¿ Cultura, espectáculo o circo ?

“Vidas encajonadas” Re ensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

El pasaje desde la cultura de elites presencial a la cultura de masas fue el sueño de su democratización. La radio, la televisión y el cine cambiaron el espacio del ocio y el placer para todos, pero también crearon segmentaciones sociales. La Escuela de Frankfurt gritó que esa democratización de la cultura era también su banalización. Irrumpía el espectáculo como cultura de masas, frente a una vieja cultura de elites refugiada en lo presencial y apenas financiada por unos ricos, y finalmente por el Estado o el mecenazgo. Con el mundo digital, nuevos terremotos irrumpieron en las complejas fronteras entre la cultura, el espectáculo y el circo. Ahora Tiktok, Youtube, las redes o internet son los motores del nuevo mundo del espectáculo para millones de personas, mientras se cierran cines y teatros, y todos caminamos con los celulares estando en el cine, leyendo, viendo televisión, escuchando música o curiosos de meras estupideces. En este nuevo capitalismo de plataformas, goza la sociedad del espectáculo, que todo lo invade y que incluso se apoya en los resquicios presenciales para catapultar su imperio con distintas “ventanillas” de comercialización. 

Los viejos espacios de elites, luchan y pelean por sobrevivir. Lloran y gritan por más apoyos a esas viejas paredes de elites mientras las transforman en circos para atraer públicos con drogas de refinados vestuaristas, escenógrafos y payasos. Es el circo como espectáculo. Conducidos por el mercantilismo del amor a los votos y la supervivencia, los teatros tratan infantilmente de pelear con la cultura de masas digitales y le abren las puertas a saltimbanquis, equilibristas o animales. Tengamos espacios de vivencia proclaman los seguidores de Karl Jaspers frente al imperio digital de la sociedad del espectáculo que todo lo inunda. En la aldea, política y espectáculo se vuelven amantes. Es el circo romano de la “tinelización” de la televisión y los políticos se disfrazan en programas de Máscaras escondidas, ministras bailan en comparsas de Carnaval y “gobernantas” transforman teatros en galleras caribeñas, mientras firman y proclaman contra las peleas de animales. Es el mundo del revés y el cambalache, donde vale lo mismo un libro que un calefón, un chorro que un gran profesor y donde nuevos fundamentalistas sin terminar primaria gritan que hay que matar la vieja cultura de elites y hasta promueven tirar abajo la lengua para divertir y conseguir votos. Es la sociedad líquida del espectáculo y la política, con nuevos adalides de la banalidad buscando verse en sus espejos para sacarse fotos y aparecer en los informativos de los canales de TV a las 7 pm.   

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