Tribus Urbanas, un tema a valorar en seguridad ciudadana

No es necesario dejar de tener en cuenta cómo los jóvenes de hoy exteriorizan sus frustraciones o necesidades.

Three people are posing for a selfie. Generative AI

Los sociólogos describen a estos colectivos como «tribus urbanas», que son agrupaciones de adolescentes y jóvenes que se reúnen en «barras» en busca de una identidad grupal. Estas bandas se estructuran con sus propios símbolos, canciones, vestimentas, territorios, líderes y seguidores. El motivo que los convoca puede variar, desde la afinidad por un equipo deportivo o un grupo musical, hasta la identificación con un barrio o un estilo de vida, a menudo trivial.

En el 2024, la ciudad de Montevideo se vio sacudida por un violento enfrentamiento entre dos grupos de jóvenes, el cual tuvo lugar en una zona altamente transitada, precisamente en las inmediaciones de un conocido shopping. Esta pelea, que captó la atención de transeúntes y medios de comunicación, fue convocada a través de las redes sociales, lo que refleja cómo estas plataformas pueden ser utilizadas como herramientas para organizar encuentros, muchas veces con intenciones destructivas.

A pesar de que, tras el suceso, varias voces se alzaron para señalar que estaban al tanto de la convocatoria, en la previa, no se registraron alertas que pudieran haber evitado la confrontación. Sin embargo, es importante destacar que las autoridades del Ministerio del Interior, al parecer, estaban informadas sobre la situación y actuaron de manera adecuada frente a lo ocurrido, lo cual denota un nivel de preparación y respuesta ante este tipo de incidentes.

Este tipo de violencia juvenil no es un fenómeno nuevo en Montevideo. Recordemos que en agosto de 2011, un episodio similar tuvo lugar en las cercanías del Montevideo Shopping Center, donde un adolescente de 16 años perdió la vida tras recibir un disparo de otro joven de 19, en un intento de robo motivado por un gorro de marca. Este trágico suceso se inscribe en una serie de enfrentamientos que se producían de manera cotidiana en esa área, donde jóvenes de diferentes grupos se reunían para pelear y robar diversas prendas de vestir.

La reciente pelea refleja una problemática que va más allá de un simple conflicto entre jóvenes; se trata de un fenómeno social más profundo y complejo. En una declaración a la prensa, uno de los líderes de una de las bandas implicadas en el altercado mencionó que la intención era robar viseras o ciertas prendas de marca, o simplemente demostrar que el grupo contrario era inferior. Esto pone de manifiesto las dinámicas de poder y territorialidad que operan dentro de estos grupos.

Dentro de estas «tribus», se pueden identificar dos tipos de jóvenes: unos pocos líderes que ejercen control y un gran número de seguidores que obedecen. La pertenencia a un grupo resulta esencial para satisfacer la necesidad de identidad, pertenencia y autoestima. Los integrantes generalmente establecen una subcultura que se desarrolla dentro de una cultura más amplia y formal. Estas poblaciones, aunque son minoritarias, resisten a la sociedad tradicional y, al mismo tiempo, crean un modelo de vida propio, con códigos y valores distintivos. La pertenencia a un grupo busca compensar carencias personales, facilitando triunfos, canalizando frustraciones y aumentando la sensación de poder. La dinámica de estos grupos se basa en la lealtad y obediencia a los líderes, la confrontación con otros grupos y la falta de respeto hacia las normas de convivencia social, a menudo exhibiendo su poder mediante la violencia. Este comportamiento distorsiona la convivencia y debe ser desarticulado.

Para abordar esta problemática, es esencial trabajar en la reubicación de los jóvenes vinculados a estas bandas, conectándolos con otros grupos más saludables y con actividades legítimas, al mismo tiempo que se aísla progresivamente a los cabecillas y se sancionan sus conductas antisociales. Esta estrategia requiere una acción inteligente y coordinada entre los agentes sociales del orden y las estructuras de administración de justicia.

Es imperativo establecer rápidamente una política de estado que busque resolver esta situación, involucrando y comprometiendo a profesionales de las instituciones estatales que están familiarizados con el tema. De no realizarse estas intervenciones, corremos el riesgo de que estas «tribus» continúen creciendo en número y poder, poniendo en jaque no solo el futuro de la convivencia social, sino también el futuro del país en su conjunto. La violencia juvenil y la cultura de la confrontación representan desafíos que, si no se abordan de manera efectiva, podrían tener consecuencias devastadoras para la sociedad uruguaya.

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