Más allá de la Muralla: vivir en China para comprender su esencia

Una crónica personal de lo que significa vivir, adaptarse y aprender en un país tan vasto y complejo como China. Un relato de descubrimiento cultural, humano y tecnológico desde dentro.

"Siempre consideré que viajar es la mejor manera de conocer el mundo".

Siempre consideré que viajar es la mejor manera de conocer el mundo, de ver otra realidad y aprender sobre otras culturas. Si bien la literatura, el cine, la música y diferentes tipos de arte nos acercan a culturas milenarias, vivirlo considero es la manera en la que uno comprende mejor las cosas.

“Hasta que no te pase no lo te vas a dar cuenta”, solemos decir en una connotación negativa, pero también podemos usarlo de manera positiva. “Hasta que no viajes a China no vas a entender China”. Aún después de haber estado casi 5 meses en Beijing, no me siento preparada para decir que terminé de entender del todo su cultura, sus costumbres o su cosmovisión. Sería apresurarme a un veredicto sobre algo que todavía sigo procesando.

El idioma, los gestos y el encuentro con la diferencia

Para los millennials, los nacidos entre 1980 y 1994, gran parte del conocimiento se formó entre libros de estudio, enciclopedias, revistas, radio y televisión. YouTube no apareció en mi vida hasta 2006 o 2007, aunque su primer video, subido en 2005, mostraba a uno de sus fundadores visitando un zoológico. Ese gesto simple marcó el inicio de una plataforma que, con el tiempo, se transformó en una ventana global.

Hoy, gracias a Internet y a las plataformas de comunicación, tenemos un acceso sin precedentes a países, culturas, religiones y temas antes desconocidos. En mi imaginario, China era sinónimo de té, cerámica y porcelana; la Gran Muralla, la Ruta de la Seda, los budas y sus grandes templos. Pero con el tiempo, y el acceso a otras fuentes, empecé a mirar con más atención cómo un país de más de mil millones de personas atravesaba profundas transformaciones.

Deng Xiaoping y Mao Zedong me guiaron en las primeras lecturas sobre su sistema político. Y desde hace más de una década, Xi Jinping ha puesto a China en el centro del escenario internacional. Es imposible no prestarle atención.

La distancia en avión de Montevideo a Beijing es de 19.141 kilómetros, nos separan 11 horas de diferencia y una historia completamente distinta.

China tiene una de las civilizaciones más antiguas del mundo: más de 3.500 años de historia escrita, numerosas dinastías, y una herencia que sigue presente, viva y respetada.

Desde el idioma hasta la forma en la que nos saludamos somos diferentes. El chino mandarín es considerado uno de los idiomas más difíciles del mundo, ya que tiene un sistema de escritura con miles de caracteres, una pronunciación tonal y la complejidad de la gramática. Aunque siempre se nos dijo que el español no era fácil, en este país encontramos un gran reto al tratar de aprender algunas de sus palabras para, por lo menos, poder decir hola y gracias.

En América Latina, sobre todo en países como Uruguay y Argentina el contacto físico al saludarnos es normal. Dependiendo el tipo de relación que se tenga para con el otro, vamos desde un apretón de manos, un beso o un abrazo, pero el contacto está. En China esto no se aplica, ya que se prefiere tener cierta distancia. Uno de los factores que puede parecer tonto, pero genera un momento incomodo cuando sos recién llegado. El apretón de manos es más suave y sutil y se usa en situaciones formales o al conocer a alguien por primera vez. La reverencia puede ser aplicada al conocer a alguien de mayor rango, estatus o edad. Dentro de las nuevas generaciones y sobre todos en aquellos que hablan el español y han viajado a nuestro continente, las formas cambian. No solo porque podemos comunicarnos en nuestra lengua, también se tiene una mayor comprensión de nuestras costumbres y las adoptan para hacernos sentir más cómodos. Pero no podemos pretender que todos conozcan o entiendan nuestras costumbres, al igual que nosotros no conocemos la de ellos.

Una vez, alguien me dijo: “A pueblo que fueres, haz lo que vieres.” Lo escuché en México, pero lo adopté como lema de viaje. No para imitar sin pensar, sino para observar, entender y aplicar aquello que pueda enriquecer.

2 Callejones de Jiangsu.

La comida como puente cultural: texturas, sabores y valores

Admiro a aquellas personas que tienen “estómago valiente”, que son audaces y se atreven a probar de todo. En mi caso lo intenté, abrí mi cabeza y paladar para conocer texturas y sabores diferentes. Probé cosas que nunca creí hacerlo, texturas, sabores, maneras de cocción. Estamos muy lejos de casa y ni siquiera la manera de hacer el arroz es la misma. China tiene una de las gastronomías más ricas y diversas del mundo caracterizándose por el equilibrio de sabores, la diversidad y, sobre todo, el compartir.

En las reuniones o viajes grupales, se sirven grandes mesas con platos típicos de cada región. En China, dejar comida en el plato puede ser mal visto. Tras décadas de escasez, tener hoy un plato lleno es un símbolo de respeto y gratitud. Rechazar una invitación también puede interpretarse como descortesía.

Uno de los aspectos que más me sorprendió fue el cuidado del espacio público. Desde Beijing hasta Shenzhen, pasando por Xinjiang, noté un esfuerzo enorme por embellecer y preservar el entorno. Parques, lagos, jardines y senderos están presentes en cada rincón. A diario veía funcionarios municipales plantando flores o reparando canteros.

En plazas y parques la gente baila, hace ejercicio o simplemente descansa. Algunos, luego de largas jornadas laborales, aprovechan para dormir una siesta al aire libre.

Tecnología, seguridad y urbanismo: un país en movimiento

La seguridad es uno de los aspectos que más lejos estamos de tener en América Latina. Con un promedio de tres cámaras de vigilancia por habitante, caminar por las calles de China a cualquier hora es posible, al igual que olvidarte de algo en la vía pública, volver horas después y encontrarlo allí. Intercambiando con personas nacionales o extranjeras que viven hace un tiempo considerable en Beijing, me hicieron saber que las penas son demasiado altas para algunos delitos que la gente entiende que no vale la pena robar, dañar o maltratar. Además, muchas de las necesidades básicas ya están cubiertas por políticas públicas bien implementadas.

Otro cambio cultural: el uso del efectivo. Al llegar, fui a comprar un adaptador a una tienda. Al pagar en billetes, los vendedores se sorprendieron. Nadie usa efectivo, ni siquiera tarjetas. Todo se paga con códigos QR.

Aplicaciones como WeChat (similar a WhatsApp) y AliPay (pago de servicios y transacciones), son esenciales en China. Absolutamente todo pasa por ahí. Desde pagar en una tienda, hacer transferencias, pedir un taxi o desbloquear una de las bicicletas de uso comunitario. Con el tiempo, una sale sin billetera ni tarjetas. Todo está en el celular.

El transporte, sobre todo en Beijing que es la ciudad en la cual estuve más tiempo y creo sentirme capacitada para hablar, es económico y fácil de usar. Con opciones como el metro, ómnibus, bicicletas o “Didi” (aplicación similar a Uber), moverse en la ciudad es realmente fácil y se ajusta a cada uno de los bolsillos. A su vez, es normal ver un sinfín de personas utilizando motos eléctricas pequeñas y bicicletas, teniendo áreas específicas para circular y dentro del “caos” que puede parecer el tránsito, es bastante ordenado.

La tecnología y los avances se pueden ver desde el robot que limpia en el supermercado hasta los taxis voladores que no tardaron en circular en las ciudades más grandes. China realmente se encuentra a la vanguardia en tecnología creciendo de una manera exponencial. Show de drones, espectáculos maravillosos, construcciones impresionantes, restauración de zonas arqueológicas milenarias; este país ha demostrado que la tecnología va más allá del último modelo de celular. Se aplica para mejorar la calidad de vida, los trabajos, la salud y un sinfín de ámbitos más.

El papel del Estado y la proyección global de China

Para entender a China, es clave mirar su estructura política. Su “socialismo con características chinas” combina elementos del marxismo-leninismo con una fuerte planificación estatal. El Partido Comunista lidera, y las decisiones gubernamentales apuntan al crecimiento económico y al desarrollo estratégico.

China busca proyectarse globalmente. En Uruguay vemos inversiones, obras de infraestructura y acuerdos, pero estando allí, descubrí que hay mucho más. La iniciativa de la Franja y la Ruta, el Foro China-CELAC y otros mecanismos de cooperación posicionan a China como un actor clave en América Latina, África y el sudeste asiático.

Educación, cultura, tecnología, agricultura e infraestructura son áreas donde China ha desplegado un interés genuino, y en algunos casos, una vocación de intercambio y formación.

El concepto de “futuro compartido” aparece en todos los discursos políticos. China se piensa como una nación con algo que aportar al mundo. No solo vende productos: ofrece una forma de organización social que considera exitosa.

China es una nación inmensa, con muchas cosas que mostrar y enseñar. Cinco meses no bastan para conocer o entender, pero si acercan y despiertan incógnitas en aquellos que la visitan con ganas de saber más.

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