El motor de la vida

“Vidas encajonadas”. Reensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

Venimos de un tiempo infinito perdido entre microbios y polvo planetario en el origen de vida. La ciencia ha ido separando las religiones y los caminos de la evolución se nos han ido iluminando. Una sopa de químicos, unos eflujos volcánicos, océanos mineralizados, un extraño ARN y un largo listado de situaciones especiales y casi casuales de condiciones de tantos y continuos estados de «ricitos de oro» que nos han permitido llegar hasta aquí. De lo inerte a la aparición de la vida es tan raro, como la evolución del oxígeno o la diversidad de especies y el haber llegado a ser homo sapiens. Aquí en la tierra, las glaciaciones, las evoluciones desde el mono, los dinosaurios o las bacterias se nos pierden en nuestras capacidades de entender y pensar el tiempo. ¿Sera verdad o estamos frente a un cuento de ciencia ficción?. Parece más literatura fantástica que religión o que incluso verdad científica. 

En este relato, hay muchas verdades, miles de lagunas y muchas ficciones, supuestos y preguntas, que superan nuestros raciocinios y lógicas. Y más allá de la evolución del entorno, nos asombra e interroga como se construyó nuestra mente con miles de millones de neuronas, sinapsis y conexiones, aún más compleja que todo nuestro mecanismo de relojería interna que nos hace existir. El cerebro se apropia del 16% de la energía que consumimos para existir y apenas es el 2% de nuestra masa corporal. Parece que ha evolucionado hacia una divina perfección y el resto del cuerpo se ha ajustado a ello. ¿Es ella la madre de los partos que nos ha separado de todas las demás especies y formas de vida sobre la tierra o fue el cuerpo que evoluciono desde la sopa genética y el sendero a través del mono creando y perfilando nuestro cerebro?. ¿Huevo o gallina, mente o cuerpo?. Somos mente y cuerpo que caminan juntos, pero en esta novela de la evolución, el cuerpo va quedando atrás mientras la mente crece y sueña con encontrar un mejor cuerpo donde pueda vivir, antes que se deteriore, cuando alcance su cenit de capacidades soportadas en un hardware de miles de millones de años. Pero más allá de la biología y las huellas genéticas, son las ideas y los pensamientos los que sostienen nuestra evolución y existencia. 

Ellas evolucionan e impulsan nuestros movimientos. Luchan, compiten, se unifican y nacen para responder. Su fuerza es su simpleza y su coherencia, hasta sus valores o sus basamentos científicos, así como la fuerza de quien la impone o el megáfono que la grita. Las ideas alimentan nuestras redes y caminos. Nos sostienen y nos elevan, y son la palanca de nuestra evolución y los impulsos de nuestras vidas. Palabras e ideas, narrativas y discursos, paradigmas o saberes conducen nuestros derroteros. Nos aferramos a ideas y discursos para existir y caminar. Muchas son verdades, otras no tanto. 

Algunas son relatos e inventos de algunos que hemos aceptado y nos tienen atados a ellas. Nos aferramos a esos discursos en forma pasiva o sumisa, crítica o insegura. No importa nuestra química o nuestro origen como especie Son ellas las que nos guían y nos dan seguridad. Somos la extensión de esos relatos, la carne donde se hacen cuerpo las ideas. Ellas no existen sin nosotros, ni nosotros sin ellas. Son nuestra cabeza real, el cable que nos conecta a la vida y nos permite soñar y crecer en los colectivos donde respiramos. Ellas nos liberan del pasado perdido y nos llevan al futuro desconocido, nos separan del esclavismo del ADN y nos llevan al mundo de la razón. Finalmente son ellas las que nos han separado de los renacuajos y de la sopa cósmica, y que nos permite soñar en otros destinos y utopías y más allá de nuestras biologías. Aunque también sean creadas por otros.

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