidad de aportar en forma continua y sistemática mecanismos de detección, prevención, desaliento y represión a los infractores.

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