Opinión

Tecnología de uso masivo en sociedades con crisis educativa

El mundo post pandemia presenta características especiales. Cambios de hábito, trabajo remoto, auge de las comunicaciones digitales. 

Un nuevo actor que ya está deslumbrando al gran público: la llamada inteligencia artificial. En la década de los 50´s del siglo XX, John Mc Carthy usó por primera vez el término “inteligencia artificial” para referirse a la capacidad de hacer máquinas inteligentes. 

Samuel Jerrold Kaplan definió la esencia de la inteligencia artificial como la capacidad de realizar generalizaciones oportunas, basándose en datos limitados. Cuando se desarrollaron en la última fase del siglo XX computadoras poderosas, y la digitalización se masificó, aparecieron técnicas predictivas relevantes en el mundo productivo y comercial pero también en muchas otras áreas. Con ayuda de big data se desentrañó la matriz de aspiraciones profundas de los británicos para darle soporte al Brexit y en Estados Unidos se usó para facilitar la victoria de Trump, como resultado en ambos casos del eficiente accionar de Cambridge Analytica. 

Mientras la IA y la robotización avanzan, cabe preguntarse qué está sucediendo con los sistemas educativos en la mayoría de los países del Tercer Mundo?. 900 millones de habitantes viven en situación de extrema pobreza. 

Resulta casi imposible no cotejar la nueva realidad tecnológica con la miseria social y política imperante en gran parte de los países en vías de desarrollo. 

De todas las degradaciones que han sufrido nuestras sociedades en materia de inseguridad, baja calidad institucional, auge de la violencia y expansión del delito organizado, pérdida de la calidad del trabajo y expansión de la informalidad y el trabajo precario, de todos esos eventos negativos, el más preocupante es la caída de la calidad educativa, especialmente de la educación pública.

Esta paradoja de tecnologías sofisticadas ampliamente difundidas de una parte, y sociedades empobrecidas con una manifiesta degradación educativa, plantea un desafío de primer orden. El deterioro educativo es resultado de una multiplicidad de circunstancias, entre las que sobresale la expansión de la oferta de educación privada como opción para quienes tienen más altos ingresos, el recorte del presupuesto para la educación pública, e inclusive la resistencia de muchos sindicatos de la educación a la introducción de cambios en las currícula para responder a las necesidades de los nuevos tiempos.

Una de las claves para combatir el atraso está en promover la educación pública de calidad, desde la inicial hasta la superior. La educación inicial juega un papel clave, toda vez que hay generaciones excluidas que conforman el triste ejército de jóvenes bautizados como los ni-ni: ni trabajan ni estudian.

Algunos países como Uruguay han logrado dar pasos importantes a partir de la creación del Plan CAIF, que desde 1988 habilitó una modalidad de atención que se ha expandido y sostenido en el tiempo, con el concurso de la sociedad civil que participa a través de asociaciones sin fines de lucro. 

No se niegan las ventajas que significa la masificación de las nuevas tecnologías, ni tampoco que a las mismas tenga cada vez mayor acceso el gran públcio, pero cuando ello transcurre en sociedades con sistemas educativos en crisis, ello da lugar a una enorme paradoja que puede expresarse en que sin educación de calidad no hay inteligencia, ni artificial ni emocional. Sólo hay atraso y miseria, más allá de toda retórica. 

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