Horacio Spinetto apodado cariñosamente como “Pancho” recordó que desde la infancia encontró en el dibujo una forma de traducir el mundo que lo rodeaba.
Spinetto es arquitecto, museólogo e investigador urbano, pero sobre todo un narrador visual de ciudades y afectos. Llega a Montevideo con una serie de obras que oscilan entre el croquis directo y la evocación emocional. Como él mismo señaló, el celeste no es solo un color ni una camiseta, es también una atmósfera, un modo de mirar y recordar.
En Impresiones Celestes, el artista plasma rincones reconocibles de la ciudad —la Ciudad Vieja, el café La Farmacia, la Puerta de la Ciudadela, la Plaza Zabala—, pero lo hace desde una escala íntima, con técnicas que favorecen la cercanía. “Me interesa que las obras se vean de cerca. No son miniaturas, pero sí piezas de cámara. No es una muestra sinfónica”, explicó.
La obra de Spinetto se construye a partir de la experimentación constante con materiales. Su enfoque responde a la intuición, disfruta trabajar con tinta, con acrílicos, con pastel graso, y sobre todo con las combinaciones poco previsibles que surgen al ponerlos en diálogo. “A mí me gusta dibujar mucho con tinta, con el gotero. Cargar el gotero y dibujar directamente, como en estos trabajos de los emigrantes, o el de Barradas en Barcelona. Después hay tres acrílicos: uno es el retrato de Fernando Peña, otro la entrada de la Puerta de la Ciudadela. El resto son técnicas mixtas. Me gusta mucho mezclar, para ver cómo funcionan. Por ejemplo, el pastel graso lo trabajás y después le arrojás tinta. Ves cómo fluye, y con el pincel la pasás. ¿Y qué pasa? El pastel graso rechaza la tinta. Entonces se genera una textura interesante”, indicó.
Algunas piezas fueron dibujadas in situ, otras desde el recuerdo. “Hay una obra inspirada en La Farmacia, que hice de memoria, y ayer fui y vi que no era igual. Pero el espíritu está”, comentó entre risas.
Spinetto explicó que el año anterior había visitado una magnífica exposición de retratos, cuyas dimensiones coincidían, más o menos, con las de sus propias obras. A partir de esa referencia, empezó a estudiar cuántas piezas serían necesarias y concluyó que debían ser 25. Así, fue trabajando de a poco hasta completar la serie. La última que hizo fue, según recuerda, la de la Plaza Zabala, la más grande. Al terminarla, sintió que con esa obra la muestra ya estaba completa.
Desde su mirada, Spinetto destaca los lazos culturales con Uruguay: “Montevideo tiene muchísimas cosas en común con los porteños: pasiones compartidas como el tango, la literatura, los cafés. Hay tantos artistas uruguayos que han formado parte de la vida cultural en Buenos Aires, y también muchos argentinos que han disfrutado de su permanencia en Uruguay. Es, me animo a decir, una relación de cariño entrañable. Lo digo como porteño, con total sinceridad, tengo un afecto profundo por esta ciudad de Montevideo, que me parece magnífica”.
Ese vínculo se refleja en su trabajo y en sus referentes, por su cabeza y corazón merodean y se cruzan Blanes, Aurelio Giménez y Facio Hébequer con Torres García y Barradas, Zorrilla de San Martín con Sáez, Petrona Viera y José Cúneo, Páez Vilaró, Antonio Frasconi, Fidel Sclavo y Miguel Herrera… y por supuesto, su querido Menchi Sábat.
La muestra se convierte así, en una suerte de homenaje, no solo a Montevideo, sino a ese linaje artístico que une las dos orillas, a esos vínculos forjados en tinta, papel y memoria. “Algunas obras fueron hechas desde la experiencia, otras desde el recuerdo, pero todas con un profundo cariño por esta ciudad”, afirmó.
En cuanto al vínculo con el público de Impresiones Celestes, Spinetto propone una pausa, una observación atenta, una mirada afectiva sobre lo que nos rodea. Una invitación a cruzar el río desde el arte y a reconocerse, en un mismo paisaje emocional.
BRAVO !!
Muy buenas obras! Pasé a verlas y muy hermosas