Diputado Perrone y el arte de esquivar al Ejecutivo

Desde de su función se nota que existe un acuerdo genérico con el FA.

En la escena política uruguaya, hay diputados que destacan por sus discursos encendidos, otros por sus iniciativas legislativas, y luego están los que parecen haber hecho de la evasión sistemática al gobierno una verdadera especialidad. Álvaro Perrone, de Cabildo Abierto, se inscribe con notable destreza en esta última categoría.

Desde su banca, Perrone ha demostrado una capacidad casi artística para evitar comprometerse con las propuestas del Ejecutivo, incluso cuando se trata de medidas de consenso o de urgencia nacional. No se trata solo de criticar por criticar; su estrategia parece calcular cada movimiento para interponerse en el camino del gobierno siempre que se presente la oportunidad. En los últimos meses, esta habilidad ha sido evidente en debates clave sobre presupuesto, políticas de seguridad y proyectos de infraestructura: cada vez que el oficialismo intenta avanzar, Perrone encuentra un resquicio, un detalle, una objeción que ralentiza o bloquea la iniciativa.

Lo curioso es que su posición no siempre se fundamenta en argumentos técnicos sólidos. A menudo, sus intervenciones combinan generalidades, cuestionamientos retóricos y recordatorios constantes de la supuesta incompetencia gubernamental, construyendo un relato que lo coloca como el vigilante crítico del Ejecutivo, sin asumir responsabilidad concreta sobre soluciones o alternativas.

En el terreno mediático, Perrone se mueve con la misma agilidad. Sus declaraciones son reproducidas con frecuencia por los medios, generando titulares que refuerzan su imagen de opositor inflexible, mientras que el gobierno debe enfrentar, una y otra vez, el desgaste de la exposición pública de sus iniciativas. La estrategia, aunque efectiva en términos de visibilidad, genera cuestionamientos sobre su aporte real al debate parlamentario: ¿es fiscalizar o simplemente obstaculizar sistemáticamente?

El diputado de Cabildo Abierto parece operar con un lema no escrito: “si puedo frenar, freno”. No importa si la medida tiene consenso social, respaldo técnico o urgencia política; lo relevante es la oportunidad de posicionarse frente a la opinión pública como un contrapeso constante al Ejecutivo. Esta liviandad estratégica le permite, además, mantener su imagen de político combativo sin asumir los costos de las responsabilidades de gestión.

Lo que queda claro es que Perrones ha convertido el arte de la elusión política en un sello personal. Para algunos, es un defensor de la fiscalización; para otros, un obstáculo recurrente que ralentiza las decisiones y genera fricción innecesaria. Lo cierto es que cada intervención suya sigue siendo un recordatorio de que, en política, esquivar puede ser tan visible —y a veces más rentable— que construir.

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1 Comentario

  1. TRAICIONO A TODOS, EMPEZANDO POR EL MILICO MANINI QUE LO LLEVO A LA FAMA, A SUS EX COMPAÑEROS, A LOS QUE VENDIO POR MONEDAS, NO TIENE CONVICCIONES SINO QUE OPERA DE ACUERDO A SUS POSIBLES VENTAJAS.

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