Música y dictadura: la resistencia, la censura y el exilio

La última dictadura cívico-militar que comenzó el 27 de junio de 1973 significó un congelamiento y un retroceso en todas las áreas sociales. Y entre proscripciones, exilios y censuras, también lo fue así en el ámbito de la cultura.

También existe cierto consenso en que, estando casi completamente inactiva la producción cinematográfica, encerrada la plástica y dispersa la literaria, los principales fenómenos culturales entre 1973 y 1985 se manifestaron en los ámbitos de la música y el teatro. 

El académico e investigador Roger Mirza, que se ha dedicado especialmente al estudio de esos años, repasa el rol que cumplió particularmente el teatro en aquellos días: “Nadie puede olvidar lo que significaron el teatro y el canto popular como formas de resistencia durante la dictadura, como oportunidades de recuperar la participación comunitaria, el encuentro con otros en un espacio público, a partir de sentimientos comunes, cuando se había prohibido toda actividad política, sindical, gremial y hasta el derecho de reunión. En ese sentido, el solo hecho de concurrir a salas que habían sido emblemas de un teatro fuertemente comprometido con el contexto político ya significaba una toma de posición. Así, el teatro militante de los años 60 y comienzos de los 70 se convirtió en teatro de resistencia bajo la dictadura; buscó nuevos lenguajes para mencionar lo prohibido, para reafirmar valores, para comunicarse mediante un lenguaje metafórico y de alusiones que buscó y logró la complicidad de los espectadores. En ese sentido, se produjo también un vuelco hacia lo nacional, con gran éxito de público. 

Promediando la década del sesenta, coincidiendo con la gestación de la dictadura militar, varios músicos dedicados a la música folclórica dan un giro a ésta y surge el «canto popular», dando cabida al candombe en su repertorio. En este sentido, destacan como iniciadores de esta corriente uruguaya del folklore Alfredo Zitarrosa y el dúo Los Olimareños: Braulio López y José Luis «Pepe» Guerra, cuyas canciones se centraron en la denuncia de la injusticia social y los abusos de aquel régimen. En otro ámbito de la música, la juventud uruguaya se revelaba a la sociedad conservadora de la época, estaban deslumbrados por el rock y, particularmente, por los Beatles. De esa forma, introducen tumbadoras y tambores afrouruguayos en su música. Esta corriente “beat” de la música popular uruguaya estaba representada por Eduardo Mateo y Ruben Rada, ambos liderando El Kinto; por el grupo Tótem de principios de los setenta, con Rada a la cabeza, y por Los Shakers, integrado por los hermanos Fattoruso (Hugo, Osvaldo y George). A estos grupos de pioneros se suma más tarde Jaime Roos, entre otros.

Otro de los músicos que se suma al grito contra la dictadura es el cantante, compositor y guitarrista Daniel Viglietti. Durante la dictadura uruguaya desarrolla una intensa actividad como autor-compositor, cantor, docente y locutor en radio. Su obra toma un giro radical de fuerte contenido social, con letras asociadas a las luchas populares en Uruguay y en Latinoamérica. En el marco de represión de los movimientos de izquierda que precedieron al golpe de estado cívico-militar, Viglietti es detenido en 1972. Desde el exterior, la campaña por su liberación fue encabezada por nombres como Jean Paul Sartre, François Mitterrand, Julio Cortázar y Oscar Niemeyer. Lo que provoca en 1973 su liberación y exilio hacia nuestro país y luego a Francia, retornado a sus pagos en 1984. Once años después.

Otra de las expresiones de la música uruguaya es la murga. Ésta es una expresión coral polifónica, con una emisión vocal y una rítmica características, acompañada musicalmente por bombo, redoblante y platillos. Sus letras están basadas principalmente en la sátira, la ironía y la crítica de la sociedad, y cuentan con una gestualidad basada en la mímica y en movimientos corporales que llegan hasta la dramatización, cuando se trata de la elaboración de un personaje.

En la época donde los militares gobernaban en Uruguay, varias eran las dependencias estatales vinculadas a la organización y control del carnaval, entre las que se destacaba la llamada Comisión de Control, quien contaba entre sus miembros con oficiales de las Fuerzas Armadas. A su vez, la vigilancia de los espectáculos estaba a cargo de la policía, apoyados por “informantes y agentes encubiertos que trabajaban para el Servicio de Inteligencia”. Se suma el contexto del concurso oficial de agrupaciones carnavalescas, en el que muchas de las murgas consideradas contrarias al “oficialismo” terminaban en los últimos lugares, tras las decisiones de los jurados, en disonancia con la opinión de críticos y del público: José María “Catusa” Silva de Araca La Cana, en una entrevista dijo; “en 1973 salimos en el vigésimo lugar y en 1976, en el puesto 22; como para decir ‘no salga más’”. Además, aquellos conjuntos “opositores” que lograban consagrarse, eran “multados” después del concurso oficial por hacer caso omiso a las indicaciones de censura en sus actuaciones, esto les ocurrió a las murgas La Soberana y La Celeste, a quienes la comisión de censura, decidió “castigarlas quitándoles 50% del premio que reciban”.

Por esos años, el grado de censura era tal que en 1973 el gobierno decidió retirar de circulación el disco de Araca la Cana, que contenía la despedida “La murga compañera”, cuyo canto era:

“Recitado: si el hombre en entrega total vive su vida / Si del hombre no existen deferencias [sic] / Por qué la lucha cruel de consecuencias / Que transformaron al mundo en cruel guarida. / Si el hombre al yugo se entrega sin reparos / Si da su vida en pos de una creencia / Por qué creemos que el llanto es experiencia / Si el hombre vive y muere sin amparo. Por qué fronteras dividiendo infelices / Por qué se mata cual fiera sanguinaria / Por qué el dolor de tantas cicatrices. Por qué vivir de eterna penitencia / Si es tu quehacer al que al mundo importa / Por qué a tu costa vive quien no aporta / Si es tu fragua que vive la apariencia. Por qué no querer que suenen las campanas / Si la sonrisa precoz de un niño nos aguarda / Por qué dejar que el fuego abrace al mundo y arda / Y no extinguirlo con amor por el mañana. […]

Trío. La humanidad de abajo es / La que persiguen sin cesar.[…]

Solo. El derecho a la verdad. / No lo borra la crueldad. […] En el recuerdo va aflorando la verdad / que el hombre debe / ser libre por igual / y grite a viva voz –Libertad. Araca es la murga compañera / De un pueblo que construye / Su senda verdadera Nace en carnaval / Nuestro destino / Forjemos el futuro / Por el camino Pueblo tu arrogancia es una flor / Que aún marchita vive en su aromar Nunca vivirás como un mendigo / Porque tú mismo encuentras /Para el traidor castigo.”

A partir de 1985, cuando se llevan a cabo las primeras elecciones «democráticas», comienzan a retornar paulatinamente una parte de los exiliados de la dictadura militar, en tanto que otros permanecen hasta hoy fuera de Uruguay. Esta época, de aparente reconstrucción de la sociedad, coincide con la redimensionalización de la música popular. El candombe y la murga continúan teniendo un lugar de privilegio.

El canto popular en dictadura / 1973-1984

Todos los recitales o espectáculos que no provenían de la DINARP, tenían que solicitar permiso de actuación, presentando las letras, los integrantes, sus domicilios, etc. Muchos de ellos eran prohibidos, a veces de forma aleatoria y con un criterio poco claro. Esto hizo que los músicos que optaron por desempeñar su función en esa difícil época, fueran buscando la forma de comunicarse con su público, logrando pasar la censura algunas veces por el ingenio del creador y otras por la ignorancia de los censores de turno. Este movimiento es recordado como Canto Popular, aunque algunos músicos que lo protagonizaron no se sentían cómodos con ese rótulo. Desde el punto de vista social, tuvo el importante rol de servir de espacio de reunión y de encuentro en una época en la que, para reunirse más de tres personas, había que pedir permiso a la comisaría.

El exilio / 1973-1984

Desde el año 1968, con la instalación de las Medidas Prontas de Seguridad en Uruguay, eran frecuentes las anécdotas de músicos presionados y amenazados para que no canten sus canciones. Este clima se fue intensificando hasta la declaración de Estado de Guerra Interno en 1972, cuando algunos de los músicos más populares decidieron emprender el camino del exilio debido a las amenazas y prohibiciones. Es así que dos generaciones de músicos de proyección folclórica se ven obligadas a abandonar el país.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.