El accidente cerebrovascular (ACV) o ictus es una grave afección médica que sucede cuando el flujo sanguíneo interrumpe o disminuye a un segmento del cerebro, privando al tejido cerebral de oxígeno y nutrientes vitales. Es uno de los principales motivos de urgencia neurológica, causado por una alteración en la circulación cerebral.
Al parecer nadie está exonerado de sufrir un infarto cerebral, y es que el ictus es la segunda causa de muerte en el mundo, con alrededor de 12 millones de casos al año y 7,3 millones de muertes a nivel mundial. Se estima que el número de fallecimientos aumentará a casi 10 millones al año para el 2050.
Pero esta enfermedad va más allá, debido a que las personas que presentan un caso de ACV ven afectada de manera importante su calidad de vida a consecuencia de las secuelas. Aproximadamente un 30% de los pacientes pueden tener síntomas previos, de aviso, de escasa duración, llamados «ataques isquémicos transitorios».
En esta etapa es importante su identificación, ya que puede evitar un infarto cerebral posterior y demás está mencionar que la prevención disminuye el riesgo. Algunos agentes a tener en cuenta son la diabetes, la hipercolesterolemia, el tabaquismo, enfermedades cardiacas, entre otros. Mantener el control de estas reduce drásticamente la aparición de ictus.
Entre los síntomas más habituales se encuentran: pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), dificultad para hablar, pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo y dolor de cabeza más intenso y distinto del habitual.
En concreto, hay dos tipos principales de accidente cerebrovascular: el isquémico y el hemorrágico; el primero ocurre cuando un vaso sanguíneo que irriga sangre al cerebro resulta bloqueado por un coágulo de sangre o trombo en una arteria estrecha. Así mismo, los accidentes cerebrovasculares isquémicos también pueden ser causados por una sustancia pegajosa llamada placa que puede taponar las arterias.
Por su parte, los hemorrágicos ocurren cuando un vaso sanguíneo de una parte del cerebro se debilita y se rompe. Esto provoca que la sangre se escape hacia el cerebro. Algunas personas tienen defectos en los vasos sanguíneos del cerebro que hacen que esto sea más probable.
Importancia del tratamiento precoz
La llegada del paciente a un centro médico en las primeras 6 horas de comienzo del ictus resulta fundamental para reducir las complicaciones en un 25-30%. El diagnóstico del ictus se basa en una valoración por parte del especialista y, sobre todo, en la realización de pruebas de neuroimagen (escáner y resonancia magnética cerebral).
De igual forma, el estudio carotídeo permite diagnosticar si la causa ha sido la formación de un trombo en los vasos sanguíneos que ha interrumpido el flujo de la sangre y, por lo tanto, valorar los tratamientos preventivos más específicos, como una endarterectomía carotídea o la terapia endovascular.
Por todo esto, es vital acudir de manera precoz a un centro hospitalario para instaurar el tratamiento cuanto antes y aprovechar la neuroplasticidad del cerebro que hace que, en esas primeras horas, sea más fácil recuperar las funciones cerebrales afectadas.
Recuperación
La recuperación tras un ictus es un proceso que varía según la gravedad. Generalmente, la mayor parte de la recuperación se produce en los primeros meses, pero puede continuar durante un tiempo más largo. La rehabilitación es crucial para ayudar a las personas a recuperar funciones perdidas y mejorar su calidad de vida.
Pueden existir varias fases de recuperación, como la aguda, cuyo principal objetivo es estabilizar al paciente y minimizar daños, y luego la rehabilitación, que puede incluir fisioterapia y terapia cognitiva.