El narcomenudeo y la seguridad ciudadana

El fenómeno se ha expandido de manera increíblemente veloz.

La gran mayoría de las ciudades de América Latina comparten un flagelo. El narcomenudeo. El fenómeno se ha expandido de manera increíblemente veloz y produce efectos muy negativos en nuestros centros urbanos.

El narcomenudeo hace posible que los desechos de la cocaína puedan ser estirados y debidamente elaborados para ser vendidos a bajo precio, principalmente en los barrios populares.

Genera una cadena nefasta de efectos colaterales. La comercialización a través de redes integradas en su mayoría por personas de bajos recursos, significa en forma concreta una vía rápida para mejorar los ingresos de quienes se involucran en esta forma de tráfico. Y la población a la que mayoritariamente llegan estos productos son jóvenes, incluso niños de menos de diez años, que al adquirir el vicio, comienzan a sufrir las nefastas consecuencias de una droga altamente adictiva, peligrosamente destructiva, que conduce al fracaso escolar, al auto desprecio y a la conversión de los sujetos en lo que peyorativamente el lenguaje popular denomina los zombis. La rápida circulación de estas drogas asociadas a la pasta base de cocaína, produce dinámicas destructivas en el seno de las familias de los consumidores, pues en la mayoría de los casos comienzan a ser víctimas del saqueo por parte de los adictos para hacerse por cualquier medio del recurso necesario para cubrir los costos de cada dosis, y cuando los límites se resquebrajan, el adicto tiene la propensión a cometer actos ilícitos sobre terceros, tales como arrebatos, hurtos, asaltos a comercios de cercanía, etc. dando origen a un clima de inseguridad que afecta la dinámica de la vida urbana y que golpea con particular severidad a los barrios populares. 

El narcomenudeo es en forma muy frecuente, origen de conflicto entre bandas que se disputan las zonas de comercialización, y estos conflictos escalan muchas veces en ferocidad hasta convertirse en guerras que toman como rehén a la población.

Las niñas que caen en el circuito del consumo, rápidamente recurren a la venta de sus cuerpos para hacerse de los medios necesarios para adquirir la droga. Esas formas de prostitución precoz aceleran la pérdida de valores y la degradación no solo de quienes padecen directamente el problema de la adición, sino que el impacto es general sobre el conjunto de la sociedad.

Y en la medida que por motivos obvios el dinero del negocio involucra a funcionarios que se dejan corromper, haciendo la vista gorda o permitiendo la existencia de zonas liberadas, el fenómeno se retroalimenta y termina convirtiendo la cotidianeidad de los barrios en un pequeño infierno donde hay zonas liberadas, centros de expendio que la mayoría de los vecinos sabe de su existencia y la instalación de un paisaje fantasmagórico a partir de los atardeceres, donde comienza el desfile de zombis que acuden como autómatas de una película de terror, a cumplir el triste ritual de acceder a sus dosis.

Este problema es real y objetivo. En ciudades muy cercanas como por ejemplo la ciudad de Rosario en Argentina, el fenómeno se ha expandido a niveles tales, que la tasa de homicidios se aproxima a las observadas en realidades que en algún momento se pensaban distantes, tal como lo que aconteció en un pasado no tan remoto en ciudades antioqueñas de Colombia o en estados dominados por las mafias en México.

Es absolutamente prioritario que se le preste atención a este problema y que sea enfrentado de manera decidida a través de políticas públicas consistentes. Es de tal envergadura la necesidad de combatir este fenómeno, que es absurdo dejarlo en manos de agentes bien intencionados, y lo lógico es conformar un ámbito multipartidario en donde se fijen, con el concurso de expertos y a partir de casos de éxito, los elementos necesarios para instaurar una estrategia nacional, multisectorial, que involucre aspectos de las áreas de seguridad ciudadana, salud, educación, minoridad, rehabilitación, etc. y que una vez acordadas las medidas y objetivos, los equipos profesionales involucrados no se vean afectados por los cambios en las orientaciones de los gobiernos y que, por el contrario, se mantenga el rumbo en forma profesional, con el carácter de una política de estado.

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